Prosa. Aljer. Guasdualito-Alto Apure.
Venezuela.
Primeramente
mi origen natural es creacionista, siendo mi religión inmanente panteísta, y en
lo sentimental perteneciente a la era anticuada del romanticismo idealista.
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En
lo personal soy de esos seres humanos que no se avergüenzan de su origen
humilde, por el contario lo conciertan a las pífanas del viento a cada momento
posible.
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En
lo poético, soy de esos poetas que con el tiempo han evolucionado entre
diacronías y vidas cíclicas, soy de esos escritores poéticos no académicos que
por naturaleza escriben en las madrugadas frías los santiamenes del día y los
prodigues de la noche, sin importar que solo sean tonterías sin rimas ni normas
métricas ni ortografías exactas, pues a la postre la satisfacción no es
únicamente publicar un libro, ganar un premio o un cheque con ceros de la
banca.
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En
lo filosófico soy de esos seres humanos que no buscan un protagonismo
egocentrista influyendo en otras vidas, sino más bien ser el eje universal de
sus propias vidas, sin culpar a otros de sus propios males y heridas. Filosofía
sencilla y sin diatribas.
/
Además,
soy de esos seres humanos de los que en las noches no se enemistan con el
insomnio, porque pacientemente convertimos al desvelo en un té relajante y
sedante para calmar consternadas fatigas, para luego transmutarlas a un papel
con letras interesantes y vivas.
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Soy
de esa especie humana con ADN de libre pensador, de esos con independencia
mental, de los que piensan y razonan por si mismos sin importar opiniones
triviales, soy de los que huyen de estereotipos mediáticos y formales, de los
que prefieren ser naturales, muy originales y no copias ridículas de seres
vegetales.
/
Soy
un homo sapiens perteneciente a una especie adoradora de un Dios de amor y no
idolatra de un Dios castigador, creyente en el Dios de Espinoza, quien afirma:
Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas,
ahí es en donde vivo y es ahí donde expreso mi amor por ti, y si no puedes
leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos y
sonrisa de un niño menos me leerás en un libro. Ese es mi Dios, el de Baruch
Espinoza.
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Pertenezco
a una especie humana consciente de que la humildad del espíritu es la llave que
abre las puertas que el ego enfermizo cierra con soberbia. Soy de esos seres
humanos que teniendo un poco de pan hacen como la viuda de Sarepta: lo dan con
el corazón al necesitado sin esperar recompensas terrenales, sabiendo que la
siembra se cosechará en el país de los cielos, allá en los labrantíos eternos
celestiales. Soy de esos que al tener mucho dan con mucho amor sin ver en la
persona la condición, forma y color, porque se lo que es no tener nada en esta
vida y sentir el aguijón.
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Soy
de esos seres humanos que se conmueven con la mirada de un enfermo, y que
apartando un día de sus mundos bohemios los visitan llevándoles más que algo
material una palabra de aliento bueno, como acercándome a ellos y a la vez
acercándome al Dios Eterno.
/
Pertenezco
a una raza humana añejada y dada a la antigua. Por ello mi genética mental y
sentimental me permite –aun teniendo problemas y necesidades- saludar con unos
buenos días y dar la mano en forma firme, humanitaria y desprendida. Por ello
mi genética mental y sentimental hacen que mi amistad sea sincera, por ello mi
herencia sicológica y biológica susceptible me permite reírme como un niño a
escondidas, representando en mi anfiteatro mental experiencias hermosas bien
vividas. Por ello mi genética susceptible me permite creer en el amor de la
familia.
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Pertenezco
a una especie humana que retribuye amor con verdadero amor, soy del tipo de
Romeo medieval clandestino que a su enamorada regala rosas, de los que dan
serenatas con canciones de Leonardo Favio y Leo Dan a la media noche, de los
que invitan a cenar bajo las estrellas, de los que hablan el idioma secreto del
alma y de los que besan la mano de la mujer bella, goteando en ella: dosis
hibleas de pasión en derroche.
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Soy
de una especie humana quizás en extinción, de esos seres humanos que idealizan
un mundo mejor. Soy de una especie humana que tal vez desaparecerá en pocos
años soñando e idealizando sociedades utópicas.
/
Y
cuando ya el lápiz casi acabado y el papel arrugado extrañen mi mano, algo
bueno habrá pasado: HABRÉ SIDO YO, me habré transformado en un ser espiritual
de otra dimensión, en la tangible no olvidado, ya que mi origen complexo me
habrá permitido dar vida a poemas escritos no por mí: sino por mi corazón. Pero
lo más importante: habré sido yo, habré sido yo mismo: un ser humano gratamente
recordado por aquellos a los que Elohim Yavé me permitió conocer, querer y
serviles con amor.
ALJER “CHINO” EREÚ
Guasdualito, Venezuela, abril de 2018