Prensa.
Reuters.
Indígenas
de la tribu de los warao que viajaron cientos de kilómetros para huir de la
crisis económica en Venezuela han quedado atrapados en un limbo cerca de la
frontera con Brasil, después de ser removidos de las calles de la ciudad
amazónica de Manaos.
Movidos
por el hambre y la enfermedad que golpean su hábitat tradicional en el delta
del río Orinoco, en el noreste de Venezuela, más de 1.200 integrantes de la
tribu warao se mudaron al norte de Brasil, donde muchos de ellos se vieron
forzados a mendigar en las calles.
Autoridades,
organizaciones no gubernamentales e iglesias en Brasil les ofrecieron refugio
temporal en la frontera, pero el futuro de los warao sigue siendo nebuloso. La
tribu insiste en que no volverá a Venezuela, donde la profunda recesión ha
provocado escasez de productos básicos bajo el Gobierno socialista del
presidente Nicolás Maduro.
“Los
niños estaban muriendo de enfermedades en Venezuela. No hay medicinas, no hay
comida, no hay ayuda”, dijo Rita Nieves, una cacique de la matriarcal tribu
warao.
Muchos
integrantes de la tribu aún están realizando el arduo viaje. Nieves usaba sus
mejores ropas para cruzar de regreso a Venezuela a sepultar a un bebé de tres
meses, que acaba de morir en los brazos de su madre durante el largo del viaje
de 1.000 kilómetros en bus hasta Brasil.
“Estamos
quedándonos aquí porque las cosas no han cambiado en Venezuela”, dijo la mujer,
sentada en una bodega convertida en habitación para 220 indígenas warao en el
pequeño municipio fronterizo de Pacaraima.
Los
niños juegan en medio de decenas de hamacas colgadas de estructuras metálicas
instaladas por la agencia para los refugiados de la ONU, ACNUR. Afuera, las
mujeres cocinaban con leña y los hombres escuchaban a su chamán hablando sobre
las virtudes de una palma que se utiliza para tener cestas y hamacas mientras
fumaba un cigarro de paja.
Los
warao han vivido durante siglos en el delta del Orinoco, pero algunos
comenzaron a abandonar ese lugar cuando el suministro de pescado se agotó por
el desvío de las aguas en favor de las exportaciones venezolanas de mineral de
hierro y bauxita.
Muchos
se fueron a ciudades venezolanas a vender artesanías y mendigar en las calles.
Sin embargo, cuando la economía entró en crisis, a partir del año pasado
comenzaron a trasladarse a Brasil a menudo apenas caminando sin documentos a
través de la frontera.
“Ya
estaban mendigando en Venezuela, pero aquellos que les daban dinero ahora están
pidiendo ayuda para ellos mismos”, dice la Hermana Clara, una misionera de la
organización humanitaria brasileña Fraternidade que posee dos refugios para los
warao. “¿Quién va a comprar artesanías a los warao en una Venezuela en
crisis?”, se pregunta.
Durmiendo
en la calle
En
torno a medio millar de indígenas warao llegaron a Manaos el año pasado. En los
semáforos pedían dinero o vendían artesanías a los conductores. Muchos dormían
a orillas de una carretera hasta que las autoridades quisieron detener la
mendicidad y los llevaron a refugios que no les gustaron.
Algunos
avanzaron hacia las ciudades amazónicas de Santarém y Belém, mientras que otros
volvieron a los pueblos fronterizos, desde donde pueden ir y venir a su tierra
en el delta cada vez que reúnan suficiente dinero.
“Comenzaron
a quedarse aquí, durmiendo en las calles, y provocaron una emergencia
humanitaria”, dijo la secretaria de servicios sociales de Pacaraima, Isabel
Davila.
La
ciudad acondicionó una bodega abandonada con baños, duchas y una cocina con
fondos facilitados por la iglesia mormona. Tal como un refugio similar en la
cercana ciudad de Boa Vista que alberga a 500 warao, son lugares temporales
donde pueden permanecer mientras legalizan su situación para poder trabajar,
dijo Davila.
Pero
la cacique Rita no tiene planes de moverse. El alcalde de Pacaraima prometió
tierras para cultivo y materiales para fabricar artesanías, dijo la mujer, y
ella quiere que los niños warao aprendan portugués.