Prensa. Revista Semana.
¿Cuál debería ser la postura de Colombia ante
Venezuela en este momento? ¿Debería guardar silencio para evitar
confrontaciones, romper relaciones diplomáticas o adoptar una posición
concertada con un grupo importante de países? Este es el debate que se ha
abierto después de que el presidente Juan Manuel Santos aseguró que no descarta
la posibilidad de romper relaciones con Venezuela si la situación sigue
avanzando, pero hizo la salvedad de que un rompimiento podría traer más
problemas que beneficios.
La decisión no es fácil de tomar. Colombia y
Venezuela comparten 2.200 kilómetros de frontera viva por la que pasan miles de
colombianos y venezolanos diariamente. No se puede olvidar además que el vecino
país tiene una deuda con empresas colombianas que puede ascender a los 800
millones de dólares y que los consulados colombianos tienen que atender a 1.800
colombianos presos en las cárceles y atiende a cerca 35.000 personas al mes.
“La posición colombiana no puede ser la misma que
la de cualquier otro país, por el tema de la frontera, los migrantes, la
sostenibilidad de los acuerdos de paz. Todos esos temas pesan en la balanza”,
aseguró el expresidente Ernesto Samper.
Tampoco hay que olvidar que desde hace cuatro
meses el embajador de Colombia en Venezuela fue llamado a consulta por la
canciller y no ha regresado. Incluso, que no existe comunicación entre los
presidentes; la última vez que hablaron fue en marzo cuando soldados venezolanos
entraron al territorio colombiano. Desde ahí la retórica y los insultos -del
lado de Maduro- han marcado la relación.
“En estos momentos solo estamos dialogando con los
soldados venezolanos que están en las fronteras con Colombia para temas de logística,
pero con el Gobierno venezolano, como tal, no tenemos relación desde hace mucho
rato”, señaló María Ángela Holguín a RCN Radio.
Colombia fue el primer país en desconocer la
Asamblea Constituyente. Sin embargo, las relaciones continúan. Los analistas
coinciden en que el país está haciendo un ejercicio de equilibrismo caminando
por una línea tan delgada que al menor movimiento la situación podría cambiar
abruptamente.
“Lo que está haciendo ahorita Colombia es
denunciar, pero preservando las posibilidades y tratando de guardar las
alternativas más extremas para cuando ya definitivamente tengan la percepción
de que no hay absolutamente nada que hacer. Me parece sensato, no se está
sugiriendo nada ilegal como una intervención directa”, aseguró a SEMANA Sandra
Borda, analista internacional.
Precisamente, Santos, en su reunión con el
vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, intentó calmar los ánimos al decir
que “una intervención militar a Venezuela no debe ser contemplada”. Esto se da
después de que el presidente Donald Trump aseguró que no descarta este tipo de
actuación de ser necesario. La declaración, como era de esperarse, no cayó bien
en el gobierno venezolano y el hijo de Nicolás Maduro incluso amenazó con
tomarse la Casa Blanca en Nueva York y responder con fusiles si se llega a dar
una invasión militar.
“Ni Colombia ni América Latina, desde el sur del Río
Grande hasta la Patagonia, podrían estar de acuerdo (con la intervensión
militar), América es un continente de paz. Mantengámoslo así”, le dijo el
presidente colombiano a Pence. Además, le recordó al segundo de Trump: “el
fantasma de la intervenciones militares en América Latina ha desparecido. No
queremos que vuelva a aparecer”.
Colombia, sin duda, recibe el mayor impacto de lo
que pasa en Venezuela, al punto de crear el Permiso Especial de Permanencia
para regularizar la situación de cerca de 200.000 venezolanos.
Aunque Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y El
Salvador apoyan al régimen de Maduro, 17 cancilleres latinoamericanos apoyaron
la Asamblea Nacional y desconocieron la Asamblea Constituyente, y afirmaron que
en Venezuela había una “dictadura”. Colombia se encuentra entre los países que
han anunciado que no reconocerán ninguna decisión tomada por la Constituyente.
“Yo creo que Colombia debe seguir con los 17
estados con los que estaban en Lima, ojalá consiguieran que otros se unieran y
aplicaran la carta democrática”, aseguró a SEMANA el internacionalista Rafael
Nieto Navia. Sin embargo, el excanciller Julio Londoño da por descartada la posibilidad
de que en la OEA se reúnan los votos suficientes para aplicar la carta democrática.
Cabe anotar que el secretario de la Organización, Luis Almagro, ha manifestado
abiertamente su rechazo a la violación de derechos humanos en el país y ha
convocado, sin éxito, para que se tomen medidas contundentes.
“En la OEA no se va a producir ninguna resolución
porque no existe la mayoría requerida para que pueda expedirse. Siempre habrá
países que respalden y mantendrían relaciones con Venezuela”, explicó Londoño. “Las
relaciones entre Colombia y Venezuela no se pueden romper, eso no es
conveniente para Colombia, ni siquiera si hay una acción similar de algunos
estados. Es muy importante que en momentos de tensión haya un representante
colombiano que sea los ojos y oídos del país, para no enterarnos por la prensa
de lo que está pasando”, agregó.
Pero, ¿qué significa romper relaciones
diplomaticas? Retirar a misión diplomática y llamar al embajador y cerrar la
embajada, sin embargo, esto no implica que también se rompan las relaciones
consulares. “En plata blanca romper relaciones diplomáticas significa llamar al
embajador y romper todo diálogo diplomático de alto nivel, simplemente se
enfocarían en algunas funciones técnicas y no en el diálogo político”, explicó
Rafael Piñeros, coordinador de Gobierno y Relaciones Internacionales de la
Universidad Externado.
Las relaciones diplomáticas se pueden romper de
manera unilateral, lo podría hacer también Venezuela, sin embargo, “no se
espera que de parte de ellos venga una respuesta de ruptura de relaciones
porque quedaría completamente aislada”, aseguró Cristian Rojas, analista
internacional y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de la Sabana.
El chivo expiatorio
La posición de Colombia frente a Venezuela no solo
es un asunto de política internacional sino de política interna, es un “asunto
doméstico”, como dirían los expertos. No es un secreto que cada decisión es
criticada o aplaudida internamente.
“Dependiendo de las circunstancias domésticas, la
situación bilateral se ha utilizado a manera de catalizador para solucionar los
problemas domésticos, eso es histórico (…) y desde la radicalización (en
Venezuela) Colombia se ha vuelto, existan o no problemas domésticos, un chivo
expiatorio de la situación venezolana”, explicó Javier Garay, docente de la
Universidad Externado. En este punto coincide Sandra Borda, “somos el chivo
expiatorio perfecto para Maduro cada vez que la cosa se le complica allá”.
En el acto de equilibrismo que protagoniza el
gobierno colombiano juega un papel fundamental el marco político actual en
nuestro país. Hasta el punto que el reciente foro de los precandidatos a la
presidencia, la política con Venezuela, jugó un papel fundamental.