Opinión.
Héctor Ignacio Escandell.
Hacer una lectura de esta semana es, sin
duda, una clara invitación a mirar el lado más oscuro de la maldad uniformada.
Se visten de verde, de beige, de azul marino; con sacos, guerreras, de corbata
y hasta con trajes costosos.
Son poquitos, pero se multiplican y
parecen miles. En las calles lanzan bombas, disparan metras, perdigones y
balas. En la televisión aparecen con guarda espaldas, entregando casas, carros,
lavadoras y pintando pajaritos en el aire. Otros a veces no aparecen, pero
sabemos que están ahí, en un juzgado; la mayoría son abogados queriendo
legalizar la mayor ilegalidad de nuestra historia.
Aunque parezca sacado de un guión de
comedia, no lo es. La constituyente es el intento más vulgar de convertir en
verdad una mentira. Una gran estafa. El 30 de julio, dos más dos no será cuatro
sino ocho y hasta diez. Entrada la noche, los venezolanos podríamos ver a la
autoridad electoral anunciar que se contabilizaron 18 millones de votos, cuando
en realidad solo participen 6 millones de electores.
Podríamos tener una asamblea de
constituyentistas -listos para cambiar las leyes de todos- con el
consentimiento de una minúscula minoría. La escena está montada y los actores
solo tendrán que fingir sorpresa.
El país irreal se maneja así, mientras
que el otro, el de la mayoría sigue contando muertos, sigue contando presos y
heridos. Esta otra nación nos dice que el salario mínimo es de 8 dólares, que
la comida es una cosa lujosa y las medicinas solo para gente privilegiada.
Los días por venir pudieran ser los últimos
de la quinta república, es más, pudieran ser el final de la República
Bolivariana de Venezuela. Lo que nos espera no es desconocido, pero será la
legalización de la injusticia, de la miseria y la muerte de la libertad.
Los venezolanos comunes y silvestres
tenemos la posibilidad de evitar la catástrofe. Aunque se vea imposible no lo
es. La protesta no solo se vive en las calles sino en cada acción de la vida
diaria. No protestar es convertirse en un espectador y cómplice del principio
del fin. Aunque la fuerza y las armas estén de un lado, no hay cupo para tanta
gente ni en las cárceles ni en los cementerios.
Algo habrá que hacer. Aunque la fiscal
esté en la mira, aunque el defensor se haga el paisa, algo hay que hacer. Los
venezolanos somos más que instituciones. El país es más que cúpulas.
No es que esto pretenda ser una charla
motivacional, pero el futuro es ahora, el mañana ya llegó. La cuenta regresiva
ya está andando y el lado más oscuro de la maldad uniformada quiere coronar al
dueño y señor de lo que hoy es una república maltrecha, pero república al fin.
Tic tac, tic tac, tic tac… Constituyente: ¿Inicio del fin?
Pd: la cosa no es entre la MUD y el
PSUV. La cosa es que somos o dejamos de ser república.
Héctor Ignacio Escandell