Crónica.
ALJER. Alto Apure.
Preámbulo
La cultura llanera se expresa a través
de las tradiciones, costumbres y manifestaciones populares que se mantienen en
el transcurso de los tiempos. En este sentido, una de las expresiones más
arraigadas en la memoria y espíritu de
nuestro pueblo Guasdualito son los Toros Coleados, considerada esta práctica
hoy día como el Deporte Nacional. En vista de la importancia que reviste la tradicional
actividad en el sentir y gentilicio guasdualitense, se publica una sinopsis
sobre el origen y desarrollo de los toros coleados, enfocado primeramente en el
ámbito nacional, para posteriormente realizar una retrospección en el
Guasdualito contemporáneo, sin pretender
abarcar aspectos graduales, ya que esto
implicaría profundizar en un tema tan
apasionante y efervescente, sin contar con una documentación escrita (antecedentes)
que respalde con total fidelidad los argumentos. La fuente principal de la
información para la estructura del artículo es mayormente bibliográfica con sustentación oral
concerniente.
Origen del Coleo
Puede afirmarse que el génesis de la
actividad del coleo guarda estrecho vínculo con la explotación de la ganadería
en Venezuela. Entre 1529 y 1530, los
hermanos Welser (Bartolomé, Lucas, Ulrice y Jacobo), comerciantes alemanes provenientes de
Augsburgo, y sucesores de Antón Welser, obtienen la garantía de Carlos V, para
la explotación de minas de plata y textiles en el nuevo mundo. A lo que es hoy
Venezuela estos ambiciosos germánicos trasladaron cuantiosos caballos, mulas,
borricos, reses y ganado menor, que incluía cerdos y ovejas. Ahora bien, desde
Santa Ana de Coro, el ganado fue trasladado hacia el Tocuyo y Barquisimeto (Lara)
donde las condiciones del clima, los forrajes naturales y la presencia de
depósitos de agua beneficiaron el desarrollo de la ganadería.
En 1530, en avanzada desde El Tocuyo, el
colonialista Cristóbal de Mendoza Rodríguez funda el primer hato en los llanos
medios, específicamente en el Sitio de Uberito, en los alrededores de la actual
Ciudad de Calabozo (Guárico). De allí la ganadería se extendió hasta el estado
Apure y las sabanas araucanas, a través de los incesantes arreos de animales
conducidos en largas y fatídicas jornadas que les llevasen por la vía del llano
o de los andes (Selva de San Camilo) hasta la meseta de Santa Fe (Colombia).
Corresponde mencionar que el objetivo principal de Los Welser era la búsqueda
de El Dorado (fantasiosa leyenda indígena referida a la ciudad del oro),
resultando no exitosos sus esfuerzos experimentales, sin embargo, esto permitió
la exploración de los caminos para la posterior conquista y poblamiento del
territorio venezolano.
Supone
el historiador José de Oviedo y Baños, que mediados del siglo XVI, con la formación de
los primeros hatos ganaderos, nace la cultura de La Coleadera, o mejor dicho
Los Toros Coleados, puesto que las faenas constantes en el campo requerían
tener un control permanente sobre los rebaños, por parte de los cabresteros,
mayorales o pastores; de allí la aparición de una nueva raza de hombres,
principalmente mestizos, resultado de la noble mezcla del indio, negro y
español que empezaban a ser llamados “llaneros” (personas oriundas de los
llanos de la zona intertropical de la cuenca del río Orinoco que comprende dos
países del norte de Suramérica, Venezuela y Colombia).
Es claro suponer que la expansión de una
economía apoyada netamente en la cría de rebaños y sus constantes necesidades
agrícolas, promovieron a corto plazo,
que las clases excluidas de campesinos tuvieran el "privilegio" de
montar a caballo, y así participar activamente en la producción, arreo,
marcado, descornado y sacrificio de las reses en el campo. Para dicha labor, en
muchas ocasiones se necesitaba la rapidez del caballo y la agilidad del jinete
para ir a toda velocidad tras las reses en fuga, asirse de la "cola"
o "rabo" de la bestia, aligerar la marcha del caballo, y así poder
"tumbar" o "colear" al vacuno. En ocasiones el dueño del hato ofrecía una buena suma de dinero en
monedas, con tal de que se derribara a determinado animal, ocasionando una
estampida de llaneros que le perseguían, para ver quién era el primero en llevarse
el premio. Era esta, una forma de apuesta y entretenimiento practicada por los
habitantes de aquellas sabanas, que permaneció intacta durante los siglos XVII
y XVIII, en las celebraciones y fiestas religiosas; que junto al joropo y otras
costumbres marcaron la idiosincrasia de la Venezuela ancestral.
El Coleo en Guasdualito
En referencia al coleo en Guasdualito,
es difícil precisar con exactitud sus inicios, pero teniendo en cuenta lo
referido en los párrafos anteriores, no
es errado afirmar que, siendo una población fundada con fines ganaderos, la
práctica del coleo en esta población venga desde los mismos tiempos coloniales.
Una vez establecidos los primeros hatos ganaderos, la ganadería en el silvestre
poblado se desarrollaría con gran auge. Botello, O. (1998: 39) en este contexto
deduce: “La misma relación del gobernador Fernando Miyares Pérez da cuenta de
la presencia de 9 hatos y 8 trapiches de cañas de azúcar; en los hatos se
contaron 15.502 cabezas de ganado vacuno, 2.561 de ganado caballar y 65 mular
para un total de 18.128 cabezas de ganado”. (Sic). Lo que refleja el inicio
exitoso de la incipiente ganadería en la capital del Alto Apure.
Iniciando el siglo XX la práctica del
coleo en Periquera se convirtió en un entretenimiento popular, consolidándose a mediados del lapso en
referencia, con la participación de coleadores y toreadores en
mangas que se improvisaban por la Vieja
Calle Real (hoy calle Miranda) teniendo como manga alterna la Calle Sucre. La
aglomeración del público y la participación de curiosos daban un colorido y
alborozo único a los toros coleados añejos aun recordados por muchos
guasdualitenses, que tuvieron la oportunidad de vivir y presenciar una época
única que se fue extinguiendo a medida que la parafernalia de un supuesto
progreso borraba los vestigios del Guasdualito Macondo.
Para las festividades de Nuestra Señora
del Monte Carmelo, referida comúnmente como Virgen del Carmen, realizada
tradicionalmente el 16 de julio, algunos hacendados y dueños de hatos cedían
sus toros para que sirvieran de parte en
el espectáculo llanero. Ganaderos como Daniel García, Alfonso Grieco, Serapio
Medina, Julián Urbina, Francisco Padilla, Lorenzo y Jesús Zapata, Evaristo y
Juan Sánchez, Elías Hurtado, Pedro Arias, Pedro Guedez,
Manuel Rondón, Manuel Orozco solo mencionar algunos, fueron consecuentes con
esta festividad que adquirió mucho auge, pues en ella participaba todo el
pueblo, acompañado por conjuntos musicales, premiados los sobresalientes
con monedas que arrojaban desde las puertas de las casas los más
acaudalados, y con las flores y cintas entregadas por hermosas muchachas ubicadas en el balcón
momentáneo. Todo un espectáculo popular.
Entre los coleadores que se recuerdan,
cuya agilidad y destreza para tumbar morlacos eran compensadas con los vítores
y aplausos de los asistentes, deben mencionarse entre muchos a: Mercedes Ramón
Ceballos, de contextura delgada moldeada
con las faenas del llano, en un cebruno frontino muy difícil que no tumbara un
cacho y muela; Samuel Quintero, otro coleador de coleada segura; Vicente
Crespo, un espectáculo en las mangas locales y foráneas, cuyo retiro fue debido
a una lesión de su muñeca derecha en plena faena; Domingo González, campeón
binacional de coleo; Ramón Porfirio Ceballos; Fedor Agüero; Omar Yánez; Pedro
Alberto Aguilera; Ismael Roa Ramírez (corraleño), además de buen coleador audaz
toreador, saltaba la talanquera y empezaba a torear el toro con su manta
realizando unas faenas llamativas. Manuel Centella, Juan Arecio Guzmán, Luis
Zapata, Tocoto y Carlitos Padilla. Tomas Guillen, Luciano Ramírez, El Sute
Tapia. Espectáculo aparte era el caballo Medallita, que don Cipriano Cabanerios
en la manga hacia bailar; Boanerge
Navas, de hercúlea fuerza; Iván Zapata; El Popular Pelón; El Negro Cheo
Echenique, difícil con una coleada nula; Rodrigo Centella el Poeta Coleador,
quien llego a ganar un sub-campeonato nacional, dedicado luego a la canción
llanera. Como recordado amarrador de La Manga Vuelvan Caras, la referencia a
citar es Leobardo Jiménez (a) Pata e’ Tarea. Entre los animadores se recuerdan
a Martin Garabato; Charles Guillen (ojo e´ garza capitán de manga); Leandro
Duran (se vino, se vino el toro) y otros.
Hoy día a pesar de las dificultades el
coleo en Guasdualito mantiene vigencia; diversas asociaciones, así como jóvenes
empresarios como los hermanos Rangel (Ranzan), José “Bola” Contreras entre
otros, se han encargado de que la llama del deporte nacional no se extinga en el olvido y la indiferencia
de un pueblo ávido de cultura y desarrollo.
Lo comentado es parte de nuestra
identidad socio-cultural, parte de nuestra historia contemporánea que día a día
se escribe con diferentes grafías y tintes, en la cual cada
uno de nosotros somos los escribientes, donde posteriormente esas
páginas serán el testimonio leído, negado o aprobado por las actuales y
venideras generaciones, por ello la importancia de escribirla correctamente y
en forma transcendental.
ALJER.