Crónica.
ALJER. Alto Apure.
Narrativa llanera dedicada a mis
coterráneos del Alto Apure. En afecto y estima al Médico de La Selva, primo
Sharly Otoniel Ceballos, hipocrático guasdualitense sirviéndoles a nuestros
hermanos indígenas en la selva del Amazonas.
Hablar del llano alto apureño es hablar
de mitos y leyendas. Es hablar de lo sobrenatural convertido en misterio,
entresijos mostrencos que cabalgan sin freno ni bozal a lo largo y ancho de la
sabana escabrosa, sugerente y desafiante, extendida como un decorado y
armonizado lienzo verde natural ante los ojos embelesados de llaneros y
trovadores de senderos y poesías.
Llano de aquellos tiempos, llano de
Víctor Gollo Hernández, Clariso Farías, Bonifacio Ereú, Miguel Macías, Cipriano
Cavanerios, Luis Carvallo, Luisito Moreno, Boanerge Navas, Casimiro Delgado,
Alejo López, Pedro Arias, Valoy Torres, Santos Blanco, Pedro Orellana;
llanerazos que eran fuente inagotable de historias germinadas en las ígneas
entrañas del Alto Apure.
Historias vividas por ellos mismos,
otras contadas por sus ancestros, las que posteriormente fueron adquiriendo
esencia de mitos y leyendas, reláficas que no están perdidas solo descansan en
los parajes y caminos sabaneros esperando a ser despertadas por los homeros y
dantianos bardos de la tierra parnasa abrazada por los tiempos con lo
incorpóreo en el horizonte. Laceros que
partieron de lo tangible para vivir en lo abstracto y eterno, volviendo a la
tierra de donde prorrumpieron un día para ser uno solo con el llano, dejando
una huella para andar, hazañas para recordar y vidas para emular.
A lo ancho y largo de nuestra vernácula
geografía apureña aún se escuchan parte de esas historias llaneras alimentadas
por la entelequia, historias que no son cuentos, que fueron contadas en noches
de garúas invernales o tal vez en ensordecedoras quedas veraneras, narraciones
alumbradas por la agonizante luminiscencia de los mechones de kerosén, y
solfeadas a la par por el canto incesante de las aves nocturnas del llano. De
esas recitas llaneras hay una para contar, una para recordar.
Sucedió hace mucho tiempo. Cuando don
Manuel Fuentes (el viejo) llego a ser el hombre más rico y poderoso del llano
colombo-venezolano. ¿Cómo logro su fortuna? La respuesta hasta ahora es arcana,
el escepticismo sincrético opta por referir: trabajando como los buenos,
embraguetandose de sol a sol, nada de otra dimensión. Sin embargo, ante la
amplia y riqueza de la cultura llanera nada puede descartarse, aun con sus
dosis de imaginación y folklorismos puros.
Don Manuel Fuentes, casado con María
Gilly, llegó a ser dueño de catorce grandes hatos en Colombia y diecisiete en
Venezuela, por referir algunos: Platanal, Las Delicias, El Cedral, Mata Negra,
Mata de Tranquero, Chiricoa, Caucagua, Campo Alegre. Según esos relatos que han
viajado en los bartulos enigmáticos del tiempo, a pesar de su inmensa fortuna
era un hombre de vida austera en extremo, no dado a lujos, cuentan que se unía
a sus peones y caporales en las faenas llaneras, siendo excesivamente cuidadoso
en la administración de sus extensos y ricos feudos.
Muchas son las anécdotas sobre el
opulento ganadero. Una de ellas refiere que las paredes de su casa tenían
inscrustadas morocotas y crucifijos; otra, que tenía pacto con el maligno, y
que este lo había hecho rico a cambio de la vida de él mismo y de su familia;
que poseía una cría de gatos negros de gran tamaño (de aquí el famoso refrán:
viajes y viajes como la gata del Cedral) que eran estos fieros felinos los
guardianes oscuros de sus territorios; que su ganado era el más alto y
corpulento de la comarca.
Otra muy inquietante es que, en una
oportunidad con el crepúsculo cetrino cabalgaba en compañía de su hijo hacia
una fundación cercana a uno de sus hatos, en el trayecto encontraron un toro
negro pitando con furia amenazándolos con embestirlos. Armado de un moderno
rifle el muchacho decide disparar para espantarlo, el cachilapo se mantuvo
inmutable, rechiflando y hurgando con más furia; el viejo al notar esto
infiere: “Estese quieto muchacho, eso no es un toro cualquiera, véalo bien y no
se le olvide el sitio donde miró a ese animal”. De esto nacería una leyenda
folklórica que ha perdurado entre relatores y oyentes de los misterios del
llano alto apureño.
A dos horas de la ciudad de Guasdualito,
capital del municipio Páez del estado Apure, a escasos minutos de la Y de Daico
o Los Curitos, se encuentra el Hato Campo Alegre. Según la referencia oral en
este otrora hato fuentero llegaron a pastar en sus sabanas más de 30 mil reses,
siendo en la época uno de los más rico rebaños del llano venezolano. Testimonios
casi olvidados señalan que, cuando don Manuel estaba en la propiedad solía
visitarlo “El Socio” montando un caballo blanquecino o en forma de toro negro,
lo que se llama un cachilapo cotizú. La leyenda nació y empezó a parlarse por
el llano en la boca de cantadores los corríos la historia de don Manuel Fuente
y su Socio. A continuación se presenta uno de ellos referente a este peculiar
personaje del llano alto apureño.
El Corrío Fuentero
Autor: ALJER
*
Pa` cantar este corrió
con mi garganta clarita
hoy me encomiendo al creador
y a Jesucristo bendito.
Sucedió en el Alto Apure
muy cerca de Guasdualito,
cuando Fuentes era el señor
de todo el llano infinito.
Hizo pacto con aquel
para que lo hiciera rico,
fundó el hato Campo Alegre
en una noche oscurita.
Mandó a ensillar su remonta
que era una mula blanquita,
se llevó indios y peones
con barretones y picas.
Al caporal encargó:
un toro e` punta finita
llegaron a un tremedal
allí canto la mabita.
Mando hacer un hueco grande
empezó a sopla una brisa,
metieron al animal
con esfuerzo y con pericia.
Luego ordenó al mayoral
me los entierra a toditos,
entonces se arrodilló
y hablaba muy bajitíco.
La historia no se termina
voy a toma un descansito.
**
Cobíjame con tu manto
te ruego mi Dios bendito,
para seguir relatando
lo que mis ojos no han visto.
Esa noche Fuentes vio
y se puso asustaíto:
al jefe de las tinieblas
en un caballo rojito.
Con candela alrededor
con unos gatos negritos,
este le dijo señor
ya su destino está escrito.
Lo hare rico y millonario
como muy pocos se han visto,
pero tendrá que cumplir
su parte en el compromiso.
El contrato se tranzó
su alma seria del maligno,
igual toda su familia
los grandes y los chiquitos.
De repente apareció
ganado de todo tipo,
el rebaño prosperó
eran treinta mil y pico.
El hombre se arrepintió
se quería pasar de listo,
mando hacer una capilla
con cruces y con santicos.
Esto nada le valió
porque olvidó a Jesucristo,
Fuentes desapareció
aquí todo esta clarito,
el afán por la riqueza
llevó al hombre a un laberinto.
Al desaparecer Manuel Fuentes se inicia
la progresiva decadencia de sus grandes hatos; si en él ya no serían lo mismo,
ni el llano alto apureño tampoco.
ALJER.