Biografia. Por: ALJER
Para:
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Firme
pilastra ha resultado el esfuerzo de los escribientes de nuestra historia
local, para aquellos que tratan de ensamblar la estructura histórica de un
pueblo necesitado de pertenencia y sentir genuino. Loable y meritorio el brío
de los Heródotos de Halicarnasos y Plutarcos locales, por recuperar lo extenso e invalorable de nuestro pasado
lejano y recién, aún más, sabiendo que
la historia es generosa, pero también puede ser mezquina y olvidadiza. De allí
que la labor por recuperar rememoraciones convencionales y no convencionales
tiene ser tomada como prioridad para el
acrecentamiento del gentilicio. Muchas reláficas no incluidas en los esquemas
académicos tradicionales están a la espera de ser escritas en la historiografía
y, de ser divulgadas para el deleite culturizador de las actuales y venideras
generaciones. Se hace el esfuerzo de viajar en el tiempo y observar con el
catalejo parte de lo que fuimos, somos y seremos. Por allí vamos, hasta donde
la Providencia Divina permita.
El
Bautista.-
Don
Ruperto Prato, tachirense nacido en Santa del Ana Táchira. Fue un predicador bautista de verbo
encendido, intermitente y extrovertido, dedicado gran parte de su vida a la conversión
cristiana, profeso acérrimo de la salvación del alma a través del bautismo por
inmersión, al igual de la imposición de
manos con fe. Perteneciente a la junta Plymouth Brethren con sede en El Paxo
Texas (USA), cuyas ramificaciones en el nuevo continente se extendían en forma
acelerada en la segunda década del siglo
XX. Recorriendo en mula las recuas en verano, y navegando en bongos ríos y
caños, llegaría a la entonces aldea de
Periquera (Guasdualito), zona recóndita y casi aniquilada en parte, por
las endemias palúdicas, y por otra, por los azotes y estragos de la guerra
federal y sus disímiles secuelas. Apenas cuatro calles polvorientas, un
terraplén para el rio Sarare, una iglesia, el cuartel y la botiquería de
Silverio Agüero, eran los componentes distintivos de aquel macondo alto
apureño.
El
reverendo Gerald A. Holmberg, misionero de la Alianza Evangélica para
Venezuela, señalaría sobre don Ruperto, en la compilación Historias de los
Bautistas, Volumen 3. Autoría de Justo Anderson.1990, lo siguiente:
“Cuentan
que don Ruperto, llegó a esa población, proveniente de San Cristóbal, Edo.
Táchira, “buscando oro y camorra” (para usar sus propias palabras), tuvo un
encuentro inexplicable con Dios”. (1990: 41)
Este
supuesto encuentro aún se torna como algo irresoluto, debido a las extrañas
circunstancias en las que únicamente se conoce el hecho por las palabras
contadas por Prato a sus cercanos. Amigos y conocidos del peculiar bautista
afirmaban que, en la capital andina (San Cristóbal), estando el promisorio bautista encargado de una importante
congregación le acontecería un fuerte incidente con uno de sus condiscípulos
pastorales. La razón: la celopatía por su esposa. La incontrolable ofuscación
lo llevaría a descargar su ira con gran saña, al punto de malherir de gravedad
al supuesto contrincante pasional. Con razón o sin razón, lo cierto es que este
hecho, llevaría al bautista a proscribirse en los confines del estado,
sirviendo en zonas rurales, sin la mínima sospecha de su rebaño espiritual de
lo acontecido. Contaría don Ruperto, que en una de las tantas travesías a un
poblado, al pasar frente a un riachuelo cristalino y pedregoso, agotado por el
esfuerzo que implicaba el transito montañoso, se acercaría al afluente natural
para calmar su sed intensa, al hacerlo su corazón abrigaría un sibilino y
epifánico deseo de realizarse un auto
bautismo, lo que lo llevo a desprenderse de su vestimenta y, a sumergirse en
las casi escarchadas aguas. De allí saldría un hombre nuevo y renovado, listo
para la misión que le impondría el mártir del Gólgota.
Su
llegada a Guasdualito iniciando la segunda década del siglo pasado (1920) coincide
con la aparición de Laureno Ojeda, llamado el profeta Enoc, vaticinador cuyo
apellido era mentado como Márquez en la vasta y desértica franja del Alto
Apure. Un suceso poco conocido en la historia convencional es el encuentro de
ambos en el sector conocido como La Manga del Rio, antiguo paso de ganado a la
Montaña de San Camilo. Allí, según fuentes honestas se entablaría una batalla
de verbos, verdades y mentiras, en las que don Ruperto Prato, al acercarse al
enclave tributario y, al oír las acusantes profecías y amenazas del agorero
contra los ingenuos pobladores trataría de desenmascararlo, endilgándolo a
realizar milagros y prodigios que demostraran su pretendido poder divino. Del
profeta solo recibiría monsergas, maldiciones y ofensas.
Establecido
en Guasdualito, el determinado predicador comenzaría a ganarle adeptos a la
iglesia cristiana, esto preocuparía a los curas católicos que veían con
resentimiento la influencia bautista en la población. Muchos fueron los
cristianados por el ritual de inmersión, y muchos los enfrentamientos por celos
religiosos. En cierta ocasión tendría que intervenir el general Benicio Giménez
quien ejercía de comandante del cuartel, ante la fuerte polémica entre Prato y
el Padre López (predecesor de Fray Rojas), por un supuesto agravio del último a
un grupo de damas en la mañana dominguera durante el ritual de la misa romana.
El motivo, el rol de sumisión que debían
tener las féminas ante sus esposos, para don Ruperto esto era una mala
interpretación de las sagradas escrituras paulinas, de allí a la contienda de
manos falto poco, sería catalogado como un desquiciado protestante por su discrepante de turno.
Otro
episodio ardiente y fragoso sobre el personaje, sería la ocasión en que un
advenedizo catecúmeno pregonaba sobre la
entrada únicamente de los niños al paraíso, y sobre la difícil entrada de un
camello por una aguja; para Prato, esto eran
tergiversaciones triviales de la palabra. Los insultos peyorativos y
contiendas verbales no se hicieron esperar, esta vez seria seriamente amenazado por sus ingenuos condiscípulos.
Pasado un lustro de predicas y controversias seria llamado por el
venerable Holmberg, posterior presidente
de la IBCC, para una nueva misión y mayor responsabilidad en las tierras
andinas. Es de resaltar la labor precursora de don Ruperto Prato, en un tiempo
y escenario en que tal vez la inocencia
y sencillez de aquel lejano Guasdualito alejado de la civilización, determinaba
que su gente se inclinara más a creer por necesidad en cualquier trotamundo,
nómada y bohemio, que en lo cierto de la verdad cristina. Todo un personaje
Ruperto Prato, quizás ingratamente olvidado por la historia contemporánea
nuestra.
ALJER
Guasdualito,
16-05-2017
06:45
am