Un análisis de la editora de Día1 de la
estrategia política que permitió a Donald Trump alcanzar la presidencia de los
EEUU
Prensa.
elcomercio.pe / Jimena de la Quintana
Editora
de Día 1 / @JDeLaQuintana
“Será un Brexit multiplicado por tres”,
dijo Donald Trump días antes de las elecciones que ganó y que lo convierten en
el próximo presidente de EE.UU. Trump, el millonario empresario de bienes
raíces y estrella de reality shows ganó contra el pronóstico de analistas y
encuestas.
Trump será, muy probablemente, un caso
de estudio para los expertos en márketing político. No comulgo con sus ofensas,
insultos ni con la violencia que empleó en su campaña pero, más allá del
discurso, me enfocaré en su estrategia. Trump inició su campaña como ningún
político lo habría hecho, hablando de temas tabúes en la sociedad americana.
En política, en términos de
comunicación, dejar espacios vacíos es peligroso, pues pueden ser cubiertos por
el enemigo con contenidos que perjudiquen a quien no abordó los temas a tiempo.
Y así, Trump sin perder un segundo se refirió a aspectos que, a decir de los
resultados, preocupaban mucho a la población (mensajes de repudio a lo que no
fuera estadounidense, su nacionalismo exacerbado, los efectos de la
globalización).
Trump no solo comunicó sino que conectó,
logró lo que persigue el márketing político: influir en el electorado y
conquistar su voto. Conectó a través de emociones, aprovechó sentimientos
contenidos, ocultos o no tan ocultos, de los estadounidenses, perjuicios y
temores de una parte de la población. Se trató de un voto más emocional que
racional.
Trump no jugó a ser mejor que Clinton
sino diferente, nítidamente diferente. No jugó a ser mejor en la misma cancha,
jugó desde otra cancha. Su discurso era diferente y su personalidad más, esta
ya era conocida e impedía que se vendiera como quien no era, así que Trump
exageró a Trump, fue más ‘él’ que nunca. Sus electores no le iban a creer otro
papel.
Es Trump el principal responsable de su
victoria, respaldó su campaña en él mismo. Lo extraño es que nadie haya podido
anticipar y enfrentar el juego de quien había construido en el mundo
empresarial y desde hace mucho una marca poderosa; su nombre era su propia
marca. Una marca polémica, pero potente,
sobre la que levantó su campaña política y que ahora lo ha llevado a la Casa
Blanca, con un discurso exaltado de emociones que, más allá de ser falso o
verdadero, le compraron. Trump siempre fue un gran vendedor de su marca.