Crónica
ALJER.
Algunos investigadores e historiadores
culturales definen a las creencias populares como pensamientos generacionales
arraigados en la endoalma de los individuos. Otros, más arriesgados y ubicados
en la horizontalidad escéptica establecen que esas creencias sean mitos o
leyendas, son necesidades sociológicas y sicológicas del ser humano, dándole la
razón al historiador y culturologo Eduar André, quien en uno de sus postulados
sobre la semioticidad cultural establece que: el hombre cree lo que quiere
creer, añadiéndole de acuerdo a su conveniencia y entorno dosis abundante de
imaginación.
Atendieno a lo anterior, es esta
imaginación caldo de cultivo para hervir y solidificar lo sobrenatural y con
ello crear el mito. Aunado a esta determinante, la inocencia de los pueblos en
épocas barrocas permitió -con algunas excepciones- que muchos advenidos de
otras geografías descubrieran el escenario oportuno para autoerigirse
redentores, profetas, apóstoles o aprovechadores del momento. Se advierte
que la intención de este artículo no es
la controversia, ni invectiva religiosa, sino la recuperación de aspectos y
capítulos que han transcendido en el tiempo, y que merecen ser mencionados por
ser parte de nuestra estructura neoétnica trilógica guasdualitense.
El Profeta Enoch por Guasdualito
Escribir sobre este personaje resulta
muy llamativo, considerando que la literatura sobre su vida y andar sobre los
llanos alto apureños están ligeramente mencionadas en las obras bibliográficas
de José León Tapia (Maisanta) Juan Carlos Zapata (Plomo más Plomo Guerra…) y en
Memorias de un Soldado (Hilarión Larrarte La Palma). Otra fuente; la oral, aún
continúa agregando y nutriendo la creencia sobre los poderes prodigiosos del
personaje en referencia.
Su peregrinaje en el Alto Apure se
inicia en la segunda década del siglo XX. Lo fantasioso sugiere que nadie sabe
cómo llego, ni de dónde provenía. Sin embargo, en revisión de fuentes
documentales en la biblioteca de Santa Ana del Táchira (Venezuela) encontramos
este interesante aporte: “Su nombre cristiano era Laureano Ojeda, aunque en la
vasta y desértica zona del Alto Apure su patronímico se mencionaba como
Márquez. Provenía de Yucatán (México). En tierras aztecas se le menciona como
Enoc (sin la letra h al final). (Arenas y García, Un Profeta, 1927:12)
En el año 1920 Santa Ana, municipio
Junín del estado Táchira se revoluciona
con el arribo de un personaje cuyas características físicas eran totalmente
atípicas, diferentes a las vistas en los
alrededores. Algunos pobladores (los más longevos) coincidían en la siguiente
descripción: era un hombre como de unos 65
años de edad, de constitución y estatura mediana; de dermis curtida o
soleada. Su cabello era negro y largo que le caía sobre los hombros. Relucía
una poblada barba. Su indumentaria era una túnica blanca que le llegaba más
abajo de las rodillas, con un cordón de seda amarrado a la cintura, calzaba
sencillas zapatillas de cuero. El extraño aspecto que tenía, le daba un aire
verdaderamente místico. Parecía un ser venido de otro tiempo, como salido de
algún relato bíblico.
Pedro María Camejo, combatiente de la
sagrada de Maisanta le relataría al periodista Guasdualitense Juan Carlos
Zapata, lo siguiente:
“El profeta Enoc no tenía voz de los de
por allí. Ni piel, ni pelo, de los nacidos en la llanura. Era de mediana
estatura, buscando a ser bajo, más bien. Con una mirada tan penetrante como la
de un gavilán sabanero. Esa mirada resaltaba aún más por el detalle de su nariz
totalmente aguileña. Se hacía llamar Enoc, pero alguien dijo que su verdadero
nombre era Laureano Márquez. En alguna ocasión alguien le oyó decir, que otro
hermano suyo de nombre Elías, predicaba el mismo mensaje en otras partes del
mundo. A cada uno le correspondía medio mundo de jornada y así entre los dos
cubrían la totalidad del mundo” (2005:163)
El investigador Horacio Cabrera Sifontes
en su publicación El Paso de Enoc nos ofrece esta breve descripción:
“…un hombre normal, sin rasgos de
divinidad, más bien de charlatanería, que en su paso por Guayana buscaba los
caminos más solitarios, dando la apariencia de hombre que huye, mirando siempre
por encima de los hombros y evitando en lo posible el contacto con los hombres.
Dice que aquellas personas más incrédulas, al exigirle explicaciones o
someterlo a pruebas de “santidad”, encontraban un hombre huidizo y evasivo en
sus respuestas. Sin embargo, tenía siempre una actitud de superioridad y de
displicencia, muy alejadas de la imagen santa que se supone debía tener.
Altivo, autoritario y soberbio, dejaba regados en el camino sentencias y
vaticinios de desgracias. (54:2007)
Se supone que luego de sus predicas
apocalípticas en el occidente andino, decide emprender a pie su marcha hacia
los llanos, arribando a Guasdualito una mañana de mayo de 1921, por el paso de
La Manga del Río. El mismo Camejo relata:
“Apenas se supo la noticia La Manga fue
un hervidero de gente. Salió pueblo de donde menos se esperaba. La indiera se
movilizo en grupo y la multitud se hizo más numerosa. “El hombre volara” decía.
Y las mujeres veían al cielo. “Los cajones hablaran” y ahora veían al suelo. La
brisa veranera del Sarare le movía la túnica. Solo pedía frutas para comer. En
el lugar en donde se detenía mantenía una hoguera día y noche advirtió: “Las
mujeres que se preparen para la guerra” Y todo Guasdualito recordó esas
palabras. “No lo veían cuando pasaba las aguas. Dijo que vendrían epidemias y
plagas por estos lugares. Que sucederían grandes temblores de tierra”.
(2005:165)
Al
igual como en otros poblados, tal
aparición resulto inquietante y
jaranera, el grupo de italianos recién migrados a Guasdualito observaban las
escenas con incredulidad. Gaetano Labanchi (padre de don Genaro) comentaría a
un grupo de sus coetáneos: “Nel paese dei ciechi un guercio è re”. En la
traducción: en el país de los ciegos, el tuerto es rey. En cuanto a sus milagros,
muchos afirmaron haber sido sanados únicamente con su mirada, como también
hubieron acaudalados que movidos por un supuesto llamado entregaron sus bienes
y fortunas, cumpliendo con lo exigido con el profeta para salvación de sus
almas. Su discipulado estuvo conformado por los siete José, una especie de
confraternidad mística, en la que sus miembros tenían ese mismo nombre.
Conocido es el suceso entre el general
Pedro Pérez Delgado (Maisanta) y el profeta. Se encontrarían en lo que para
entonces se llamaba El Viento, hoy Elorza (Apure). El caudillo de Ospino quien
procedía del bajo Apure con rumbo hacia Guasdualito, al observar a una multitud cerca del río, se
dirigió allí con sus hombres preguntando a uno de los asistentes quien era el
anciano: es el profeta Enoc, recibiría como respuesta. ¡Que profeta del
carrizo, esa gente es la que necesitamos para la batalla de Periquera!
replicaría. Según algunos testimonios de personas de la época, al observar el
religioso la llegada del rebelde exclamaría en alta voz: “Ese es el ángel
enviado de la muerte” “Ese hombre es un engendro maldito” sentencia que
incómodo y apesadumbro al guerrillero y sus hombres. T
al vez, por respeto a sus creencias
religiosas lo que atino a gritar el general fue su acostumbrado alarido de
guerra: “Maisanta” apuñando su escapulario de la Virgen del Socorro, para dejar
atrás al maldiciente y su grupo de seguidores. Con el general Emilio Arévalo
Cedeño igualmente se tropezaría, incluso este estuvo dispuesto a pasarlo por
las armas en un arrebato de ira cuando el predicador de la túnica blanca
increpaba a sus hombres al arrepentimiento, alertando el anarcoide jefe a su
tropa y oficialidad: hombre que parta con el profeta, partiría pero sin vida.
Estos hechos demuestran y conjeturan la incomodidad
no solo del bando alzado, sino oficialista, ocasionada por la presencia del
profeta Enoc en el Alto Apure, que ya era visto y tenido como un incitador de
pueblos.
A medida que avanzaba en su peregrinar
por el Alto Apure, el intimidante vaticinador sumaba adeptos en todos los
estratos sociales. En el año 1926, conocido como el Año de la Humareda, llamado
así por el ardiente, desolador y prolongado verano que afecto al territorio
nacional y continental fue propicio para que Laureano Ojeda (El Profeta)
recibiera total aceptación de parte de personas angustiadas que veían en este
fenómeno meteorológico un castigo divino
por sus rebeldías terrenales. A raíz de este hecho, fueron considerables los
estragos ocasionados en la ganadería y agricultura llanera, miles de reses
murieron víctimas de la deshidratación y la falta de pastizales verdosos; el
deterioro era tal, que los ríos y caños
solo reflejaban barrancas como ataúdes
vacíos abiertos al cielo. Esta
alteración de la naturaleza fanatizo y debilitó aún más el razonamiento de los
pobladores, cuyo consuelo -dicho sarcásticamente- era la homilía de desgracias
anunciadas por el amizcloso y peculiar santo de barba.
Ifigenia Rangel, guasdualiteña ya
fallecida, hermana de uno los apóstoles (José de Jesús Rangel) recordaría: “el
profeta dijo, el que tenga oído y quiera oír que oiga. Con armas nada más no se
mata, se mata con el pensamiento también. Nosotros somos dos, Elías y Enoc.
Elías viene por el Norte y yo por el Oriente. Arrepentíos, el juicio de Dios
está a las puertas. Se esperan grandes temblores de tierra, epidemias, plagas,
una gran guerra universal, más tened cuidado con la marca del Anticristo. Está
ya en el mundo, porque nadie podrá trabajar, comprar ni vender sin que tome la
marca del Anticristo. Tengan mucho cuidado y estén atentos a los signos que muy
pronto aparecerán en el cielo. Diez naciones serán cubiertas por espesas
nieblas. Próximamente aparecerá el Caballo Rojo de la gran guerra universal así
como el Caballo Pálido en el cual cabalgará la muerte. Preparaos, el reino de
los cielos se aproxima. Igualmente anunciaba la segunda venida del Mesías,
diciendo que en cinco meses recorrería el mundo a pie, con destino final Roma,
en donde se encontraría con el profeta Elías para vencer al anticristo en el
Armagedón”.
Es ley universal que todo comienzo tiene
su fin, ceso la humareda, llegaron las
aguas, reverdeció la sabana, se llenaron los ríos y caños; vinieron los avances
tecnológicos (telégrafo, radio, aviones, automóviles, etc) y empezó a decaer el
interés de muchos por el profeta. Lo último que se supo, según testimonios, fue
que resulto detenido en el medio Apure por emisarios del gobierno. Liberado
marcaria destino hacia el estado Bolívar, en donde por lo peculiar y novedoso,
no se pone en duda que haya causado gran revuelo, sus últimos años serian como
anacoreta penitente intricado en la selva bolivarense.
ALJER.