Prensa.
El Tiempo de Bogota. Colombia.
El Castrochavismo será recordado como
autor de un milagro económico a la inversa, de los que se registran tan pocos
en el devenir de los pueblos. Convertir en país miserable al más rico de
América no es hazaña de todos los días. Habiendo tanta pobreza en tantas
partes, en pocas tiene que pelear la gente, a dentelladas, por una bolsa de
leche, por una libra de harina o por un pedazo de carne.
Convertir en despojos una de las más
organizadas, pujantes y serias empresas petroleras del mundo no es cualquier
tontería. Llevar a la insolvencia una nación ante las líneas aéreas, los
proveedores comerciales y los que suministran material quirúrgico y
hospitalario no es cosa que se vea cualquier día. Y arruinar el campo y la
industria, el comercio y los servicios, la generación eléctrica, la ingeniería,
la banca y las comunicaciones es tarea muy dura, cuando se recuerda que la
sufre el país que tiene las mayores reservas petroleras del mundo.
En esa frenética carrera hacia el
desastre, el gobierno Castrochavista tuvo que proceder a la eliminación
paulatina de todas las libertades, al sacrificio del pensamiento y la
conciencia, a la ruina de las instituciones, del periodismo, de los partidos,
de la universidad, de los gremios, de los sindicatos. Pues todo se ha cumplido
tras el designio implacable de los ancianos inspiradores del sistema, Fidel y
Raúl Castro, que una vez más han demostrado su audacia, su carencia total de
consideración y respeto por los valores más caros de la especie humana, pero
también su falta absoluta de talento.
Llevar a Venezuela a la ruina total es
matar su propia fuente de subsistencia. Y es lo que han hecho, moviendo los
resortes del fanatismo más imbécil, de los odios más cerriles, de los desquites
más torpes. Nicolás Maduro tiene poca inteligencia y un pobre tacto político
que exhibe en cualquiera de sus discursos. Pero al fin de cuentas es un pobre
rehén de los intereses inconfesables de la clase corrupta que ha llevado a Venezuela
a su perdición. Si ese títere fuera libre, hasta de sus menguadas condiciones
de estadista pudiera esperarse algún acto de rectificación, algún gesto de
apaciguamiento, alguna voluntad de comprender el desastre y de corregirlo. Pero
Maduro es el primer esclavo de las pasiones atroces que dominan en Venezuela.
Los saqueadores de esa gran nación no están dispuestos a que nadie ensaye el
menor examen de su conducta. En los antros del delito se pierde todo, empezando
por el pudor.
El régimen de Venezuela se va a caer,
porque se tiene que caer. No podría subsistir sino amordazando totalmente al
pueblo, imponiendo cartillas de racionamiento, levantando un paredón, como el
del Che Guevara en La Cabaña. Y no están dadas las condiciones para que el
mundo soporte estas afrentas. Con una Cuba le basta a América.
El pueblo está en las calles, dispuesto
a hacerse matar. Y lo están matando. La juventud estudiantil, que sabe cerrados
los caminos del porvenir, le apuesta a cualquier cosa, menos al continuismo
cobarde. Los empresarios lo perdieron todo hace rato. No tienen cuentas para
hacer. Y los paniaguados del sistema ven con horror que el sistema ya no tiene
mercados para comprar sus conciencias. Si estás de acuerdo con este excelente
documento del Dr. Fernando Londoño, escrito en el periódico el Tiempo de
Bogotá.