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El recién
seleccionado para una beca Rhodes, Jory Fleming, es el estudiante más
galardonado en los 215 años de historia de la Universidad de Carolina del Sur.
El estudiante de 22 años, que cursa estudios con especialización en geografía y
ciencias marinas, tiene calificaciones perfectas y ha ganado otros tres
prestigiosos premios.
Todos los
becarios Rhodes tienen una excelente reputación. Lo que distingue a Fleming es
que es autista. También sufre un trastorno metabólico. El autismo, o trastorno
del espectro autista, es el nombre que se le da a una diversa variedad de
trastornos que hacen difícil comunicarse, establecer contacto visual y
relacionarse con otras personas. Es una deficiencia leve para algunos, grave
para otros.
“A mí me
diagnosticaron cuando era muy pequeño”, cuenta Fleming, cuya madre abandonó los
planes de practicar la medicina y le brindó instrucción escolar en el hogar. Al
principio, “mamá estaba ahí enseñándome, pero al comenzar la escuela media y
especialmente en la escuela secundaria, todo fue un aprendizaje independiente”.
Y Fleming
comenzó a ser más sociable, tomando algunas clases con otros estudiantes que
también se educaban en el hogar y uniéndose a su grupo de teatro de
Shakespeare. Su papel favorito: actuar en la incompetente compañía de “Sueño de
una noche de verano”.
Las inhibiciones
continúan. “Nunca voy a disfrutar en un entorno social amplio. Pero en un
momento dado mi forma de pensar cambió. Los aspectos positivos superaban los
negativos.”
La profesora de
geografía Jean Ellis, su consejera académica, guio a Fleming para que
solicitara una pasantía Hollings en la Administración Nacional de Asuntos
Oceánicos y Atmosféricos (NOAA). Le siguieron las becas Goldman y Truman, y luego,
la beca Rhodes.
Ellis reconoció
el potencial de Fleming desde el comienzo. “Yo vi todo lo que él era, no sus
dificultades de aprendizaje”, dijo Ellis. Pronto se hizo evidente que Fleming
podía absorber cantidades enormes de información de una forma que los otros
estudiantes no podían igualar. “Él lo tiene todo: tan inteligente y a la vez
tan agradable y modesto.”
La perra de
servicio de Fleming, una labrador llamada Daisy, lo acompañará a la Universidad
de Oxford. Antes de Rhodes, “nadie sabía mi nombre, pero todos conocían el de
Daisy”, dice. “Yo hablé con muchos estudiantes que extrañaban a su perro.”
Ahora, él es una
celebridad, homenajeado en el medio tiempo de un partido de baloncesto de la
universidad con una camiseta y un casco de fútbol autografiado. Hubo una época
en que sólo sus amigos íntimos sabían que era autista. “Nunca fue tema de
conversación, como ‘Hola, soy autista. ¿Cómo estás?”, comentó. “Para mucha
gente con autismo, es así. O no tienen signos visibles de la enfermedad o, como
yo, son muy buenos para controlarlos en público.”
Fleming, quien
aspira a obtener un doctorado luego de su maestría en Oxford, ve en su historia
una lección para todos, no sólo para quienes tienen alguna discapacidad. “El
motivo por el cual gané es que presenté una solicitud. Parece sencillo, pero
nunca vas a ganar nada si no das ese paso e intentas algo nuevo”, dijo.
“La mayor parte
de las veces termina en un rechazo, pero a veces termina de la forma opuesta.
Si no das ese paso, nunca lo sabrás.” Fleming se suma a 31 estudiantes
estadounidenses y 64 de otros países que fueron seleccionados recientemente
para la beca que el magnate minero Cecil Rhodes instituyó en 1902.