rónica. ALJER
INUNDACIÓN DEL
27 DE MAYO DE 1943
(El
Reclamo de un Río)
Históricamente
la ciudad de Guasdualito, capital de municipio Páez, ha sido afectada en la
temporada de invierno por las crecidas y embestidas del río Sarare, vertiente
nacida en el Páramo El Alto del Almorzadero, ubicado este hábitat andino en el
departamento colombiano de Santander (Colombia). Esta importante ciudad apureña
ubicada a 125 m/snm, desde su fundación en 1771 por Don José Ignacio del Pumar,
Marqués del Pumar y Vizconde de las Riberas de Boconó, ha presentado la
problemática natural motivado en parte, primero: a su ubicación geográfica, y
segundo: a su origen fundacional. Referente al último aspecto, el historiador
Botello, O. refiere:
“El
sitio era palúdico, enfermizo, en medio de fangales y caños que dejaban las
lluvias, pero era imprescindible la formación de un poblado de este lado,
porque del otro surgiría al poco tiempo la nombrada villa de Santa Bárbara de
Arauca. El criterio del señor del Pumar fue certero, Actuó con visión de futuro
(Botello, 1998: 31).
Atendiendo
a lo señalado por el autor en mención, se deduce: que sería por una necesidad
administrativa y jurídica la fundación de la población de Guasdualito, que
equilibrara en parte la pujanza del otro lado de la frontera con Colombia; el
04 de diciembre de 1780 se estructuraba en el sitio denominado Caño Córdoba, La
Villa de Santa Bárbara de Arauca, auspiciado este hecho por el sacerdote Juan
Isidro Daboín y su acompañante Antonio Useche, procedentes de la vecina
provincia de Barinas (Venezuela). Con el devenir de las subsiguientes décadas y
siglos, el hecho de haberse establecido de este lado el poblado en el enclave
ribereño, pasaría sus facturas; espacios pertenecientes a la vertiente natural
fueron desplazados por calles, urbanismos, plazas, parques y asentamientos
improvisados; ocasionando desbordes, desviaciones, escurrimientos y capturas
que en temporada de lluvias reclaman con poderío su antiguo cauce.
El
historial de inundaciones registra la ocurrida el 23 de junio de 1943, algunos
datos y aspectos de la misma se encuentran en los archivos del diario El
Universal, quien para la fecha en su cartel principal intitulaba lo siguiente:
“Debido a las lluvias, la población de Guasdualito, específicamente el Barrio
El Gamero, sufrió inundaciones. Varias viviendas se inundaron, al igual que la
oficina del telégrafo, la cual tuvo que ser mudada al Cuartel Nacional. El
Universal. Fecha: 27-05-1943, Página Nº 3. (Sic)
En
ese mismo orden de ideas, otra fuente bibliográfica existente que recopila lo
acontecido, y de obligada referencia para conocer el suceso, es el artículo
escrito por el doctor José María Bengoa, para ese entonces (1943) Comisionado
Especial del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en las regiones del Alto
Apure, en los azarosos días del aluvión. Dicho artículo, fue enviado en
estricta atención al R. P. Andrés Mesanza, de la Residencia de PP. Dominicos de
esta ciudad, por el R. P. Juan de J. Rojas, Misionero de la misma Orden en las
afligidas confinas del Alto Apure, siendo publicado en el periódico católico
“La Religión” en noviembre del mismo año. El mismo se cita textualmente y
refleja el papel protagónico de los misioneros del apostolado de Santo Domingo Guzmán:
LA
INUNDACION
Y
llegó la inundación con agorero de catástrofe. Más de dos mil personas quedaron
sin vivienda, sin alimentación y casi sin vestidos. Por la casa misional iban
pasando como espectros enloquecidos por el hambre y la angustia, niños, mujeres,
hombres, no en plan de dádiva sino de petición. Para todos tenía el Padre Rojas
un consuelo y una ayuda material, bien en alimentos, bien en ropa, bien en
medicinas. En la casa de la Misión se congregaba diariamente toda la
muchedumbre desamparada. Más que una casa religiosa aquello parecía un
hospital, un orfelinato, un comedor colectivo, un almacén de víveres y de ropa,
y todo a la vez y al mismo tiempo. Al Padre Rojas se le nombró Presidente de la
Junta de Socorro, y todos los días vestido de civil y completamente descalzo a
fin de navegar más fácil y rápidamente por las calles, recorría las zonas más
afectadas por la inundación y visitaba los campamentos y demás lugares de
refugio llevando (a los que no podían venir a pedir) alimentos, ropa y paca. La
Misión de Guasdualito ha sufrido también con las crecientes de los ríos en
meses atrás. Los PP. Dominicos no han dejado por eso su puesto de avanzadas.
SE
ANIEGA LA CASA MISIONAL
La
casa misional también se anegó y hubo necesidad de abandonarla por el grave
peligro que corría de desplomarse por ser de adobe y allí el golpe de las aguas
era más fuerte. En otra casa de palma se levantaron trojas altas de madera y
guasdua para proteger los pocos muebles y albergar algunas familias. El Padre
Rojas dormía en un soberado con el sacristán que lo acompañaba. En la iglesia
se instaló un dispensario en trojas de guasdua donde concurrían multitudes de
enfermos; en las torres se refugió la Guardia Nacional de fronteras que vino
del Amparo; en el presbiterio, que por ser muy alto, fue el único sitio de la
iglesia que no se anegó, se depositaban los víveres que iban llegando para
repartir.
CESA
LA INUNDACIÓN
La
inundación duró tres meses. Cuando las aguas bajaron todavía la gente acudía a
la casa de los Padres en busca de ayuda; pues sin inundación, a esta casa
afluye diariamente gran número de pobres y enfermos en demanda de socorro. El
Padre Rojas con telegramas suplicantes y cartas hacía el milagro de la
multiplicación de los panes y de los peces. Del Gobierno Nacional, del Gobierno
Estadal, de Caracas, de San Fernando, de San Cristóbal, de Arauca, de Barinas y
de otros lugares iban llegando víveres y mercancías para auxiliar a los
damnificados. El pueblo de Guasdualito y toda la región del Alto Apure tienen
en los Padres Dominicos no solamente el amparo espiritual, sino también el
amparo material de toda, clase. Así es como el apostolado hace florecer el
fuego de la gracia.
JOSE
MARIA BENGOA.
Guasdualito,
28 de octubre de 1943. (Sic)
Lo
anterior refleja las calamidades suscitadas por el reclamo del rio Sarare en la
cuarta década del siglo pasado. Es cuestión de imaginarse las penurias de
aquellas personas en la entonces casi desértica geografía alto apureña, para
entender y comprender un problema natural que ha evolucionado y mostrado
uniformidad con el tiempo. Pese a la tragedia, los habitantes del viejo
Guasdualito, siguieron en pie. Cinco años más tarde ocurriría el desolador
incendio de 1948. Vinieron algunos intentos por reubicar al poblado, sin
embargo la mayoría pese a los riesgos y calamidades, optaron por quedarse en
las costas ribereñas, y de allí se inicia la expansión urbana hasta el día de
hoy.
Mención
aparte, pero en el mismo contexto son las referencias orales que han
sobrevivido con los años, y que sirven como alimento para las narraciones
escritas. Personas como Donato Stella, Raúl Briceño (quien el día de la crecida
comentaría a sus allegados: el río viene, las hormigas suben al techo) Genaro
Labanchi, Filadelfio Briceño, Manuel Centella, Tom Heredia, Publio Sánchez,
Petra Barrios, Casimiro Delgado, Alejo López entre otros, eran fuente
inagotable de este y otros sucesos, escritos los mismos en nuestra historia
contemporánea con amargura y desasosiego, sus testimonios quedaron guardados en
las mentes de aquellos inquietos niños y jóvenes (adultos hoy) encargados de
trasmitirlos y darlos a conocer para la posteridad.
Hasta
otra oportunidad.
ALJER