Opinión.
Gustavo Balanta. Colombia. Periodista
Algo impide que la cicatrización y la
sanación de la herida se logre a satisfacción en el menor tiempo posible. A ese
fenómeno perturbador los médicos le llaman “suciedad de la herida”. En Colombia
hay muchas manifestaciones que requieren ser removidas con una diversidad de
fórmulas para limpiar, cicatrizar y sanar las profundas heridas que deja la
guerra. Sin esta condición, la paz estable y duradera se mantendrá en un estado
gelatinoso.
Esas expresiones de “suciesas” se
corroboran en la más cínica corrupción que permea a la mayoría de estamentos
estatales y gran parte de la sociedad; también se constatan en la promoción,
ejecución y permisividad con la criminalidad por parte de agentes políticos de
ultraderecha y afines al establecimiento inhumano que nos regenta.
Las políticas neoliberales que soportan
el destierro y despojo en la Colombia rural y urbana están en pleno auge. Los
megaproyectos y las megaobras, tal como están concebidas siguen erigiéndose
como el más claro atentado a la tenencia de la tierra de miles de campesinos,
pueblos indígenas y afrodescendientes en el país. La
acumulación exacerbada de riquezas por una élite nacional e internacional sigue
alimentando un régimen oprobioso como el apartheid económico, político y social
con su consabido postulado de discriminación étnica y social, arrastrando a
millares de hombres y mujeres a la iniquidad y la marginalidad.
Estas partículas, que tejen una gran
ñóñora, tienen que desaparecer como un imperativo ético para sembrar la paz. La
implementación de los acuerdos; la vigilancia del cumplimiento de los mismos;
la movilización contra posibles burlas y engaños; la unidad de todas las
expresiones contra la barbarie de la guerra; el seguimiento a los debates en el
Congreso sobre el paquete de cambios estructurales del Estado y la
consolidación de las negociaciones con otras fuerzas insurgentes, son
quehaceres a punto seguido.
Craso error sería reeditar, en tiempos
actuales, vergonzantes episodios históricos como el genocidio contra la Unión
Patriótica. Ahora lo que requerimos es el baile de la esperanza en un
reverdecer del país en paz, democracia real y justicia social. El pueblo no le
perdonaría a este régimen que le hagan conejo y le esquilmen una oportunidad
sin parangón que conduzca a saltos cualitativos en el sosiego del buen vivir.
Cartagena de Indias 21 de noviembre de
2016 vH��$(�5 `8