Crónica.
ALJER.
General
de Brigada Jesús Antonio Ramírez. Fue un experimentado castrense gomecista,
cuya bizarría y astucia quedaron demostradas en la lucha contra las revueltas
caudillistas en buena parte del siglo XIX, hasta las primeras décadas del siglo
pasado. Según el historiador barines José Ruiz Guevara, este general era
oriundo de Torunos (Barinas), desconociéndose la fecha exacta de su nacimiento.
Por razones de servicios militares fue acantonado como Segundo Comandante del
Ejército, en la villa de Guasdualito.
Para
el 23 de Junio de 1921, en el hecho histórico que se conoce como la Batalla de
Guasdualito, defendió junto al general
Benicio Giménez, la toma de la plaza, atrincheradas las fuerzas gobierneras en
El Cuartel Viejo (hoy día sede de la Comisionaduría de Gobierno). Extensas
horas de combate a plomo limpio y machete en mano, fueron la prueba fehaciente
de la madera militar de aquellos hombres y sus comandantes, que resistieron sin
encorvo las desordenadas y suicidas cargas de los batallones de Pedro Pérez
Delgado (Maisanta) y Emilio Arévalo Cedeño. Obligándose estos últimos, por
órdenes expresas del jefe militar, doctor Roberto Vargas (El Tuerto), a
retirarse a las inmediaciones del Hato Las Angosturas, allí seria el inicio de
la diáspora que marcaría del final de los alzamientos en la geografía apureña.
Referente al desarrollo de este hecho histórico el doctor José León Tapia en su
publicación Maisanta El Ultimo Hombre a Caballo relata un hecho para
consideración:
“Después siguió el fuego cruzado con el
cuartel principal donde se habían refugiado los defensores. Allí estaba también
el general Jesús Antonio Ramírez, el mismo de Puerto de Nutrias, quien se
defendía encerrado con la gente que le quedaba. Los hombres de la revolución
estaban tan cerca de las puertas y ventanas, que lo insultaban desde la plaza a
viva voz. -Lea la carta capitán -dijo Arévalo. Y el capitán Hilarión Larrarte
La Palma leyó una carta en voz alta donde el general Ramírez le ofrecía a
Emilio Arévalo entregarle el cuartel y pasarse a la revolución cuando invadiera
de nuevo. Al terminar la lectura habló Maisanta: Qué carajo importa una
traición más si en este país todos lo hacen.
Pero Roberto Vargas no se dio cuenta del sentido de estas palabras”.
(2001: 198)
Ahora bien, respetando lo expresado por
este autor, y sin ánimos de controversias, surge una incógnita en el caso:
¿Siendo este audaz y aguerrido llanero, un militar con las botas bien puestas,
probado en victorias y derrotas, al que el plomo y la muerte le eran por demás familiares, se rendiría sin reserva con sus hombres ante
los caudillos antigomecistas, a sabiendas lo que les esperaba aun capitulando?
La respuesta al entresijo pareciera
encontrarse en el libro sobre el mismo personaje escrito por Oldman Botello, en
el mismo refiere: en el telegrama que le enviaron al general Gómez, se le informaba que solo quedaba la dotación
de cada màuser y algunos revólveres; que no habían llegado refuerzos y que allí
estarían hasta la muerte. Esa gente moría por su causa.
Una reseña importante que da una referencia
más filántropa del general Ramírez, se encuentra en el libro Cuartel Viejo de
Guasdualito de Exer Fulco (2013: 22) que se cita textualmente: “…el ultimo
comandante de este cuartel, fue el General de Brigada Jesús Antonio Ramírez,
hombre muy humanitario, a tal punto que en muchas ocasiones se desprendía de
algunos recursos económicos para ayudar a la gente humilde…” (Sic)
Lo anterior da a entender el aprecio
granjeado del peculiar general en el Guasdualito campero y pastoril de la
época, convertido por las circunstancias en benefactor de campesinos y regidor
del orden público en la pequeña población llanera. Si bien era cierto, que era
una persona sin preparación docta, también era innegable que su audacia y
determinación en el combate fue apreciada y valorada por sus superiores, entre
ellos: el gobernador Vicencio Pérez Soto (Viva Gómez y adelante), y por el propio “Benemérito” con quienes
mantenía comunicación directa a través del sistema de telegrafía, en torno a
los acontecimientos y movimientos de los rebeldes por el suroccidente del
estado Apure.
Luis Damiani (1913-2006), coronel
retirado y recordado telegrafista (1933), tuvo la oportunidad de conocer de
cerca al general Ramírez, hecho que resalta en parte de sus memorias
autobiográficas subtitulada “Guadualito, donde se devuelve el viento” , en
donde expresa lo siguiente : “el general Ramírez era un hombre astuto y dotado
de una prodigiosa inteligencia natural, pero también iletrado, razón por la
cual tenía que leerle los telegramas que recibía y redactarle los que enviaba
según sus instrucciones” (Sic).
Escudriñando algo más sobre este
personaje, encontramos la siguiente anécdota publicada en el libro Guasdualito
en la historia, de Luis Felipe Martínez Veloz. (2006:27) Editorial El Perro y
La Rana.
“Es bueno resaltar que una vez nombrado
Comandante del Cuartel Nacional el general Jesús Antonio Ramírez fue un
lenitivo para los habitantes de Guasdualito, debido a que este general, era un
ciudadano de extracción popular, y una gran mayoría de gente humilde acudía
ante él, cuando eran atropellados por las arbitrariedades de los jefes civiles,
además solicitando ayuda económica, al encontrase en mala situación, el
viejo general siempre estaba dispuesto a
prestar ayuda a los que acudían a su presencia. En una oportunidad cuando
desempeñaba el cargo de jefe civil del Distrito, un personaje llamado Darío
Jiménez Liscano quien venía haciendo de
las suyas, cobrando impuestos onerosos a su antojo a los campesinos (…) Un día
de trabajo fue el general Ramírez a visitar al jefe civil, y al tocar la puerta
de la jefatura nadie le contesto, volvió a darle otro golpe a la puerta con el
fuete que nunca le faltaba, aun así nadie abrió, se encolerizo de inmediato
dándole un fuerte golpe a la jefatura,
la puerta se partió en pedazos por lo tostado que estaba la madera. De
inmediato se presentó el jefe civil ante el general Ramírez diciéndole, pase
adelante y tome asiento general, a lo que este respondió: “no vine a sentarme
ni hablar pendejadas; vine a decirle que estas echando mucha vaina a esta pobre
gente, cobrándoles impuestos por las raíces de yuca que traen a vender los
campesinos para comprar alimentos y llevarles a los sutes, por lo que te
advierto Darío: si sigues echando vaina a esta pobre gente, vamos a tener un
parto aguao; le dio la espalda y salió hacia el cuartel, quedando Darío Jiménez
pupao del miedo, a poco rato mando el general Ramírez un carpintero a reparar la
puerta que habría quebrado”. (Sic)
Ese era el general Ramírez, férreo
militar barines, además de benéfico con su gente. Derrotada la acaudillada,
desaparecida en desbandada y lograda la pacificación del país, el general
Ramírez continúa en el cargo hasta su deceso ocurrido a mediados de la década
del cuarenta del siglo XX, dejando una amplia y prolífica descendencia de hombres y mujeres que
fluyeron su apellido a lo largo y ancho de las geografías alto apureñas y estados
vecinos. Uno de sus tantos ahijados don Publio Sánchez lo recordaría con
gratitud en sus anécdotas sobre la época
macondina de Periquera.
ALJER.