Opinión. Héctor
Ignacio Escandell
Soy
de una generación que se formó académicamente en cercanía a la Fuerza Armada
Nacional. Soy de los que fueron a la escuela en los noventa y principios del
dos mil. Soy de los que vivió el proceso constituyente al inicio de la
adolescencia y soy de los que dijo: ¡Atención!, ¡Firrrr!
De
las fuerzas militares me conmovió la entrega y el sacrificio de hombres y
mujeres que dejan todo por aprender el arte de defender la patria. A los trece
años quería apurar el tiempo para llegar a cuarto año y poder desfilar el cinco
de julio en perfecta formación militar al retumbar del bombo.
Durante
mi época de colegio me enseñaron que el Estado es la conjugación del territorio
y la población, combinada con una forma de gobierno que permite la armonía y el
funcionamiento del país. Con insistencia me dijeron que los militares estaban
para defender la soberanía de amenazas extranjeras y para garantizar el orden
interno.
Mirando
por el retrovisor recuerdo con admiración y respeto a un oficial que todos los
miércoles se armaba de paciencia, para enseñar a una banda de adolescentes los
principios básicos de la democracia y la importancia de los símbolos patrios.
Recuerdo a un hombre que se desvivía para que conociéramos a Bolívar, a Páez,
al Negro Primero, a José Felix y todos los que metieron el pecho para que se
fundara la república. Recuerdo a un buen tipo, de familia y honesto.
¿Qué
pasó con la Fuerza Armada?
En
mi caso, pasaron los años -más de diez- y mi camino no fue el de las armas de
fuego sino el de los micrófonos y el teclado. Aunque siempre compartiendo los
mismos valores de promover los derechos de la ciudadanía y defender el Estado.
Hoy
me aterro al escuchar a un grupo de soldados repetir que quisieran tener …”un
puñal acero, para degollar un maldito guarimbero.” Odio en su máxima expresión. Por
estos días, entro en pánico cuando veo a un Guardia Nacional disparar de frente
las bombas lacrimógenas que pueden matar de un solo carajazo. También aceleran
las máquinas para arrollar a los “guarimberos”. Sin piedad, golpean y actúan
como si estuvieran luchando contra un ejército extranjero. Muy machitos.
No
salgo de mi asombro cuando veo a un oficial levantarse de una moto, alzar sus
brazos y acto seguido una lluvia de gas y perdigones cae sobre gente que
protesta, y que a su vez, les lanzan piedras, tuercas, botellas, metras y
palos.
Esta
Fuerza Armada no es la que yo descubrí en la escuela. No es la que me
mostraron. O sí, ¿Acaso la otra estaba camuflada?
¿Qué
enseñan hoy en los cuarteles?, ¿Cuál es la premisa de los militares?, ¿Qué
valores defienden?
Hoy,
más que ser la Fuerza Armada Nacional Bolivariana parecen una pandilla de
uniformados con poder, una banda de muchachos sin control. Hoy parecen el
anillo de seguridad del Presidente y no soldados al servicio del pueblo.
¿Justicia
Militar?
En
esta crónica debo denunciar la grave decisión que tomó el Gobierno de instalar
tribunales militares para juzgar civiles. Es una ilegalidad del tamaño del
universo entero.
La
justicia militar no puede aplicarse a ningún civil sin importar cuál sea su
delito. Para eso está el Ministerio Público y los circuitos judiciales. Para
eso están las leyes que la Asamblea y el antiguo congreso aprobaron.
La
Constitución de 1999 es la que determina el accionar ciudadano e institucional,
no el fulano Plan Zamora. ¿Qué es el Plan Zamora?, acaso, ¿Es la implementación
de medidas dictatoriales? Las fuerzas militares no deberían prestarse para una
violación sistemática al debido proceso. Mucho menos ser cómplices y autores de
la vulneración de derechos fundamentales.
A
los más de cien detenidos en el estado Carabobo durante los saqueos de esta
semana los debe juzgar un tribunal civil. Esos venezolanos tienen derecho a un
abogado, a ser acusados por un fiscal y además a ser obligados a cumplir una
condena por los daños causados si se les encuentra culpabilidad.
¿Para
esto los entrenaron?
Esta
semana la cerramos con mujeres pelando las tetas en la calle, quitándose y
lanzando pantalones a los militares. Esta semana se va con un nuevo llamado del
Papa Francisco, …”hay que evitar cualquier forma de violencia, respetar los
derechos de los ciudadanos y defender y promover la dignidad humana…”
Las
cifras de muertes en las calles sigue en ascenso. Adolescentes que vieron
apagar su luz y sus talentos por la represión y la hostilidad política. Los
heridos se cuentan por miles. Los detenidos y encarcelados sin juicio nos
muestran la cara más oscura de un gobierno que hace mucho perdió la
legitimidad.
Hermanos
en armas, ustedes tienen la oportunidad de parar, de decir ¡Ya basta! Ustedes
tienen la responsabilidad de revelarse ante una orden que ponga en riesgo la
vida y la dignidad. Háganlo, es urgente.
La
patria les reclama, de corazón, que pare el sufrimiento de las madres. No
vuelvan a empuñar sus armas contra la juventud que desea vivir bien. Vivir
viviendo decía Chávez. Por favor, ¡Ya basta!
De
mi parte, les pido que vuelvan a la institucionalidad. Les pido que vuelvan a
los cuarteles, a la frontera. Que vuelvan a sus tareas de defender a la patria.
No la terminen de matar lo poco que nos queda. Enseñen a los niños de ahora que
las fuerzas militares no son el oficial de San Diego, que viendo como un
manifestante yacía en el suelo le disparó a quemarropa y lo mató.
Pd:
La Venezuela del siglo veintiuno merece un destino mejor que la barbarie. Dejen
de usar las armas y el poder como argumentos.
Héctor
Ignacio Escandell Marcano
https://cronicadelviernes.wordpress.com/2017/05/07/guardias-donde-quedo-el-honor/