Crónica. ALJER. Chino Ereu
Sin
ahondar en profundidad en el historicismo, alegorismo y evolucionismo, puede
afirmarse que el tema de las leyendas y mitos llaneros, es un argumento
intrigante y apasionante para los amantes y ágrafos de la cultura llanera. Para
un gran número de investigadores resulta simple la explicación de las disímiles
manifestaciones etéreas y fantasmagóricas del llano venezolano, sin embargo, no
siempre lo científico tiene con fidelidad las explicaciones más coherentes y
racionales sobre lo real o irreal, y en todo caso, por ser una concepción de
índole humana el razonamiento está muy propenso a la falibilidad.
En
esto el dogmatismo dialectico en su afán explicativo cohesiona y encadena
relatos y narraciones que cíclicamente determinan una cultura específica,
cultura que va solidificándose con el correr de los años, conformando una
estructura formativa popular de arraigadas manifestaciones, expresiones y
creencias, que son los resultados de las necesidades históricas que ha tenido y
tiene el hombre llanero de aludir a lo maravilloso, o mejor: de explicar lo
inexplicable. Esa ha sido genéticamente su cultura y esencia y, así continuara
siendo hasta que el llano sea llano y hasta que el último llanero apureño
extinga su mirada en la lánguida hora de la sirga crepuscular.
Un
caso de confrontación entre lo explicable e inefable es el siguiente. El llano
cunavichero resulta ser un inmenso verdemar, ingentemente rico tanto en lo
natural como en lo cultural, propicio y ubérrimo para la escritura mélica
poética en sus diversas expresiones y dimensiones. Del hecho habrán
transcurrido alrededor de 20 años, cuando quien redacta estas líneas, siendo un
maltón invitado por unos apreciados amigos, tuvo la oportunidad de visitar a la
tierra que sugestionaría al insigne Rómulo Gallegos, para escribir su obra
cumbre Doña Bárbara, e inmortalizar en briosa y soberbia narrativa mágica y
costumbrista al llano apureño.
Luego
de una travesía vehicular en medio de un policromo de bellezas naturales, el
pernocté fue programado en un hato llanero propiedad de un conocido ganadero de
la zona. Entre los invitados formales del propietario se encontraba un taheño
norteamericano de unos 60 años, con muchos años residenciado en la capital del
país (Caracas), experto en paleontología y arqueología, reconocido académico,
incluso autor de varias publicaciones editadas por Universidad Central de
Venezuela (UCV).
Con
el avance de las horas, el vespertino rey sideral daría paso al dosel bruno
estelar. Con la llegada de la noche llegarían el joropo, las coplas y versos, y
junto a estos las pláticas obligadas sobre los fantasmas llaneros, cuentos de
unos y de otros, hasta que el arqueólogo, animado por los ríos de Escocias,
toma bruscamente la palabra y, con un entramado lenguaje entre un inglés lar y
un español transversal profirió entre palabras más o palabras menos lo
siguiente: “En el llano existir lo que el llanero quiere que exista, el resto
es como decir ustedes, gamelote y monte; corran la voz que aquí salir un muerto
y sin salir ese muerto, el muerto salir, pero en la boca del llanero”.
Bajo
una agraciada luna llanera y, ubicados en un amplio corredor con zaguanes,
prestábamos atención a su intervención. Al finalizarla en los presentes a
uniformaron sonrisas suspicaces por las conjeturas del académico. Continúo el
personaje con su interesante explicación: “Ustedes tienen que haber leído sobre
el origen de la mitología, saber sobre las distintas civilizaciones de la
humanidad a lo largo de su existencia, recordaran a la civilización griega, la
cual ser origen de las divinidades y espectros. Ustedes tienen a La Llorona,
los griegos tenían a Medea, una bruja hechicera abandonada por su marido que se
enamoró de una princesa, en venganza Medea pudo castigarlo matando a sus dos
hijos y asesinando a su rival, ella quedar condenada eternamente vagar por los
Campos Elíseos.
Los
mexicanos tener a Chihuacóatl, protectora de la raza, diosa con sabiduría
popular, que era una mujer vestida de blanco que comenzó a aparecer regularmente
sobre las aguas del lago de Texcoco, llorando por sus hijos a quienes perdería
con la conquista de América. Y continúo, ustedes tienen al Silbón, el papá de
ese Silbón, es Licaon el griego, mitológico rey, intelectual, amante de los
sacrificios humanos, lo que le ocasionó una metamorfosis aterradora. En un
intersticio, uno de los presentes pregunta: ¿Doctor y sobre la bola de fuego
que nos puede decir? Respondiendo el interrogado: eso lo responde papa Zeus
(dios griego) por andar regando hijos, uno de ellos Tántalo. O si querer creer
son ovnis, dioses caídos, si así lo desean”.
La
noche avanzaba sin sobresaltos, en una segunda pausa nos referiría el dueño del
hato en análogas palabras: “El doctor vino aquí a dejarnos sin aparatos y sin
apariciones. ¿Que pensaran los viejos con respecto a sus aseveraciones? ¿Sera
que todo es un cuento, será que todo es una ilusión? ¿Sera que todo es un mito?
”. Ya vendrían las respuestas ante sus preguntas. Luego del aperitivo criollo
(carne asada, picantes y casabe) la tertulia continuaría hasta altas horas de
la noche. La clepsidra marcaria la hora de Morfeo. Lo ocurrido luego, y en esto
me disculpo con el lector, además de respetarle el albedrio para creer o no lo
aquí comentado, sería lo más parecido a un convite de apariciones llaneras,
donde hasta al más recio e incrédulo tuvo que creer lo no creíble. De no haber
estado presente quien rubrica estas líneas, esta reseña no estaría publicada.
Inicialmente
no entendíamos si era la visita de los dioses mitológicos griegos, o fue que
los celosos fantasmas del llano querían hacerse sentir, tal vez enfurecidos
contra el erudito detractor. En lo seguido se empezó a oír de todo, desde
perros sollozando, lamentos lejanos de mujer, silbidos fuertes, ecos de gritos
aterradores, de todo un poco para no aburrir, imposible de aburrirse ante tales
manifestaciones paranormales, que como ya sabemos son parte de la cultura e
identidad llanera.
En
el albor del día, sentados en la mesa principal del comedor, oyendo las canoras
silvestres, a la espera del desayuno, ninguno de los invitados procuro romper
el mutismo presente, el ambiente era de un hermetismo total. Al acercarse el
desgonzado experto en paleontología y arqueología, este servidor le infiere:
¿Doctor, que tal durmió? A lo que respondería: “Chico, yo no dormir nada, me
puse a oír unos pájaros que llegaron de repente, cantaban mucho extraño, mucho
alboroto raro”. Las miradas de los comensales se fijaron en un punto fijo, las
palabras no fueron necesarias. Otro invitado en son de sarcasmo le
interrogaría: ¿Doctor y porque no salió a ver esos pájaros? La respuesta:
Caramba muchacho, yo tratar, pero por ventana no vi pájaros, y oía tan cerquita
todo. Quédense ustedes con sus aparatos, no tener nada contra ellos.
Conocido
es el refrán: “De que vuelan, vuelan”, y bien pudiera agregársele: en el llano
apureño vuelan más. Cada pueblo tiene su cultura cosmogónica, cada pueblo con
lo suyo, y, resulta preferible dejarles intactas al llanero sus creencias,
mitos y leyendas, demiurgos y gorgonas, sean estos aspectos conocidos en otras
áreas como sobrenatural o paranormal, que dejarlo sin su identidad y cultura
heredada de tiempos inmemoriales. Si eso pasara quedaría huérfano del llano,
huérfano de su cultura, rompiéndose el connubio inescrutable con su esencia
histórica.
ALJER
Email:chinoereu@yahoo.es
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