Prensa
Asoportuguesa.-
Más que defender el uso de semillas
transgénicas, los productores agropecuarios venezolanos están ganados a que se
llame a consulta a especialistas, investigadores y docentes universitarios,
para que se debata y determine si efectivamente este avance del mundo es
perjudicial para los seres humanos y el ambiente como sostiene el sector
oficial que, mediante una ley, prohíbe que en Venezuela se siembre con estos
materiales que -paradójicamente- son consumidos en algunos alimentos importados
de países como Brasil, Argentina y Estados Unidos.
Los transgénicos son materiales
genéticamente modificados a través del desarrollo de la tecnología, mejorando
la resistencia de la semilla a altas temperaturas, malezas y plagas que atacan
a cultivos como el maíz, soya, algodón, lechosa y remolacha, en varios países
de América, Asia y África.
Uno de los cuestionamientos de los
agricultores, es que en Venezuela se prohíba tajantemente el uso de los
transgénicos por razones más ideológicas que científicas y mediante una Ley de
Semillas que fue aprobada la noche del 23 de diciembre de 2015, por los
diputados oficialistas de la saliente Asamblea Nacional (AN), y publicada en
Gaceta Oficial cinco días después, para entrar en vigencia el 27 de marzo de
este año.
“Es una ley donde prohíben la
utilización de semillas transgénicas y mejoradas, donde señalan como medio de
producción el conuco, se eliminan los derechos de propiedad de los ostentores,
se crea una categoría de semillas que únicamente se conoce en Venezuela, es
restrictiva y obliga a que usemos única y exclusivamente las semillas
afrodescendiente. En consecuencia, es una ley que nos atrasa en unas cuantas
decenas de años, en la producción del sector agropecuario”, afirma el diputado
opositor Alexis Paparoni.
El parlamentario, que también es
productor agropecuario, se opone a que la normativa peche con la cárcel o la
expropiación de las propiedades, a quienes usen semillas distintas a las
afrodescendientes, particularidad que junto a otros aspectos, “hace que esta
ley sea negativa para el desarrollo agrícola”.
Mientras se prohíbe el cultivo mediante
las semillas genéticamente modificadas, contradictoriamente el Estado
venezolano permite que la población la consuma tanto por los alimentos que
entran al país por los centros portuarios, como por las compras a Monsanto, una
de las principales empresas productoras de estos materiales, de acuerdo con lo
asegurado por Paparoni.
Balance
El profesor Luigi D’Alvano, presidente
del comité tecnológico de Fedeagro, sostiene que los transgénicos son apenas un
punto dentro de toda esa oferta biotecnológica que existe en el mundo. “Se
trata de la biotecnología y los avances modernos; tiene que ver con la
aplicación del método científico, lo que hacen los países de los cuales nos
estamos comiendo muchos productos y que tienen comisiones de bioseguridad,
políticas tecnológicas y capital de semillas para el desarrollo de los
innovadores”, dijo.
El especialista ve como un problema que
los científicos se metan a políticos y viceversa, al abordar el tema de los
transgénicos, cuyo debate -a su juicio- debe dejarse en manos de las comisiones
técnicas de bioseguridad, quienes son las más indicadas para analizar lo bueno,
regular y malo en el uso de la ingeniería genética.
D’Alvano cree que la agenda tecnológica
del país tendría que estar más balanceada y se deben romper con supuestos y
prejuicios que impiden que haya un acercamiento y “trabajemos en equipo”, en
torno al uso de las semillas genéticamente modificadas, sobre las cuales hasta
el momento no hay pruebas contundentes que demuestren que son perjudiciales
para la salud.
Desconocimiento
Jimmy Sánchez, investigador de la
Asociación de Productores Rurales del estado Portuguesa (Asoportuguesa),
considera que hay un desconocimiento en torno a este tema controversial, del
que las universidades e institutos de investigación podrían arrojar luces en el
camino. “Nosotros no decimos que es mejor el organismo genéticamente
modificado. De lo que sí estamos convencidos, es que hay que evaluarlos. En la
medida que se legisle y se dé la posibilidad de analizar cuáles son los pro y
contra, se tomarán las decisiones más adecuadas en ese sentido”, apuntó.
Para Sánchez, es normal que exista un
desconocimiento pero no que se tomen decisiones sin tener pruebas y certezas
sobre el uso de los materiales genéticamente modificados, sometiendo al país a
un atraso y condenando los transgénicos “pero permitiendo que todos se lo coman
en el maíz, soya y otros alimentos que importamos, sin permitir que se haga un
debate sobre el tema, desde el punto de vista de la investigación”.
Necesidad
Actualmente, en el país habitan 31
millones de personas y para el 2050 la cifra podría ascender a más de 40
millones, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Paparoni
destaca que si en Venezuela no se produce para la cantidad de pobladores que
hay hoy en día, menos se hará con ese incremento, si no se mejoran las
condiciones del sector agroalimentario.
“Necesitamos aumentar la oferta de
producción local. Hoy en día el productor valora aún más la tecnología y
entiende que no todo se va a resolver con precios; es una combinación de
herramientas y mejor tecnología. Tenemos que concientizar a las autoridades de
que cada vez que nosotros colocamos un dólar en algo asociado a tecnología, el
país tiene un ahorro de divisas que puede ser de 4 a 5 veces, en importaciones
de materia prima o producto terminados”, aclara el profesor D’Alvano.
Reforma
Estos argumentos son debatidos por la
comisión de ciencia y tecnología de la AN, que actualmente trabaja en la
elaboración del anteproyecto de reforma de la Ley de Semillas. Paparoni indica
que no hay razones para que en Venezuela se prohíba la utilización de
transgénicos, los cuales permitirían “una mayor producción y oferta de
alimentos, con la misma cantidad de tierra que trabajamos en el país”.