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viernes, 4 de noviembre de 2016

CRÓNICA: El Profeta ENOC Introito del Alto Apure por ALJER.

Crónica ALJER.
Algunos investigadores e historiadores culturales definen a las creencias populares como pensamientos generacionales arraigados en la endoalma de los individuos. Otros, más arriesgados y ubicados en la horizontalidad escéptica establecen que esas creencias sean mitos o leyendas, son necesidades sociológicas y sicológicas del ser humano, dándole la razón al historiador y culturologo Eduar André, quien en uno de sus postulados sobre la semioticidad cultural establece que: el hombre cree lo que quiere creer, añadiéndole de acuerdo a su conveniencia y entorno dosis abundante de imaginación.
    
Atendieno a lo anterior, es esta imaginación caldo de cultivo para hervir y solidificar lo sobrenatural y con ello crear el mito. Aunado a esta determinante, la inocencia de los pueblos en épocas barrocas permitió -con algunas excepciones- que muchos advenidos de otras geografías descubrieran el escenario oportuno para autoerigirse redentores, profetas, apóstoles o aprovechadores del momento. Se advierte que  la intención de este artículo no es la controversia, ni invectiva religiosa, sino la recuperación de aspectos y capítulos que han transcendido en el tiempo, y que merecen ser mencionados por ser parte de nuestra estructura neoétnica trilógica  guasdualitense.

El Profeta Enoch por Guasdualito
Escribir sobre este personaje resulta muy llamativo, considerando que la literatura sobre su vida y andar sobre los llanos alto apureños están ligeramente mencionadas en las obras bibliográficas de José León Tapia (Maisanta) Juan Carlos Zapata (Plomo más Plomo Guerra…) y en Memorias de un Soldado (Hilarión Larrarte La Palma). Otra fuente; la oral, aún continúa agregando y nutriendo la creencia sobre los poderes prodigiosos del personaje en referencia.

Su peregrinaje en el Alto Apure se inicia en la segunda década del siglo XX. Lo fantasioso sugiere que nadie sabe cómo llego, ni de dónde provenía. Sin embargo, en revisión de fuentes documentales en la biblioteca de Santa Ana del Táchira (Venezuela) encontramos este interesante aporte: “Su nombre cristiano era Laureano Ojeda, aunque en la vasta y desértica zona del Alto Apure su patronímico se mencionaba como Márquez. Provenía de Yucatán (México). En tierras aztecas se le menciona como Enoc (sin la letra h al final). (Arenas y García, Un Profeta, 1927:12)

En el año 1920 Santa Ana, municipio Junín del estado Táchira  se revoluciona con el arribo de un personaje cuyas características físicas eran totalmente atípicas,  diferentes a las vistas en los alrededores. Algunos pobladores (los más longevos) coincidían en la siguiente descripción: era un hombre como de unos 65  años de edad, de constitución y estatura mediana; de dermis curtida o soleada. Su cabello era negro y largo que le caía sobre los hombros. Relucía una poblada barba. Su indumentaria era una túnica blanca que le llegaba más abajo de las rodillas, con un cordón de seda amarrado a la cintura, calzaba sencillas zapatillas de cuero. El extraño aspecto que tenía, le daba un aire verdaderamente místico. Parecía un ser venido de otro tiempo, como salido de algún relato bíblico.
    
Pedro María Camejo, combatiente de la sagrada de Maisanta le relataría al periodista Guasdualitense Juan Carlos Zapata, lo siguiente:
“El profeta Enoc no tenía voz de los de por allí. Ni piel, ni pelo, de los nacidos en la llanura. Era de mediana estatura, buscando a ser bajo, más bien. Con una mirada tan penetrante como la de un gavilán sabanero. Esa mirada resaltaba aún más por el detalle de su nariz totalmente aguileña. Se hacía llamar Enoc, pero alguien dijo que su verdadero nombre era Laureano Márquez. En alguna ocasión alguien le oyó decir, que otro hermano suyo de nombre Elías, predicaba el mismo mensaje en otras partes del mundo. A cada uno le correspondía medio mundo de jornada y así entre los dos cubrían la totalidad del mundo” (2005:163)

El investigador Horacio Cabrera Sifontes en su publicación El Paso de Enoc nos ofrece esta breve descripción: 
“…un hombre normal, sin rasgos de divinidad, más bien de charlatanería, que en su paso por Guayana buscaba los caminos más solitarios, dando la apariencia de hombre que huye, mirando siempre por encima de los hombros y evitando en lo posible el contacto con los hombres. Dice que aquellas personas más incrédulas, al exigirle explicaciones o someterlo a pruebas de “santidad”, encontraban un hombre huidizo y evasivo en sus respuestas. Sin embargo, tenía siempre una actitud de superioridad y de displicencia, muy alejadas de la imagen santa que se supone debía tener. Altivo, autoritario y soberbio, dejaba regados en el camino sentencias y vaticinios de desgracias. (54:2007)

Se supone que luego de sus predicas apocalípticas en el occidente andino, decide emprender a pie su marcha hacia los llanos, arribando a Guasdualito una mañana de mayo de 1921, por el paso de La Manga del Río. El mismo Camejo relata:

“Apenas se supo la noticia La Manga fue un hervidero de gente. Salió pueblo de donde menos se esperaba. La indiera se movilizo en grupo y la multitud se hizo más numerosa. “El hombre volara” decía. Y las mujeres veían al cielo. “Los cajones hablaran” y ahora veían al suelo. La brisa veranera del Sarare le movía la túnica. Solo pedía frutas para comer. En el lugar en donde se detenía mantenía una hoguera día y noche advirtió: “Las mujeres que se preparen para la guerra” Y todo Guasdualito recordó esas palabras. “No lo veían cuando pasaba las aguas. Dijo que vendrían epidemias y plagas por estos lugares. Que sucederían grandes temblores de tierra”. (2005:165)

 Al igual como en  otros poblados, tal aparición  resulto inquietante y jaranera, el grupo de italianos recién migrados a Guasdualito observaban las escenas con incredulidad. Gaetano Labanchi (padre de don Genaro) comentaría a un grupo de sus coetáneos: “Nel paese dei ciechi un guercio è re”. En la traducción: en el país de los ciegos, el tuerto es rey. En cuanto a sus milagros, muchos afirmaron haber sido sanados únicamente con su mirada, como también hubieron acaudalados que movidos por un supuesto llamado entregaron sus bienes y fortunas, cumpliendo con lo exigido con el profeta para salvación de sus almas. Su discipulado estuvo conformado por los siete José, una especie de confraternidad mística, en la que sus miembros tenían ese mismo nombre.
    
Conocido es el suceso entre el general Pedro Pérez Delgado (Maisanta) y el profeta. Se encontrarían en lo que para entonces se llamaba El Viento, hoy Elorza (Apure). El caudillo de Ospino quien procedía del bajo Apure con rumbo hacia Guasdualito,  al observar a una multitud cerca del río, se dirigió allí con sus hombres preguntando a uno de los asistentes quien era el anciano: es el profeta Enoc, recibiría como respuesta. ¡Que profeta del carrizo, esa gente es la que necesitamos para la batalla de Periquera! replicaría. Según algunos testimonios de personas de la época, al observar el religioso la llegada del rebelde exclamaría en alta voz: “Ese es el ángel enviado de la muerte” “Ese hombre es un engendro maldito” sentencia que incómodo y apesadumbro al guerrillero y sus hombres. T

al vez, por respeto a sus creencias religiosas lo que atino a gritar el general fue su acostumbrado alarido de guerra: “Maisanta” apuñando su escapulario de la Virgen del Socorro, para dejar atrás al maldiciente y su grupo de seguidores. Con el general Emilio Arévalo Cedeño igualmente se tropezaría, incluso este estuvo dispuesto a pasarlo por las armas en un arrebato de ira cuando el predicador de la túnica blanca increpaba a sus hombres al arrepentimiento, alertando el anarcoide jefe a su tropa y oficialidad: hombre que parta con el profeta, partiría pero sin vida. Estos hechos demuestran y conjeturan  la incomodidad no solo del bando alzado, sino oficialista, ocasionada por la presencia del profeta Enoc en el Alto Apure, que ya era visto y tenido como un incitador de pueblos.
    
A medida que avanzaba en su peregrinar por el Alto Apure, el intimidante vaticinador sumaba adeptos en todos los estratos sociales. En el año 1926, conocido como el Año de la Humareda, llamado así por el ardiente, desolador y prolongado verano que afecto al territorio nacional y continental fue propicio para que Laureano Ojeda (El Profeta) recibiera total aceptación de parte de personas angustiadas que veían en este fenómeno meteorológico un  castigo divino por sus rebeldías terrenales. A raíz de este hecho, fueron considerables los estragos ocasionados en la ganadería y agricultura llanera, miles de reses murieron víctimas de la deshidratación y la falta de pastizales verdosos; el deterioro era tal, que los ríos y caños  solo reflejaban  barrancas como ataúdes vacíos abiertos  al cielo. Esta alteración de la naturaleza fanatizo y debilitó aún más el razonamiento de los pobladores, cuyo consuelo -dicho sarcásticamente- era la homilía de desgracias anunciadas por el amizcloso y peculiar santo de barba.

Ifigenia Rangel, guasdualiteña ya fallecida, hermana de uno los apóstoles (José de Jesús Rangel) recordaría: “el profeta dijo, el que tenga oído y quiera oír que oiga. Con armas nada más no se mata, se mata con el pensamiento también. Nosotros somos dos, Elías y Enoc. Elías viene por el Norte y yo por el Oriente. Arrepentíos, el juicio de Dios está a las puertas. Se esperan grandes temblores de tierra, epidemias, plagas, una gran guerra universal, más tened cuidado con la marca del Anticristo. Está ya en el mundo, porque nadie podrá trabajar, comprar ni vender sin que tome la marca del Anticristo. Tengan mucho cuidado y estén atentos a los signos que muy pronto aparecerán en el cielo. Diez naciones serán cubiertas por espesas nieblas. Próximamente aparecerá el Caballo Rojo de la gran guerra universal así como el Caballo Pálido en el cual cabalgará la muerte. Preparaos, el reino de los cielos se aproxima. Igualmente anunciaba la segunda venida del Mesías, diciendo que en cinco meses recorrería el mundo a pie, con destino final Roma, en donde se encontraría con el profeta Elías para vencer al anticristo en el Armagedón”.

Es ley universal que todo comienzo tiene su fin, ceso la humareda,  llegaron las aguas, reverdeció la sabana, se llenaron los ríos y caños; vinieron los avances tecnológicos (telégrafo, radio, aviones, automóviles, etc) y empezó a decaer el interés de muchos por el profeta. Lo último que se supo, según testimonios, fue que resulto detenido en el medio Apure por emisarios del gobierno. Liberado marcaria destino hacia el estado Bolívar, en donde por lo peculiar y novedoso, no se pone en duda que haya causado gran revuelo, sus últimos años serian como anacoreta penitente intricado en la selva bolivarense.

ALJER.

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