Opinión.
Héctor Ignacio Escandell Marcano
Huele a sangre fría y a metras
calientes. La mentira tiene patas cortas y la institucionalidad es dura de
matar. La Crónica del Viernes, sin querer queriendo se convirtió en domingo. Se
tradujo en relatos de un país frenético al filo de una nueva semana.
La Fiscal General de la República fue
acusada hasta el cansancio de traicionera, de vendida y arrastrada. Luisa
Ortega Díaz es para el madurismo el personaje más incómodo de la actualidad;
por encima de Freddy Guevara y Julio Borges. Es mucho más peligrosa que una
Lina Ron lanzando bombas a Globovisión.
¿Quién traicionó o quién?
Poniendo las cartas sobre la mesa,
detrás de las palabras de Diosdado Cabello se esconde una terrible práctica
revolucionaria. Según el expresidente de la Asamblea
Nacional, él fue quien nombro a la
fiscal. ¿Acaso no había sido mediante un proceso institucional?
Pedir perdón a “la revolución” por
nombrar a una “traidora” como fiscal, es admitir que la ilegalidad fue una
herramienta en su gestión. En todo caso, a quien tendría que pedir perdón es al
país por haber hecho trampa en el parlamento.
Por otro lado, todos los que están al
frente de instancias de poder, deberían guardarle lealtad solo a la
institucionalidad, no a un líder y mucho menos al partido. La Fiscal General no
está traicionando a nadie, está cumpliendo con su tarea. Aunque eso desenmascare
a los manipuladores de información.
Si el afán es por señalar a los
traicioneros, los venezolanos pudieran comenzar a preguntarse por ejemplo:
¿Quién traicionó la soberanía alimentaria?, ¿Quién traicionó la seguridad
social?, ¿Quién traicionó a la ética en Cadivi, Cencoex y Pdval? La lista
pudiera ser interminable.
Antes de acusar a un alguien de traidor,
habría que revisarse el ombligo y preguntarse: ¿Quién traicionó a los
adolescentes que dejaron el liceo por hambre?, ¿Quién traicionó a los bebés que
murieron en los hospitales porque no había insumos?, ¿Quién traicionó a las
madres que sufren para llevar comida a sus casas? Seguramente el traidor, en
estos terrenos sea otro personaje.
En tiempos de violencia, el Presidente
insiste en invisibilizar la protesta, el ministro de interior califica de
células terroristas a los que liderizan las marchas y el CNE se convirtió en la
instancia más diligente del país.
La lista de fallecidos ya superó las
cincuenta personas, los detenidos en el marco de la conflictividad política
superan los tres mil y los videos de violación de Derechos Humanos es cada vez
más indignante. ¿Quién traicionó a quién?, repito.
La violencia no es buen presagio para el
futuro, nada que se construya con asesinatos y represión puede conducir a la
paz del país. Ninguna violencia es buena, hay que condenarla venga de donde
venga. La premisa no puede ser la eliminación del contrario sino el reconocimiento
de los otros.
Se viene junio, la mitad del año está
por llegar y se presenta como una buena oportunidad para parar la barbarie. Es
urgente comprender que socialmente vamos derechito al barranco.
El proceso constituyente, lejos de
construir la paz nos está alejando más. Según diversos estudios de opinión,
ocho de cada diez venezolanos la rechaza. Incluso, varios representantes del
Partido Socialista Unido de Venezuela la rechazan porque carece de legitimidad
y traiciona el legado de Hugo Chávez.
El exministro de Interior, Miguel
Rodríguez Torres declaró en Fe y Alegría que la constituyente no solucionará
ningún problema del país. En Venezuela no existe un déficit constitucional, lo
que hay es ausencia de políticas públicas.
Vuelvo y pregunto, ¿Quién traicionó a
quién?
“Vete a la lengua, que en ella consisten
los mayores daños de la humana vida”. Le dijo Cipión a Berganza en El Coloquio
de los Perros que contó Cervantes. He aquí uno de los graves problemas de la
revolución. Hablan demasiado.
Pd: Aquí el único traicionado fue
el PUEBLO. Punto.
Héctor Ignacio Escandell Marcano