Prensa. Diario
Las Américas.
David
Smolansky tendría que haber acabado a finales del año pasado su mandato como
alcalde de El Hatillo, un municipio del área metropolitana de Caracas de poco
menos de 60.000 habitantes. Pero al terminar 2017, su vida transcurría ya a más
de 3.000 kilómetros de distancia de allí.
Smolansky
(Caracas, 1985) vive en Washington desde octubre pasado y allí se lo ve en todo
acto en el que se hable de Venezuela. Ya se trate de un coloquio en un
"think tank" o de una sesión en la Organización de Estados Americanos
(OEA), él está allí.
El
político del partido Voluntad Popular, que en 2014 se convirtió en el alcalde
más joven en la historia de Venezuela, es uno de los opositores que en el
último año salieron de su país para evadir una Justicia que denuncian que está
manipulada por el régimen de Nicolás Maduro. Llegó a Estados Unidos tras una
huida de casi tres meses.
El
9 de agosto de 2017, Smolansky fue destituido y condenado por el Tribunal
Supremo a 15 meses de prisión por no reprimir las protestas antigubernamentales
en su municipio. Entonces se escondió y tras 35 días de clandestinidad, salió
de Venezuela a través de Brasil después de cruzar una treintena de controles
policiales con su característica barba afeitada, unas gafas que normalmente no
lleva y con sombrero.
"En
el exilio hay dos opciones: o te echas a morir o te reinventas", dice a
dpa. "Y esa reinvención pasa por que se convierta en una oportunidad de
vida. No eres libre porque no puedes volver, pero se presenta una oportunidad
de crecer académica y políticamente".
Smolansky
llega de la biblioteca. El encuentro es en la escuela de negocios de
Georgetown, la universidad más antigua de Estados Unidos. En marzo, la
institución le entregó un premio, el GCL Impact Award, por defender la
democracia.
Sus
primeros tres meses de exilio estadounidense los pasó en el cuarto de la hija
recién nacida de un amigo de infancia que vive en Washington. Y fue en ese
tiempo cuando la Universidad de Georgetown lo invitó a un programa de visita en
el que desarrolla una línea de investigación sobre seguridad ciudadana y seguridad
hemisférica.
"Es
un tema esencial para Venezuela, uno de los países más violentos del mundo. Si
no logramos tener un país seguro, difícilmente se puedan desarrollar áreas como
la economía, la educación o la salud".
Smolansky
habla de su país en presente, como si siguiera allí. Y es porque ha hecho del
exilio una continuación del trabajo que comenzó ya antes de ser alcalde de El
Hatillo. Estudió Comunicación Social e hizo una maestría en Ciencia Política y,
aunque le gustaba el periodismo, sus años de activismo universitario guiaron
sus pasos.
Su
nombre es conocido en Washington, también en la administración de Donald Trump,
que ejerce la mayor presión internacional sobre Maduro. Tiene comunicación con
ella y se ha reunido con el vicepresidente Mike Pence, que lo citó en su
reciente discurso en la OEA junto a otros tres opositores. También se ha visto
con miembros del Congreso.
"Tomo
el exilio como una oportunidad para contribuir a la salida de Maduro, para
contribuir a una transición correcta hacia la democracia, hacia un país en el
que haya oportunidades", señala. "Maduro es un elemento
desestabilizador y de amenaza a la región". Smolanksy apuesta a un
esfuerzo multilateral liderado por Estados Unidos, el Grupo de Lima y la Unión
Europea para ver regresar la democracia que asegura que el chavismo ha
arrebatado a Venezuela.
Los
venezolanos encabezan la lista de peticionarios de asilo en Estados Unidos
desde 2016. Nunca antes había pasado, aunque ya desde 2014 estaban entre las
primeras diez nacionalidades. Aquel fue el año de la primera gran ola de
protestas contra el régimen de Maduro.
"La
inmensa mayoría de los que han emigrado lo han hecho en contra de su voluntad.
Se fueron porque no tenían qué comer o cómo curarse. Maduro ha logrado un
colapso similar a un país en guerra", asegura Smolansky. "Venezuela
es un narcoestado administrado por militares".
Él
se ha topado también con el mayor problema que encuentra la mayoría de los 1,5
millones de venezolanos que según la ONU dejaron Venezuela entre 2015 y 2017.
"¿De qué vive uno?". Smolansky paga su alquiler y su manutención con
asesorías y consultorías en temas de seguridad ciudadana y crisis humanitaria.
De
los líderes opositores que han dejado su país, él es una rara avis por el
destino elegido. La mayoría de los que optaron por Estados Unidos está en
Miami. El sureño y soleado estado de Florida concentra de hecho la mayor
comunidad venezolana del país. A Doral, en el condado de Miami-Dade, se la
conoce ya como "Doralzuela".
En
Washington, tras un invierno gélido y oscuro, acaba de llegar la primavera.
Smolansky echa de menos el clima venezolano, sus paisajes y su comida. Hay
nostalgia en sus palabras, pero no autocompasión.
Sus
abuelos tuvieron que dejar la Unión Soviética y se fueron a Cuba. Y de allí
salió su padre en 1970. "Es duro, pero te da la cicatriz para que te
puedas reinventar". Ninguna de las dos generaciones anteriores volvió
hasta ahora al lugar en el que nació.
Smolansky
no duda de su propio regreso, pero no hace de ello una obsesión. Se prepara
para volver cuando tenga que volver. "Dure lo que dure mi exilio". La
revista "Americas Quarterly" lo acaba de incluir en una lista de diez
personas que vaticina que un día reconstruirán Venezuela. La suya, con la barba
que se afeitó para no ser reconocido al salir del país, fue la fotografía de
portada.
FUENTE:
dpa