Prensa.
@AFP
Los
residentes de Miami hacían lo que podían este viernes para enfrentar el
catastrófico huracán Irma: los que no evacuaron al norte ya abarrotaban los
refugios después de abandonar sus casas con escepticismo y un resignado sentido
de renuncia. En el parque de trailers Sunnyside, un barrio de trabajadores de
bajos recursos -la mayoría cubanos- en el oeste de Miami, los residentes
protegían sus frágiles viviendas con igualmente frágiles planchas de madera o
de zinc.
“Los
techos van a salir volando igual, estos trailers están podridos”, dijo Pedro
Martí, de 49 años, mientras ponía de todos modos las planchas de contrachapado,
que él mismo tachó de “ridículas” en esas pequeñas casas rodantes.
“No
voy a encontrar nada cuando vuelva”, se resignó el plomero cubano. Pero el
viernes aún era un día soleado y cálido, aunque ya comenzaban a sentirse los
primeros vientos de Irma. Muchos negocios ya estaban cerrados y las autopistas
dentro de la ciudad estaban casi vacías -una visión muy inusual en Miami. Irma
promete soplar su furia desde el sur de Florida a partir del domingo de mañana
con fuerza de categoría 4 (de máximo 5) y vientos de 240 Km por hora.
Será
un “huracán de una vez en la vida. Es como el ‘Big One’ para nosotros”, dijo el
miércoles Ed Rappaport, director interino del Centro Nacional de Huracanes. En
la cultura popular, el ‘Big One’ (el Grande) es el terremoto que un día
destruirá California. Solamente en el condado de Miami-Dade, de 2,7 millones
habitantes, “el alcalde (Carlos Giménez) emitió órdenes de evacuación para
cerca de 660.000 residentes”, dijo a la AFP su portavoz, Michael Hernández.
El
gobernador de Florida, Rick Scott, ha rogado a la población que se vaya. “Esta
es una tormenta catastrófica como este estado nunca ha visto antes”, dijo el
viernes. Es imposible saber cuántos evacuaron efectivamente, dijo, pero hasta
el viernes la ciudad había abierto más de 40 refugios con una capacidad para
100.000 personas. “Cerca de 6.000 residentes ya se han refugiado en nuestros
albergues”, añadió Hernández.
-
Sólo queda tener esperanza -
Uno de ellos, el “Fuchs Pavillion”, es uno de
los tres que acepta mascotas en el condado. A media tarde ya había llegado a su
máxima capacidad con más de 1.000 personas y 170 perros, gatos, pájaros, hámsters
y conejos. La gente estaba echada sobre cartones, cobijas o colchones
inflables. Al fondo, decenas de perros ladraban en sus jaulas, pero algunos
tenían a sus mascotas consigo, con una correa. “En huracanes pasados esto
estaba a un tercio de su capacidad. Hoy está lleno completo”, dijo a la AFP
Roberto Baltodano, portavoz regional de la Cruz Roja, alzando la voz en medio
de las frecuentes escaramuzas entre los perros.
Un
turista andaluz estaba frustrado porque había ido a pasar una semana de ensueño
con su esposa y ahora en cambio estaba atrapado en un refugio. “Íbamos a coger
un crucero de siete días, nos íbamos a ir al Caribe. Esto no lo quiero yo para
nadie en el mundo lo que va a pasar”, dijo Juna José Hernández, de 62 años.
También
hay preocupación por la veintena de grúas instaladas en el centro de Miami, una
zona donde continuamente se están construyendo rascacielos. Estas grúas están
diseñadas para soportar huracanes con vientos de 233 Km/hora, bastante menos de
lo que amenaza Irma. “El brazo de una grúa está suelto y su contrapeso es muy
pesado y representa un peligro potencial”, dijo Maurice Pons, vicedirector del
Departamento de Construcción de la ciudad, al Miami New Times.
Los
residentes de Miami Beach estaban particularmente preocupados. La turística
isla barrera, justo frente a Miami, sufre frecuentes inundaciones aún por
lluvias anodinas. La avenida Ocean Drive, usualmente llena de vida con sus
famosos bares y restaurantes, estaba desierta. “Sólo podemos rezar por lo
mejor. Uno pone lo que puede en una maleta y sólo queda tener esperanzas”,
comentó, resignado David Wallack, de 67 años y dueño del club de salsa Mango’s,
un icónico lugar de encuentro de la fiesta miamera.