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El sudor corría por la frente y las
lágrimas por las mejillas. El dolor de la muerte de Neomar Lander lo llevaban
sobre sus hombros no solo quienes cargaban el féretro, sino Guarenas entera.
“Aquí nació Neomar, héroe de Guarenas“, rezaba una pancarta colocada en las
barandas del Cementerio Jardines del Cercado. Y así sentía y así lloraba este
viernes 9 de junio la ciudad dormitorio a su muerto: como a un libertador.
No era cualquier funeral, pues nadie
vestía de negro. Los asistentes llevaron franelas blancas, pantalones y zapatos
de deportivos. Las banderas de Venezuela y las gorras tricolor también formaban
parte de la vestimenta. Zugei Armas, madre de Neomar, tenía una chemise
amarilla, azul y rojo con una frase de su hijo plasmada en la espalda: “La
lucha de pocos vale por el futuro de muchos. Neomar”.
Dentro de la capilla Diamante velaban al
joven manifestante que murió producto de una herida en el pecho el pasado
miércoles en Chacao. En el ataúd reposaba el cuerpo de un adolescente de 17
años; fuera de él, objetos de “su lucha” adornaban el féretro. Dejaron encima
dos guantes desgastados y una máscara de gas con un mensaje: “Recuerdo de la
resistencia“.
También había estampitas de la Virgen
María y del Sagrado Corazón de Jesús, una banda escrita por su hermana menor e
imágenes de él usando un chaleco improvisado con la frase que se volvió famosa
en las protestas: “Yo soy libertador“.
A Neomar lo sacaron de las cuatro
paredes de la capilla y lo pasearon por las calles de Guarenas, donde vivió
toda la vida. Era como si hubiese vuelto,
cualquier otro día, después de subir a Caracas a manifestar. Por más de
dos horas y por más de cuatro kilómetros caminó la “guardia” que acompañó al
joven. Por un canal de la autopista Caracas-Guarenas extendieron una bandera de
Venezuela y cantaron el himno nacional.
Al llegar al sector donde el joven
vivía, los manifestantes cantaron el himno nacional
Cuando la marcha se quedaba en silencio,
Zugei reanimaba a los manifestantes: “No escucho las consignas. Cantemos más
duro”. Cuando la marcha se quedaba atrás, Zugei aceleraba el paso. “¡Ahí viene
la Guardia Nacional! ¡Vamos a correr como si nos estuviera persiguiendo”, decía
con humor.
En ningún momento se quebró. Ni siquiera
cuando uno de los compañeros de protesta de su hijo se abalanzó sobre ella
luego de que subieran el féretro en la carroza fúnebre. “Mami, yo los veía cómo
se reían (los efectivos de seguridad)”, recordó sobre el momento en el que cayó
muerto Neomar en el acceso a la avenida Libertador.
La carroza llegó hasta la plaza Bolívar
de Guarenas, el sector donde el adolescente nació y creció. De ahí en adelante,
el dolor se llevó a cuestas. Desde las casas, los vecinos despedían a su
muerto. Los bachilleres de la zona se ofrecieron para llevar la bandera de
Venezuela y ondearla por el resto del camino.
Al llegar a la plaza, el féretro fue
cargado frente a la estatua de Simón Bolívar. “Neomar también fue un
libertador”, gritó uno de los jóvenes que dirigía el acto. Sobre la urna
colocaron la franela que simula la vestimenta del prócer venezolano. Zugei se puso
un chaleco de cartón que asemejaba el que usó su hijo durante las
manifestaciones de la oposición. La caligrafía repetía la misma frase: “Yo soy
libertador“.
“El día que mataron a mi hermano, él me
dijo que iba a salir a luchar por Venezuela y por su hermana”, gritó la pequeña
de la familia que tanto cuidaba Neomar. Frente a la efigie del Padre de la
Patria estallaron los sollozos.
A Neomar lo pasearon por sus calles, por
su iglesia, por su plaza y por su terruño. Zugei aún no sabe cómo se siente, se
debate entre el dolor y la ternura de ver a tanta gente a su lado y dice que
quiere subir a Caracas para ver el homenaje que rindieron a su hijo la noche
del pasado jueves, 8 de junio, en el lugar donde cayó mortalmente herido.
Sí sabe, sin embargo, cómo hizo para
enfrentar, de manera estoica, el fallecimiento de su primogénito en un día tan
duro como este. “Ayer le pedí que me diera fuerzas para este momento. Y no me
ha abandonado”, aseguró con los ojos hinchados, pero serena. Rodeada de una
Guarenas que lloró a su Neomar como un hijo suyo, como si se tratase de un
libertador.