Opinión. Fernando Mires.
Nunca dos personas relatan un mismo hecho de un
modo exactamente igual. Uno acentúa lo uno, el otro lo otro. De ahí que me
atreva a formular la siguiente frase: el relato de un hecho dice más sobre la
persona que relata el hecho que sobre el hecho relatado. Con mayor razón ocurre
así en los procesos colectivos en donde priman visiones ideológicas,
experiencias contrapuestas, distintas biografías. Así se explica por qué las
deducciones que surgen del relato del hecho no solamente son diferentes, sino,
además, antagónicas entre sí. Esa es la razón por la cual el colosal fraude
perpetrado por la CNE el 30 de Julio (30/J) ha sido interpretado de modo muy
diferente por los diversos sectores que conforman la oposición, dentro y fuera
de la MUD.
Resumo: hay tres grupos de opinión.
Según el primer grupo, el megafraude cometido por
la dictadura el 30/J ha enterrado la vía electoral asumida por la mayoría de la
oposición desde el 2006 (candidatura de Rosales) y el 2007 (plebiscito de Chávez), vía que
interrumpió las alternativas voluntaristas (carmonismo, paro petrolero,
abstencionismo) asumiendo la defensa de la Constitución liberal y chavista de
1999.
Según el segundo grupo, el grotesco fraude,
evidenciado y probado por las revelaciones de Smartmatic, ha puesto de
manifiesto que las elecciones son imposibles de ser realizadas bajo la tutela
de la CNE dirigida por Tibisay Lucena (después de Diosdado y Maduro, la persona
más detestada de Venezuela). El tenor predominante de ese grupo es: yo votaría,
pero no con ese CNE.
Un tercer grupo considera necesario participar en
las elecciones regionales que eventualmente tendrían lugar en diciembre, pues
no hacerlo significaría regalar a Maduro 23 gobernaciones y, además, facilitar
el cumplimiento de la utopía de todas las dictaduras, a saber: elecciones sí,
pero sin participación de la oposición (al estilo cubano)
En el primer grupo hay muy débil comunicación con
el segundo y casi ninguna con el tercero. Se trata de sectores más culturales
que políticos, muy emocionales, reacios al debate, seguidores de líderes mesiánicos
cuya retórica basada en códigos de honor los encandila. La presencia medial de
este grupo es muy superior a su inserción real en la sociedad, razón por la
cual logran en determinadas ocasiones ejercer una fuerte presión dentro de la
MUD. Son los de La Salida, los del Maduro vete ya, los de la marcha sin
retorno, los de la Hora Cero, los de con mis muertos no te metas, los de votar
es traición, y los del gobierno de transición con embajadas en el exilio (¡!).
La discusión principal tiene lugar entonces entre
el grupo dos y el tres. Aunque los del grupo dos coinciden con los del uno en
que después del fraude del 30/J es imposible asistir a los comicios sin
legitimar al régimen, muchos estarían de acuerdo con votar, siempre y cuando
tenga lugar una reestructuración de la CNE (algo difícil que ocurra durante
Maduro) Las revelaciones de Smartmatic confirmarían, aparentemente, esa posición.
Los del grupo tres, sin embargo, han realizado una distinta lectura con
respecto a los mismos hechos.
De acuerdo al grupo tres, esa CNE es exactamente
la misma del 6D del 2015. Según los del dos es la misma pero bajo condiciones
diferentes a las del 2015 pues hoy la dictadura es abierta y confesa. Los del
grupo tres afirman que justamente por eso es necesario participar en las
elecciones pues lo contrario significaría legitimar a la dictadura. Los del dos
afirman que participar electoralmente significaría legitimar a la dictadura.
Los del tres que participar significaría relegitimar la vía electoral en contra
de una dictadura que intenta dinamitarla. La discusión parece no tener fin. No
obstante, podría ser resuelta con una sola pregunta: ¿a quién interesa que la
oposición no participe en las elecciones? La respuesta solo puede ser una: A
Maduro y su mafia.
Si la oposición no participa en elecciones, Maduro
no se vería impulsado a suprimirlas. Entonces, preguntarán lo del grupo dos ¿para
qué participar en elecciones si Maduro las va a suprimir y si no es así las va
a desconocer? Supongamos que sea así. En ese caso Maduro chocaría una vez más
con la legalidad y con ello agregaría varios puntos más a su deslegitimación
interna y externa. Sin embargo, en ese punto, el profesor Juan Carlos Soza
Azpurúa apunta con buenas razones que a la dictadura de Maduro no le interesa
tener legitimidad pues le basta con el uso de la fuerza.
El señor Soza Azpurúa tiene razón. Pero solo en
parte. A ninguna dictadura, ni siquiera a la de Maduro, le conviene aumentar su
grado de deslegitimación, mucho más si esa deslegitimación amenaza trizar sus
filas. Gracias a esa desligitimación progresiva el chavismo se encuentra
internamente deteriorado. Si ese proceso sigue aumentando –y un nuevo robo de
elecciones lo aumentaría de modo considerable– puede consumarse el golpe de
gracia que necesita la dictadura para irse de este mundo. Es una hipótesis. Tómese
como tal. Lo importante es que Maduro no quiere que la oposición participe en
las elecciones. Y bien, en este punto hay que recordar una de las premisas básicas
de la política. Ella dice: Nunca hagas lo que tu enemigo quiere que hagas. Pero
los del grupo uno y en parte los del dos, se empecinan en hacer lo que Maduro
quiere que hagas. Están pisando la trampa. Esa es la trampa.
¿Dónde está la trampa?
Precisamente en el fraude del 30/J, reconfirmado
por Smartmatic/Reuter.
¿Quién no sabía que después de los 7 millones y
medio de votos obtenidos por la oposición, Maduro iba a ordenar a Lucena que
inventara por lo menos ocho millones? La vara se la pusieron muy alta, pero
igual la saltó haciendo un horroroso fraude. Al respecto hay dos lecturas. Una
alegre y otra no tanto.
La lectura alegre dice: el fraude fue tan increíblemente
obsceno que la dictadura se desligitimó definitivamente frente a la opinión
mundial. En ese punto, y aunque parezca insólito, comparto mi opinión con la
del profesor Soza Azpurúa. A la dictadura le interesa un carajo la opinión
mundial. Lo importante para ella era sobrepasar la votación de la oposición
fuera como fuera. Desde un punto de vista dictatorial no podía hacer otra cosa.
Si yo hubiera sido dictador habría hecho lo mismo.
Pero hay otra lectura que no es tan alegre. Esa
lectura dice: a la dictadura le interesaba mostrar abiertamente que es
fraudulenta. Solo así la oposición no se atreverá a medirse. Pues bien; ahí
yace precisamente la trampa. Mediante la amenaza del fraude, Maduro intenta
desmoralizar a la oposición y con ello alejarla de todos los procesos
electorales, justamente los únicos en los cuales esa oposición puede ganar. O
en otras palabras: mientras más visible sea el fraude, mayor será el
escepticismo de la ciudadanía para participar en procesos electorales. Así el
dictador gana por partida doble. Por una parte, hace elecciones y se queda con
todos los votos. Por otra, desprestigia al máximo la vía electoral sin que la
oposición tenga otra alternativa de lucha. Negocio redondo.
La dictadura de Maduro y su mafia es, como toda
dictadura, antielectoral. Pero entre suprimir las elecciones y hacer elecciones
tipo Cuba, es decir, sin oposición, prefiere, obviamente, la segunda
posibilidad. El problema es que realmente lo puede lograr gracias a la ayuda
que le presta una parte de la propia oposición (primer y segundo grupo).
La tarea política de la oposición -si no quiere
pisar la trampa tendida por la dictadura- es ir directamente a las elecciones
regionales, ocupar sus espacios y dar ahí otra batalla. Pero ir a ganarlas como
fueron ganadas las del 6-D. Los del grupo dos dirán: el tiempo es otro que el
del 6D. No es cierto. Es la misma dictadura, es el mismo Maduro, es la misma
CNE y es la misma oposición (aún más amplia todavía que durante el 2015).
La posición del grupo tres se encuentra avalada
por tres razones. Una práctica, otra histórica y otra política. La lógica de la
razón práctica enseña que cada vez que la oposición va a elecciones, haciéndose
presente en las mesas, cotejando voto tras voto desde la primera hasta la última
hora, logra resultados favorables. La lógica de la razón histórica enseña que
los más grandes éxitos de la oposición han sido obtenidos en el área electoral
y en ninguna otra. La lógica de la razón política enseña que nunca las
movilizaciones populares han sido más intensas que cuando aparecen articuladas
en torno a un objetivo electoral. Sí, electoral.
¿No fue la lucha por el revocatorio una lucha
electoral? ¿No fue la lucha por las regionales, antes de que Maduro las robara,
una lucha electoral? ¿Nadie se acuerda de
los grandes peregrinajes de recolección de firmas a los que sometió la sádica
Lucena a la ciudadanía ansiosa de votar? ¿No fue el estallido popular que
comenzó en abril de 2017 una demostración de que la ciudadanía estaba dispuesta
a darlo todo para defender a la AN, elegida con sus votos? ¿No surgieron las
grandes protestas callejeras en defensa del sufragio universal avasallado por
una constituyente que inventaron los secuaces de Maduro con el único objetivo
de evitar las elecciones regionales? ¿No diseñó la oposición su línea política
como democrática, pacífica, constitucional y ELECTORAL? Y después de todo eso,
ahora, cuando se abren las perspectivas para inundar a Venezuela con votos
antidictatoriales, los de siempre, los del grupo uno y dos, intentan echar pie
atrás, pisando la trampa tendida por la dictadura.
No. Desde una perspectiva histórica no se trata de
cambiar de ruta como arguyen los del grupo uno y dos. Todo lo contrario, se
trata de reafirmarla. La oposición –o su gran mayoría- es constitucional porque
es electoral y es electoral porque es constitucional. Quienes intentan cambiar
de ruta son los que quieren cerrar la vía electoral sin ofrecer ninguna otra,
pisando así la trampa que Maduro les tendió.
Seamos francos de una vez por todas. La oposición
tiene solo tres alternativas: 1) La lucha armada, para lo cual no está
preparada 2) Soñar con un general divino, o con una invasión de marines
comandados por Trump 3) La línea electoral, la que mejor conoce, la que más
preocupa a Maduro.
Hay quizás una cuarta alternativa: ir a twitter y
desde ahí insultar a los parlamentarios y candidatos de la MUD y a todos los
que los apoyamos. No la recomiendo.