Opinión. Gustavo Azócar Alcalá
La frontera
entre Colombia y Venezuela está colapsada. El cierre unilateral ordenado por
Nicolás Maduro el 19 de agosto de 2015 sigue causando estragos. A pesar de que
desde finales de julio de 2016 se ha permitido el paso peatonal por los puentes
internacionales, la economía fronteriza permanece resentida, agobiada, y a
punto de explotar.
Gracias a la
torpe medida de Maduro, unas 7 mil 400 empresas ubicadas en el eje fronterizo
sufrieron pérdidas. De ellas, 3 mil 800
empresas e industrias pertenecientes al municipio Pedro María Ureña del estado
Táchira redujeron en 50% y hasta 70% su personal, según lo informó Isidore
Térez, presidente de la Cámara de Industrias y Comercio de la jurisdicción
La Cámara de
Comercio de San Antonio del Táchira informó que 70% de las empresas ubicadas en
el municipio Bolívar se vieron afectadas por el cierre. En Ureña, el 80% de los
comercios, la mayoría de ellos fábricas de pantalones y carrocerías, no
pudieron adquirir suficiente materia prima para producir.
La Cámara de
Integración Económica Venezolana Colombiana informó que “hasta julio de 2016 el
intercambio bilateral entre ambos países acumuló un retroceso de 40%”. El
cierre de los puentes internacionales constituyó un duro golpe para el comercio
binacional. Por las aduanas de San Antonio y Ureña pasa más de 60% del comercio
entre ambas naciones.
En 2012 el
comercio colombo venezolano se ubicó en casi 2 millardos de dólares. Las cifras
del Instituto Nacional de Estadística muestran que las exportaciones e
importaciones procesadas por las 2 aduanas del estado Táchira sumaron 794,9
millones de dólares entre enero y octubre de 2014.
Pero el cierre
de la frontera decretado por Maduro --- hay quienes creen que fue para ayudar a
sus amigos de las FARC para que pudieran movilizar a todos sus hombres y todo
su armamento sin mayores dificultades y sin la ingrata presencia de vendedores,
compradores y curiosos---- generó un
notable descenso en el intercambio comercial colombo-venezolano de 34%.
De acuerdo con
estadísticas difundidas por el Departamento Administrativo Nacional de
Estadísticas (DAME), de Colombia, el intercambio comercial entre los dos países
pasó de 2 mil millones de dólares en 2012 a tan sólo $770 millones en 2015 y
luego a $510 millones durante el primer semestre de 2016. Una estrepitosa caída
del 75%.
Pero mientras
los comerciantes, empresarios e industriales de la frontera siguen sufriendo
las de Caín, los negocios del gobernador del estado Táchira, José Gregorio
Vielma Mora y unos pocos boliburgueses afectos al PSUV, siguen viento en popa.
El mandatario tachirense acaba de anunciar la apertura de 3 nuevas casas de
cambio propiedad de la empresa ITALCAMBIO en la frontera.
Las tres nuevas
casas de cambio, las cuales se suman a otras tres que ya estaban en
funcionamiento, no fueron sometidas a ningún proceso de licitación pública.
Todas fueron asignadas “a dedo” por Vielma Mora, quien parece llevárselas de
mil maravillas con el dueño de Italcambio, el empresario “socialista y
revolucionario” Carlos Dorado. Las nuevas casas de cambio están ubicadas en las
estaciones de combustible La Laguna y La 95,
ambas en el municipio Pedro María Ureña, y la Estación de Servicio Internacional San
Antonio, en el municipio Bolívar del estado Táchira.
Hay otras tres casas de cambio, dos en San
Cristóbal y una en San Antonio, que
comenzaron a operar el pasado 16 de
enero, con una tasa de conversión inicial de 4 pesos colombianos por bolívar (que nunca fueron pagados gracias al
cobro de comisiones). La tasa de cambio
promedio ha sido de 2,5 pesos
bolívar, la cual, si bien es
cierto es superior a los 0,75 pesos
por bolívar que cotiza la moneda venezolana en el mercado cambiario del Norte de Santander, no
fue lo prometido por Vielma Mora. Las estimaciones indican que la tasa seguirá
bajando hasta ubicarse en 1,50 pesos por bolívar.
Pero mientras
Vielma Mora y sus socios siguen llenándose los bolsillos, del lado colombiano
hay muchas quejas respecto al doble discurso que mantiene el gobierno
venezolano en torno a la apertura de los puentes fronterizos. El gobernador del
Táchira pidió hace dos meses la apertura de los puentes internacionales para
permitir el paso de vehículos colombianos cuyos conductores desearan
abastecerse de gasolina venezolana. Vielma ideó un plan para vender combustible
a 1000 y 1200 pesos el litro. Pero Colombia rechazó la oferta señalando que los
puentes “no serían abiertos sólo para vender gasolina” y que si se abría la
frontera tenía que hacerse de “par en par” para que fluya el comercio
binacional como en los viejos tiempos.
De acuerdo con
el diario La Opinión de Cúcuta, la Cancillería y la Gobernación del departamento
Norte de Santander de Colombia, llevan más de seis meses realizando encuentros
y organizando el territorio de ese país para cuando se produzca la reapertura
total de la frontera. A las reuniones han sido invitados los funcionarios del
gobierno de Venezuela responsables del tema fronterizo, y aunque usted no lo
crea, los “líderes revolucionarios” venezolanos, los mismos que se dan golpes
de pecho todos los días pidiendo que se abran los puentes para vender gasolina,
no sólo no asisten a las reuniones, sino que no responden ni dan señales de
vida.
“Colombia lideró
el corredor humanitario, los diálogos de las cancilleres, el control
migratorio, pero Venezuela no lo hace y todavía no hay control”, dijo el
secretario de Fronteras del departamento Norte de Santander, Juan Carlos
Cortés. “Estamos buscando tener una frontera diferente, como ellos (los
venezolanos) la querían, pero no hay respuesta”.
Según declaró a
La Opinión el funcionario colombiano, los delegados venezolanos que se
esperaban “han venido fallando en todas las reuniones que se plantearon tanto
en transporte como en seguridad”, dos de los temas estratégicos para garantizar
que una eventual reapertura cumpla con las necesidades de la comunidad y la
tranquilidad para ambos países.
Cortés manifestó
su malestar en virtud de que pese a la insistencia de Venezuela de tener una
frontera de paz, “los compromisos acordados no se cumplen y no se ha podido
definir dónde se quieren sentar”. En pocas palabras, los discursos altisonantes
de Maduro y Vielma Mora con relación a la frontera se han vuelto puro gamelote.
Los gobernantes venezolanos quieren abrir la frontera sólo para vender gasolina
y mantener el negocio de las casas de cambio, pero no para reactivar la
golpeada y alicaída economía fronteriza.
El secretario de
fronteras de la Gobernación de Norte de Santander, señaló que “uno de los temas
que más retraso tiene para la reapertura de los puentes internacionales, es el
censo de los vehículos venezolanos que circulan por el departamento, sin pagar
impuestos y evadiendo los controles de velocidad vigentes y sus sanciones”.
Otro aspecto de
mucho interés tiene que ver con los mecanismos para comprar bolívares en Norte
de Santander. Las restricciones impuestas por el gobierno venezolano sobre el
billete de 100 bfs golpearon muy duro a los comerciantes de Cúcuta. Más
recientemente, el gobierno de Venezuela prohibió la circulación de los nuevos
billetes de 500, 1000, 2000, 5000, 10.000 y 20.000 bolívares en sus estados
fronterizos y eso conlleva ciertas limitaciones para quienes desean cambiar
pesos y obtener bolívares venezolanos.
Vielma Mora
vende pesos colombianos a través de Casas de Cambio ubicadas en Táchira
mediante un mecanismo muy cuestionable: recibe dólares en efectivo y por
transferencia y luego paga con pesos que se vienen a retirar en Cúcuta. El
mecanismo establecido por Vielma y sus amigos para cambiar dólares por pesos
colombianos parece violar la Ley contra los Ilícitos Cambiarios vigente desde
el 30 de diciembre de 2015 en Venezuela, pero las autoridades se hacen de la
vista gorda.
Pero mientras
Vielma Mora viola la ley frente a las narices de las autoridades del BCV,
recibiendo dólares de dudosa procedencia para vender pesos, el gobierno prohíbe
la circulación de los nuevos billetes venezolanos en todo el estado Táchira,
decomisa billetes de 100 bfs de curso legal en los puentes fronterizos y limita
las operaciones de compra de bolívares que se hacen desde territorio
colombiano.
Los perjudicados
terminan siendo, como siempre, los habitantes de la frontera. Quienes residen
en la línea fronteriza entre Venezuela y Colombia, especialmente en los estados
Táchira, Zulia y Apure, seguimos siendo tratados como venezolanos de quinta
categoría. Quienes se dedican al comercio legal, pagando sus impuestos y
respetando la ley, son tratados como delincuentes y contrabandistas. Pero los
verdaderos contrabandistas y traficantes, y todos los que se dedican al
bachaqueo, al contrabando y al crimen organizado, parecieran tener el apoyo de
las autoridades.
El doble
discurso de Maduro y Vielma Mora ha hecho colapsar la frontera. Lo que en
cualquier otro país del mundo habría sido considerada una ventaja competitiva,
para fomentar el crecimiento económico, el bienestar y la prosperidad de sus
habitantes, en la Venezuela socialista y revolucionaria es visto como un
mecanismo para enriquecer sólo a unos pocos boliburgueses y mercenarios
gubernamentales.
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