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Fabián
Carrillo Cleto, un indígena rarámuri, llegó a las calles asfaltadas de
Chihuahua, una ciudad del noroeste de México, el verano del 2014. Atrás habían
quedado sus tierras, su bosque, su forma de vivir. Fabián
fue desplazado de manera forzada de su hogar. Su casa se ubicaba en una
ranchería del municipio de Urique, en la colindancia del estado de Chihuahua
con el de Sinaloa. Hombres armados lo golpearon y le dijeron que querían sus
tierras. Fabián no tuvo otra opción que huir. Sus hijos quedaron regados en
diferentes albergues de la sierra Tarahumara.
Él
se había convertido en un opositor férreo al despojo de tierras y bosques de su
comunidad. En esa defensa, llevó a la mesa de las reuniones de gobernadores
indígenas trámites sobre casos de sus vecinos, ya sea para recuperar terrenos o
para denunciar casos de violencia.
Fabián
entendió la manera de actuar de los delincuentes, la forma de organizarse y
sobrevivió, como si tuviese una unidad de inteligencia. Recorrió la sierra
esquivando a quienes se convirtieron en sus enemigos, defendió a su raza de
todo y de todos.
Mantuvo
comunicación permanente con ellos, hasta que fue orillado a desplazarse.
En
municipios de Urique, Guazapares, Guadalupe y Calvo, Chínipas, Maguarichi,
Guachochi y Bocoyna, principalmente, los indígenas resisten a la invasión de
tierras. Son obligados a sembrar marihuana y amapola, a cuidar ganado robado y
sus hijos son enganchados u obligados a trabajar en cultivos de enervantes.
A
diferencia de otros líderes indígenas que han sido asesinados por el crimen
organizado, Fabián murió por una enfermedad. Pero murió lejos de su tierra, de
la que fue arrebatado por ese mismo crimen organizado. Caciques
que históricamente han controlado territorios completos de la Tarahumara, se
mimetizaron o se fundieron con grupos delictivos para sobrevivir o para tener
mejores resultados y han expulsado o amenazado, a quienes lideran la defensa de
la tala ilegal o inmoderada de árboles de la sierra.
Decenas
de comunidades indígenas quedan en medio de enfrentamientos entre grupos
delictivos y son obligados de manera forzada a dejar su territorio. Han
sido despojados de su tierra y su forma de vida. Refugiados en asentamientos de
los municipios de Chihuahua, Cuauhtémoc, Guerrero y del centro sur del estado,
trabajan en huertas y en la pizca. Otros tratan de encontrar trabajo en la
construcción.
Morir
por el bosque
Fabián
es uno de los líderes indígenas que han luchado por defender los bosques. Pero
la genealogía es vasta y su resistencia ha llegado al límite en los últimos
cuatro años.
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