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viernes, 2 de diciembre de 2016

CRÓNICA: La Tacita de Oro por ALJER. Alto Apure.

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños” Cicerón (106 AC-43 AC). Escritor, orador y político romano.

LA TACITA DE ORO
Guasdualito en años veinte
era rico y con decoro
era una tacita de oro
lo comentaba la gente.
Era Gómez presidente
en Apure Pérez Soto,
don Victorino fue el propio
recaudador del tributo
de las ganancias que en bruto
daban los novillos de otros.
Cuando El Paso por La Manga
era un paso muy famoso
con ganado muy mañoso
las canoas iban por bandas.
El cruce lo hacían por tandas
empezando con el día
punteando Bala Perdía
las reses de Manuel Fuentes
al agua caía de repente
rezando un Ave María.
Esperando en la otra orilla
aguardaban los arrieros
Santos Blancos era el primero
por enrumbarse en la trilla.
Baquiano de muchas millas
fue don Isacc Ontiveros,
un auténtico llanero
don Casimiro Delgado
fiel arreador de ganado
en las treinta y dos travesías
caramba cuando daría
por regresarme al pasado.

Resultaría extenso un abordaje sobre las actividades económicas del Guasdualito campero de las tres primeras décadas del siglo veinte. Sin embargo, con la finalidad de realizar un modesto aporte a las nuevas generaciones en cuanto al conocimiento de la historia contemporánea y poco contada de nuestro pueblo, se abarca de manera fútil lo concerniente al desarrollo de la actividad ganadera durante el auge del periodo gomecista.

La explotación ganadera en la capital del municipio Páez tiene su génesis particular. Don José Ignacio del Pumar, Marqués del Pumar y Vizconde de las Riberas del Boconó, inició la conquista del Alto Apure a mediados del siglo XVIII, realizando diversos patronatos ganaderos que culminaron en la fundación del sitio de Guasdualito en la séptima década de ese siglo, es decir en 1771. Concerniente a este hecho, el historiador Botello, O. recalca:

“El sitio era palúdico, enfermizo, en medio de fangales y caños que dejaban las lluvias, pero era imprescindible la formación de un poblado de este lado, porque del otro surgiría al poco tiempo la nombrada villa de Santa Bárbara de Arauca. El criterio del señor del Pumar fue certero, Actuó con visión de futuro (Botello, 1998: 31).

Lo anterior da una referencia clara sobre las liosas condiciones de la nueva fundación, no obstante la determinación de aquellos precursores, aunado a la económica (por demás) mano de obra mestiza (indios y negros mayormente) permitiría un activado poblamiento, a la par de una explotación ganadera de mucho rendimiento; al punto que ya en 1786 según el informe del gobernador de la provincia de Barinas don Fernando Miyares, la producción del ganado vacuno en Guasdualito era de 3.847 cabezas de ganado bovino, apareado con las crías de ganado caballar y mular, distribuidas en aproximadamente 9 hatos ganaderos, cuyos propietarios eran descendientes directos de hispanos.

Vendría la guerra de independencia y más tarde las llamadas guerras civiles, asolando las mismas al país no solo de seres humanos, sino afectando en consideración el rebaño vacuno nacional. El Alto Apure no escaparía de la hecatombe. Por un lado, a los hacendados y dueños de hatos se les pedía colaboración con la causa de la corona, y por el otro, la causa republicana también exigía su aprovisionamiento carnícola. En cuanto a los caudillistas y militarista de principios del siglo pasado (XX), los mismos no tendrían recato a la hora de solicitar el aporte rumiante para alimentar sus revueltas. Ganaderos como Manuel Fuentes y Pancha Vázquez (Doña Bárbara) fueron consecuentes con las peticiones de los enemigos del absolutista Juan Vicente Gómez, quienes en sus utópicas y épicas garibaldianas no les quedo otra salida que rendirse o dispersares hacia el vecino país.

En ese orden de ideas, para una mayor compresión del desarrollo y evolución de la actividad ganadera en el Guasdualito de la época en referencia, es importante traer al contenido lo señalado por Díaz González que se cita textualmente:

“Para 1935 eran 36.150 reses las que se comercializaban la plaza tachirense. El costo por conducir una res por este camino era de Bs. 10, y la pérdida de ganado vacuno sufrida en el trayecto de Guasdualito a San Cristóbal era más o menos del 5%, entre reses muertas y extraviadas en el trayecto del llano para acá. También se tenía una aproximación de la merma del peso original que el ganado tenía antes de empezar la travesía desde Guasdualito a San Cristóbal, calculándose que, en los trescientos kilómetros de recorrido, el ganado perdía 2 arrobas y medía cuando finalizaba el viaje.(1939:25)

Otro aspecto en consideración era la valía en compra y venta del ganado de Periquera, en torno a esto, el mismo Díaz González refiere: “allí se pagaba por arroba Bs. 4,50 y vendían dichas reses en San Cristóbal, en Bs. 6,00 la arroba. Este mismo ganado se engordaba y se vendía en todo el Táchira a Bs.9, 50 la arroba y a Colombia se le vendían las reses después de pernoctar estas de 2 a 4 meses en las sabanas de La Concordia, donde se cebaban o engordaban. Basados en este elemento, los ganaderos tachirenses obtenían mayores ganancias y beneficios (Ibídem, 1939:27)

Lo citado, da a entender el interés no solo de los ganaderos del Alto Apure, sino en muchos casos en los del Bajo, por comercializar sus reses en la capital del Táchira (San Cristóbal), donde costeaban con ganancias apreciables la inversión por unidad animal, aun con los riesgos que implicaban la travesía del Camino Ganadero (Guasdualito-Selva de San Camilo-La Concordia).

Mención aparte pero dentro del artículo y contexto, es el fragmento del libro Guasdualito en la historia, de Luis Felipe Martínez Veloz (2006:27), en el mismo refiere : “El ultimo jefe civil del gomecismo fue Antonio Rivero Vásquez, el de las sardinas “Pica Pica” quien construyo con los presos, el terraplén que conduce a Los Corrales, pasando por la Estación de los hermanos Padilla Hurtado; ese terraplén fue construido a pura parihuela y quedaron los recuerdos por muchos años, que el tiempo se ha encargado de borrar (Sic).

Ahora bien, ubicados en el contexto y época, sería el mismo Rivero Vásquez y la encadenada romería de autoridades civiles, quienes aprovecharían al máximo la no despreciable tasa impositiva que se fijaba a los comerciantes de ganado vacuno, normada la misma con fraudulentas y vejatorias clausulas. Ya en el argot pueblerino y fuera de él, mencionar a Guasdualito era hacer referencia a La Tacita de Oro. La razón muy simple: Por el paso de La Manga del Río, anualmente circulaban hacia el Táchira y el occidente colombiano según estadísticas fehacientes (Censo de 1935) más de 120.000 novillos, teniéndose que, el 100 % de esa comercialización estaba pechada en 5 bolívares por cada componente animal, acción tributaria administrada directamente por el jefe civil y sus acólitos, pasando por encima del concejo municipal, quien debía de ser por ley el encargado de tal acción. Como es de suponer, lo recaudado era posteriormente distribuido en las manos de segundos y terceros, que sin pudor alguno contabilizan para sus patrimonios financieros el fruto del trabajo de los ganaderos alto apureños.

Es de suponer, que la designación de la máxima autoridad civil, implicaba el visto bueno del nacido en la finca La Mulera, dicho estas palabras para referirnos al llamado Benemérito Juan Vicente Gómez, quien tenía la facultad expresa de designar al jefe del pueblo o en su defecto, recomendar al Presidente del Estado la designación del mismo, todo en total acuerdo y compromiso de engordar las arcas en forma impúdica del dictador, a quien le correspondería un 50 % del dispendioso tributo, el 25% para el Presidente del Estado, mientras que el 25 % restante para el Jefe Civil. Esta valorada distribución tributaria hacia muy codiciado el cargo de jefe civil de Guasdualito o mejor La Tacita de Oro.

Pasaron los tiempos, cambio el siglo, cambio el pueblo y cambiaron los personajes, pero aún Guasdualito sigue siendo la Tacita de Oro. Tierra que ama, sufre y espera, evocando las palabras de don Rómulo Gallegos.

ALJER

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