Prensa. voanoticias.com
El Partido Republicano mantendrá el
control de la Cámara de Representantes y el Senado lo cual debería facilitar la
gobernabilidad.
Donald Trump consiguió dar vuelta al
mapa político que solo un día antes parecía tener en su contra, para ganar la
presidencia de Estados Unidos en una elección sorpresiva, desde de cierta forma
histórica y ciertamente inédita.
Histórica porque nunca antes hubo tanta
antipatía para los dos candidatos principales, o tantos escándalos que los
hicieron tambalear, ni tantos insultos o tantas dudas sobre el mismo sistema
democrático estadounidense o sobre su fragilidad ante la interferencia
extranjera.
Pero fue ese sistema —el que
irónicamente Trump denunció en algún momento como “amañado”— y el deseo de
cambio de rumbo en Washington lo que le dio el triunfo al republicano. Cuando
apareció para celebrar la victoria, Trump lucía visiblemente emocionado,
probablemente tan sorprendido como el resto del mundo. Tras recibir una llamada
de Hillary Clinton para conceder la derrota dijo:
"Hillary ha trabajado por largo
tiempo y muy duro y le debemos nuestra gratitud por su servicio a nuestro país.
Ahora es tiempo que Estados Unidos cierre las heridas de la división. Es
tiempo. Tenemos que unirnos. A todos los republicanos, demócratas e
independientes a lo largo de todo el país, yo les digo que es tiempo de unirnos
como un solo pueblo".
"Trabajando juntos iniciaremos la
tarea de reconstruir nuestro país… será algo bello... Los olvidados de este
país ya no serán olvidados", añadió antes de agradecer a su esposa, hijos,
familia y cercanos allegados durante su campaña.
Trump ganó no solo a Hillary Clinton
sino también al aparato de su propio partido, que en gran parte dijo no
sentirse representado por el magnate. Desafió a la gran prensa, a la clase
política de ambos partidos y a los paradigmas sobre el manejo de las campañas
presidenciales en Estados Unidos.
No solo ganó los estados clave que tenía
que ganar, como Florida, Ohio y Carolina del Norte, sino también sorprendió
ganando otros que eran considerados fuertemente demócratas como Michigan,
Pennsylvania y Wisconsin.
Ni el voto hispano, con participación
tan fuerte en esta elección, ni el voto afro-estadounidense o el voto de las
mujeres que las encuestas daban abrumadoramente favorable para los demócratas,
fueron suficientes para compensar el gran número de votantes blancos,
especialmente en las zonas rurales, que salieron a votar a última hora y
abrazaron el lema de Trump: “Hagamos Estados Unidos grande otra vez”.
El camino hacia delante será difícil.
Trump gana sobre un país políticamente dividido y tenso racialmente. Un país en
la encrucijada en cuanto a su composición demográfica, pero para el que Trump
ha prometido construir un muro fronterizo, expulsar a 11 millones de
indocumentados y detener la llegada de musulmanes y refugiados.
Hay otras promesas de campaña que fueron
tomadas como divisivas y que falta ver cómo las resuelve: deshacer lo que se
hizo durante los años de Barack Obama en relación al cuidado de la salud,
revisar los tratados de libre comercio, fortalecer al ejército y la posición de
Estados Unidos en los lugares conflictivos del mundo.
La gran ventaja de Trump será que el
Partido Republicano mantendrá el control de la Cámara de Representantes y el
Senado, y con ellos, podrán elegir a un juez conservador como el miembro de la
Corte Suprema que hace falta. Esto debería facilitar la gobernabilidad y acabar
el bloqueo que durante los últimos años paralizó Washington.