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Una
operación en el ligamento cruzado de la rodilla derecha frenó su impresionante
ascenso por el sistema de ligas menores de los Mellizos de Minnesota, pero como
dice ese popular dicho: “No hay mal que dure 100 años”. Luis Arráez regresó en
2018 a los terrenos de juego y lo está haciendo con la imprenta que lo
caracteriza: batazos por todos los lados.
La
mejor descripción de ese retorno al diamante fue su accionar en la sucursal
clase-A avanzada, Fort Myers Miracle, de Minnesota. En 60 compromisos dejó
promedio de bateo de .320, con 27 anotadas, 73 imparables, 14 dobles, tres
triples, un jonrón y 20 remolcadas.
Ese
gran rendimiento ofensivo le sirvió para recibir el ascenso a la novena doble-A
de los Mellizos. Como en toda nueva experiencia, su inicio con el madero fue
lento, pero ya le está volviendo a agarrar el ritmo a los batazos. En 34 duelos
tiene average de .307 con 19 anotadas, cinco biangulares, un vuelacerca y 10
fletadas.
“Me
he conseguido con el reto de enfrentar a muchos lanzadores con experiencia,
muchos peloteros que son mayores que yo, con mucho recorrido en la pelota”,
confesó Arráez a Sport Web Publicidad, su agencia de medios y publicidad, sobre
su pasantía por este nuevo nivel del sistema de ligas menores de las Grandes
Ligas.
“Esta
temporada la califico como super positiva. Gracias a Dios he aprendido muchas
cosas este año, mas que todo en doble-A, que es un nivel nuevo para mí y del
que estoy aprovechándome para mejorar,” agregó.
Si
algo le cuesta a cualquier persona, es retomar las condiciones para ejercer
cualquier rol tras un gran tiempo de reposo. Esa situación le está pasando
factura actualmente al venezolano, que asegura que no se siente al 100 % porque
está un poco casando luego de un año sin jugar, pero “sigo trabajando para
mantenerme sano”.
“He
estado trabajando en fortalecer la rodilla para seguir jugando el béisbol
agresivo que siempre me ha caracterizado como pelotero”, explica.
Desde
el 2014, cuando debutó en la Dominican Summer League, Arráez culminó con
promedio de bateo superior a .300 en cada una de las ligas y niveles por los
que pasó. En 2018 ya cumplió en clase-A avanzada, con .320, y en doble-A está
en este momento en .307.
“La
clave para rendir a cada nivel al que voy es trabajar duro en cada aspecto del
juego, cuidar mi peso y trabajar mucho en mis piernas”, comentó.
Sobran
las ganas
El
último recuerdo del yaracuyano sobre un terreno de juego en Venezuela es el de
un toletero muy productivo y difícil de hacer out. Esa habilidad la mostró en
la 2016-2017, cuando vistió la camisa de los Navegantes del Magallanes por
segunda ocasión en su incipiente trayectoria.
En
esa zafra ligó para .335 en 45 duelos, con 31 anotadas, 8 dobles, 6 triples, 22
remolcadas y una relación boletos-ponches envidiable para un bateador de 19
años ante una liga con serpentineros con mucha más experiencia que él:
15-15. Las ganas de repetir una cosecha
de ese tipo y brillar ante su familia están más presente que nunca.
“Todavía
no sé si jugaré con el Magallanes, pero las ganas de ir a jugar en Venezuela me
sobran”, puntualizó. “Más que todo por ver a mi familia y que ellos tengan la
oportunidad de verme jugar en vivo”.