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Especialistas en las materias de
violencia y frontera pronostican que algunos grupos de la guerrilla no se
plegarán a los acuerdos y se independizarán de esta organización. Tachirenses
que fueron víctimas del secuestro coinciden en la preocupación. Pero, según
otros puntos de vista, si algunos insurrectos se quedan tras la firma de la paz
ya no serán más guerrilleros, sino delincuentes o extorsionadores comunes. El
marco venezolano en todo caso luce atractivo para el delito, en opinión de
expertos.
Fue en 1999 cuando Silvestre Guardia se
convirtió en testigo del conflicto colombiano, aquel que no parece agotarse en
los kilómetros de ese territorio. El ganadero estuvo secuestrado por las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en El Nula, frontera venezolana,
una región donde la revolución encabezada por esta guerrilla pierde sentido,
pero donde sus fantasmas no han dejado de aparecer.
El Táchira es uno de los escenarios
descarnados por un conflicto que no le pertenece. Secuestros, extorsiones,
robos y hasta emisoras radiales son signos de la presencia en la entidad de
grupos irregulares que se autoproclaman como parte del Ejército de Liberación
Nacional o de las FARC.
Ya son más de cinco décadas en las que
el paisaje fronterizo venezolano se ha dibujado bajo las sombras de la guerra
colombiana, la misma que hoy presume con estar llegando a su fin. Luego de
cuatro años de negociación entre la Casa de Nariño y las FARC, y el traspié del
plebiscito, el pasado sábado 12 de noviembre las partes llegaron a un acuerdo
que titulan como definitivo. En paralelo, el gobierno abre la puerta del
diálogo con el ELN.
Este tratado, sinónimo de paz para
muchos, en Táchira genera incertidumbre. Esperanza y temor son palabras que
aparecen en los testimonios de estudiosos y testigos de esta realidad. “Los
acuerdos de paz representan una esperanza para nosotros, porque somos vecinos
de Colombia, pero también preocupa que la anhelada paz no termine repercutiendo
como la mayoría espera, pues la etapa de la implementación es la más difícil”,
explica Francisco Javier Sánchez, coordinador académico del Centro de Estudios
de Fronteras e Integración de la Universidad de Los Andes en Táchira.
Una preocupación compartida
La autonomía de algunos grupos dentro de
las FARC, la poca presencia del Estado en la frontera venezolana, los altos
índices de inseguridad y la afinidad ideológica de los insurgentes con el
gobierno socialista son variables que le hacen presumir a muchos que la
guerrilla colombiana que está en el país decida quedarse y, en un escenario más
preocupante, Venezuela pueda recibir una nueva migración de grupos irregulares
desde Colombia.
Roberto Briceño León, director del
Observatorio Venezolano de Violencia, considera que muchos grupos de las FARC
no se van a plegar completamente a los acuerdos y se independizarán de esta
organización, convirtiéndose en bandas criminales. “Esos grupos tienen mucha
autonomía, tienen negocios particulares y hay una permisividad mayor aquí en
Venezuela que les hace más atractivo seguir delinquiendo en nuestro territorio
que apegarse al acuerdo de paz”, comenta.
Los altos índices de inseguridad en
Venezuela, de acuerdo con Sánchez, es uno de los factores que convierten al
país en un terreno llamativo para los guerrilleros que no tengan vocación de
paz. “El problema de inseguridad funciona como un caldo de cultivo para los
guerrilleros que consideren que la vía no es la paz, pues aquí tienen un
espacio donde las autoridades, además de ser más permisivas, tienen poca
capacidad de maniobra ante lo desbordada que está la criminalidad”.
Esta posibilidad pareciera encontrar un
precedente en el testimonio de Roger Fuentes, ganadero tachirense quien fue
secuestrado en el año 2006 por guerrilleros que se autodenominaban como M-19;
un grupo que se desmovilizó en el año 1990, luego de un acuerdo de paz firmado
durante la presidencia de Virgilio Barco en Colombia. Realidad que le hace
presumir a Fuentes que los nuevos acuerdos de paz no serán sinónimo de
seguridad en Venezuela: “Seguramente van a haber más grupos irregulares, que
vendrán al país luego del acuerdo. Aquí pueden delinquir con mayor facilidad”.
Los ganaderos en el Táchira han sido de
las personas más afectadas por la presencia de estos grupos irregulares. Ellos,
al igual que Fuentes, no definen las posibilidades del acuerdo colombiano a
través de la esperanza. “Corremos peligro de que estos irregulares decidan
venir a Venezuela a seguir delinquiendo, tenemos temor de que esto suceda. Aquí
se ha permitido que estos grupos hagan operaciones en nuestro país”, comenta
preocupado Leonardo Figueroa, presidente de la Asociación de Ganaderos del
Táchira.
Del combate al diálogo
La permisividad que expone Figueroa
puede entenderse, según Sánchez, a través de la afinidad ideológica del
gobierno venezolano con organizaciones como las FARC y el ELN. “Siempre ha
existido la presencia de estos grupos irregulares en Venezuela, pero desde 1999
cambió la política de combate, en gran parte por las afinidades ideológicas del
gobierno con la guerrilla. Ha habido algunos enfrentamientos, tal vez, pero no
se han vuelto a ver combates como el de Cararao, por ejemplo”, expone.
Pável Rondón, ex embajador de Venezuela
en Colombia, sostiene que el cambio de estrategia no fue un gesto de
complicidad con la actuación de la guerrilla, sino la apuesta por una nueva
manera de colaborar con el fin del conflicto colombiano. “Chávez dijo que en el
contexto latinoamericano del siglo XXI no se justificaba la lucha armada, por
lo que intentó terminarla a través de otros acuerdos”.
Para el diplomático, el temor de algunos
ante los acuerdos de paz en Colombia no tiene sentido. “No puede ser que
estemos preocupados porque tengamos guerra y ahora también porque tengamos paz,
¿qué va a hacer un guerrillero con venirse del Cauca a Venezuela, si su lucha
está en Colombia?”, cuestiona.
“Por definición se supone que, si hay
guerrilleros del ELN y de las FARC en Venezuela, al firmarse la paz se irán. Si
se quedan, no son guerrilleros, serán otra cosa. Si están robando, serán
delincuentes”, razona. Sin embargo, Rondón apunta que delitos como los
secuestros y las extorsiones tal vez no disminuirán con la firma del acuerdo,
pues percibe que estas no son actividades propias del conflicto colombiano.
El origen político del conflicto, no
obstante, se ha desdibujado con el transcurrir de los años, cultivándose a sus
sombras actos delictivos que en nada corresponden a su naturaleza beligerante.
“Lo que actúa en la frontera, ya sea del lado colombiano o venezolano, no son
solo fuerzas irregulares con contenido político como las FARC o el ELN. También
hay otros grupos que se conocen como paramilitares que, en todo caso, son
grupos delictivos organizados con o sin el visto bueno de las autoridades”,
precisa Sánchez, identificando esta realidad como una posibilidad de que la paz
no repercuta, como muchos esperarían, en la seguridad del Táchira.
Para este trabajo se envió un
cuestionario digital al equipo nacional de prensa de las FARC con la intención
de conocer su postura sobre este asunto. Al cierre de esta edición, aún no se
habían recibido las respuestas. Así, entre el temor de muchos y la esperanza de
algunos, parece que la paz en Colombia no cruzará la frontera, como sí lo ha hecho
el conflicto por más de 50 años.
(Manuel Roa)