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Los jóvenes que han muerto en Venezuela,
durante las protestas contra el presidente Nicolás Maduro, son rápidamente
calificados como “héroes”. ¿Se trata de un homenaje o de una salida fácil para
evitar el sentimiento colectivo de culpa? Analizamos el caso del hombre que
prendió la mecha de la revolución en Túnez e inspiró la Primavera Árabe:
Mohamed Bouazizi.
El director de cine Mohamedd Ben Attia,
cuestionado sobre por qué en su película “Heidi, un grito de libertad”, no hay
villanos ni héroes, respondió: “Siempre he sido sensible a las películas a las
que no puedes identificar fácilmente. El realismo y la credibilidad de esos
personajes me toca porque así es la realidad. En la vida real, esa ambigüedad,
esa fragilidad de las personas está más presente que el heroísmo”.
Heidi, ganadora del premio Berlín como
Mejor Película en 2016, cuenta la historia de un hombre que debe escoger entre
una vida aparentemente perfecta y el riesgo de probar algo diferente. La trama,
en apariencia sencilla, tiene una gran conexión con la historia de Túnez, un país
que vive al límite entre la tradición y la modernidad. Culpa de ello la tiene
el militar y dictador Ben Ali, quien estuvo en el poder 23 años.
En una entrevista para la revista
Semana, le hacen la siguiente pregunta al director: Usted ha dicho que después
de las primeras elecciones democráticas en Túnez, todos empezaron a
redescubrirse y a hacerse preguntas. Pues bien, ¿cuáles son las preguntas que
se ha hecho? ¿Heidi le ayuda a responderlas? Y esta es la respuesta:
- Es cierto que estas cuestiones eran
ante todo políticas. Estábamos más o menos familiarizados con la política
exterior (especialmente con la política francesa), pero abandonamos la idea de
interesarnos por la nuestra. El régimen de Ben Ali terminó anestesiándonos. Así
que conocer la orientación política fue la primera consideración. Después se
empezaron a considerar otras cosas como la religión, cultura, educación. En
este momento seguimos debatiéndonos para poder elegir y definir mejor nuestros
fundamentos.
Existen pinceladas que unen a Venezuela
y Túnez. El país gozó de cierta apertura y bonanza económica, hasta que en 1987
Ben Ali di0 un golpe de Estado, con la ayuda de Agrupación Constitucional
Democrática. Se trataba, en apariencia, de un partido heterogéneo, pero no era
así. Seguían una línea única de pensamiento y la oposición fue apartada de las
principales discusiones políticas y posteriormente ilegalizada. Una serie de
protestas entre 2010 y 2011 obligarían al exilio del autócrata. Pero las
elecciones, en las que se depositaban la esperanza de un cambio profundo,
reflejaron una gran división entre islamistas y laicos.
En Túnez fallecieron 66 personas (en
Venezuela van 76), sobre todo jóvenes, antes de que Ben Ali decidiera dejar de
reprimir a los manifestantes. Un nombre aparece en la historia del país como la
chispa del descontento: Mohamed Bohuazazi. Se quemó a lo bonzo luego de que la
policía le confiscara un puesto de frutas. Al vendedor ambulante de 26 años se
le llama “El padre de la revolución tunecina”. El Parlamento Europeo, de manera
póstuma, le otorgó uno de los reconocimientos más importantes para quienes
trabajan por la libertad: el Sájarov. The Times lo escogió como el personaje
del año en 2011 y el gobierno tunecino lo recuerda con una estampilla postal,
una estatua y una vía terrestre.
Después de la inmolación de Bohuazazi,
al menos 107 tunecinos intentaron repetir el acto. Y en nueve países se
presentaron protestas de este tipo. ¿Un héroe? ¿Su muerte trajo un período de
cambios para el resto de habitantes de Túnez? Es lo que trata de responder la
periodista Thessa Lageman en el artículo “Mohamed Bohuazizi: ¿vale la pena
morir por la primavera árabe?”. La conclusión del artículo no es que solo Túnez
está muy lejos de haber mejorado política y económicamente con respecto al
periodo dictatorial, sino que muchos compatriotas culpan al inmolado y a la
familia de él del actual presente.
“Fue mejor bajo el régimen de Ben Ali”,
cuenta Abdessalam Bouazizi, primo del fallecido y que vendía frutas con él. “La
gente tiene menos dinero ahora, así que vendemos menos.” Las cifras dicen que
el desempleo en Túnez ronda el 15% y en la población juvenil aumenta a 38%. Los
familiares del inmolado no lo han tenido fácil. La madre de Mohamed y su
hermana han sido acosadas por ciudadanos que creen que han recibido dinero por
parte del gobierno y organizaciones extranjeras.
La otra cara de esta realidad la
representa Ali Bouazizi, otro primo de Mohamed, quien optó por trabajar en
silencio por mejorar las condiciones de sus compatriotas de bajos recursos
mediante una ONG y fue detenido por filmar las protestas contra el dictador Ben
Ali. “Yo había sido como su hermano mayor”, explica sobre el mártir. “Sentí una
tremenda culpa por no haber podido hacer nada para cambiar su mente. Quizás
pensó que era mejor estar muerto que vivir bajo esas condiciones”.
El director de cine Ben Attia reconoce
que el presente no es alentador para Túnez, pero abre la posibilidad de que sea
muy temprano para juzgar los cambios: “Seis años han pasado desde enero 14 (fin
del gobierno de Ben Ali) y parece demasiado tiempo especialmente porque nada o
casi nada ha sido resuelto (inflación, desempleo). Pienso que es normal estar
decepcionado, pero al mismo tiempo admito que seis años no son nada en la
historia de un país al que le queda todo por construir. Esto genera una atmósfera
de efervescencia e impaciencia que caracteriza en este momento el estado del país.
Pero por supuesto se cree especialmente cuando se ve la constitución del nuevo
gobierno, más joven y más progresista”.
Julio Llamazares, escritor español, en
un análisis sobre la heroicidad del torero escribía: “Desde Homero y aun antes:
desde los primeros textos mesopotámicos que se conservan grabados en piedra o
en barro, el héroe ha sido siempre un ideal de la raza humana, pero, salvo en
determinados ambientes, su imagen ha evolucionado hacia la normalidad. Y hacia
la generalidad. Todo hombre es un héroe por el sencillo hecho de morir, escribió
el poeta Nicanor Parra. Otros piensan que, al revés, lo heroico no es morir, sino
vivir, y que los verdaderos héroes son el hombre y la mujer comunes que cuidan
de su familia y trabajan, cosa que a los taurinos les parecerá muy pobre”.
En la última frase se encierra la ecuación
del asunto.