Prensa. Líder.
Un
decepcionante empate sin goles con el Qarabag disparó este miércoles las dudas
del Atlético de Madrid en la Liga de Campeones, incapaz de doblegar a un rival
menor en Europa, con sólo dos puntos en tres jornadas y con la clasificación
para los octavos de final más que comprometida.
El
Atlético funcionó al ralentí. Quizá condicionado por la presión, quizá porque
el equipo no está tan bien como recalca su técnico, el argentino Diego Simeone,
o quizá porque cada encuentro tiene más dificultades de las aparentes, sus
altibajos fueron evidentes, también sus imprecisiones, demasiadas para este
bloque.
Hasta
el minuto 25 ni una ocasión. Al descanso, empate a cero, explicado, en
cualquier caso, por la falta de remate del Atlético desde entonces, porque,
dentro de esa versión gris, tuvo opciones suficientes para haber terminado el
primer tiempo en ventaja; en unas le faltó pegada, en otras le sobró el portero
Ibrahim Sehic.
Con
el estrés en crecimiento a medida que avanzó el tiempo, el Atlético mantuvo a
ratos la insistencia, pero para entonces el duelo ya era mucho más equilibrado.
Su rival aparecía en la otra área y ya se había cerrado mucho más, compactado
en dos líneas, una poblada con seis defensores sobre la raya del área y otra de
cuatro un par de metros más adelante, con todo lo que eso conlleva.
El
conjunto rojiblanco fue afortunado cuando el árbitro francés Ruddy Buquet no
entendió como penalti una acción que sí lo fue, con una entrada de Godín sobre
Ndlovu, que además supuso la segunda tarjeta amarilla del delantero y su
expulsión. Ni siquiera ante diez ganó el Atlético, que reclamó un posible
penalti a Torres al final e indudablemente mucho más lejos de los octavos de
final de la Liga de Campeones.