Crónica. ALJER.
Al
mundo llegaste un día,
y
un día te fuiste del mundo.
Tu
vida en unos segundos
un
rayo te quitaría.
David
se fue tu alegría
dejando
un vacío muy profundo.
Sabanas
de Santa Fe Buria, glaucas extensidades ubicadas entre los vecindarios de Buria
y Buriita, jurisdicción del municipio Rómulo Gallegos, concretamente en las
cercanías de La Trinidad de Orichuna (Apure). En esos feudos se ubica el fundo
El Espejo, propiedad de José Ceferino Bohórquez, viejo roble llanero, con mil
leguas andadas, cuyas manos son declarantes rígidas de haberse esforzado en
levantar su fundación con esfuerzo y honradez.
Se
aproximaban los meses fuertes de lluvia y, la orden expresa del laborioso
hombre era de realizar con tiempo las faenas llaneras, para esto, la comunión
familiar y de los vecinos siempre ha estado bien dispuesta. Entre los nietos de
Ceferino se encontraba su preferido, cuyo nombre era Daniel David, de solo
cinco años de edad, hijo de Daniel Alexander Heredia y Candida Roa Brache. Como
buen niño llanero: David amaba el campo, había nacido en el llano y su pasión
era la sabana, el realizar el ordeño fue una de sus iniciales aprendizaje. A
los cuatro años ya era capaz de correr por la sabana en su caballo ruano
llamado Cabañuela, su inseparable compañero en las vaquerías.
Terminada
la temporada escolar en la escuela básica La Aurora, Daniel David anhelaba irse
lo más pronto para sus sabanas. Eso le decía a Máximo, su buen amigo con el
cual compartía tremenduras. Muy normal era verlo corretear con sus tuquitos de
rejo por las calles y patios vecinos del barrio Los Jabillos, en un caballito
de palo. Llegado el día de la ida para el fundo, su madre Cándida le acomoda su
ropita en un pequeño bolso desvaído. En el trayecto, el inquieto David, quien
era los ojos de sus padres, no paraba de vociferar soflamas de alegría. En su
escenario mental se veía cabalgar en Caballo Bueno, otro caballo de su
confianza, y ordeñando a Casita, la vaca fundadora, con la cual tenía mucha
empatía.
En
los primeros días después de la llegada al fundo, David se ocuparía en los
quehaceres del niño llanero, los oficios de sacar agua para regar el patio,
ordeñar, recoger leña e ir al conuco, los hacía con ahínco y sin protesta. Una
de sus pasiones preferidas era el ir a pescar. En cierta ocasión luego de intentar
por un par de horas de pescar algo, se le engancharía un caribe de esos
conocidos como capa burro; animado por sus familiares sostendría una enérgica
lucha contra el remiso pez, hasta que al fin pudo sacar al barranco a la rapaz
piraña de agua dulce, recibiendo un te quiero mucho hijo, de su amoroso padre
Daniel.
Se
llega el día de empezar el trabajo de llano. En aquel amanecer el niño sería el
primero en despertarse con el canto de los gallos. En la mesa principal todo
era alegría. Allí, su abuelo y el sostenían siempre una peculiar conversación,
en esta oportunidad este le preguntaría:
-¿Qué
harás hoy Daniel David?
A
lo que el niño respondió:
-Doncillo,
voy contigo a la sabana a recoger el ganao.
Esa
mustiosa y lluviosa mañana Daniel David se despediría de su padre, sin saber el
progenitor que, sería la última vez de ver con vida a su querido y amado hijo.
Se abrazan y besan con efusividad. El ascendiente ensilla su caballo y fija
calzada a una parcela cercana propiedad de su esposa. Mientras, el abuelo, el
niño y otros llaneros ponen rumbo a la sabana para recoger el ganado. La fuerte
tormenta era como el presagio del infausto suceso, la noche anterior, los
latidos luctuosos de los perros pasarían desapercibidos.
Salen
en medio del fuerte temporal. El oscurecido cielo se iluminaba de repente,
refulgiendo en las sabanas de Buria. Las monturas empezaron a mostrarse
inquietas. Daniel David en Caballo Bueno, era el más osado. Al verlo, su abuelo
infiere:
-Hijo
mío ponte retirado detrás de mí. Los demás manténganse alejados uno del otro,
que están cayendo rayos y son peligrosos.
Arrecia
la sediciosa tormenta llanera. Luego de salir el grupo de jinetes de un boral
cae a tierra un portentoso rayo, matando en el impacto al niño Daniel David,
junto a su fiel caballo. El fucilazo natural afectaría en consideración a su
tío Nicolás Brache, aun afectado por el mismo. Pasados unos segundos la
confusión y el dolor hacen presa en su abuelo y acompañantes. Inerte en la
sabana yacía sin vida un niño de cinco años, un ángel prestado por tan poco
tiempo y, que dejaría un vacío por siempre en sus padres, familiares y amigos.
Al momento del suceso su madre se encontraba en Guasdualito, en su casa de
residencia recibiría la fatídica e inefable noticia.
Quien
haya conocido a Daniel David, lo recordara como yo. Y este amanuense lo
recuerda con el corazón, con su vivacidad prematura, con su chispa infantil,
con su peculiar saludo, con sus palabras al verme llegar a su casa: ¿Cuándo vas
pa´ el fundo Chino? Y te llore Daniel David, al verte dormido en tu algente
ataúd blanco, sintiendo un nudo en la garganta, sintiendo impotencia, y te
lloro mi madre también, quien me pidió querer ir a ver al Niño de La Sabana.
Para tus padres no hay palabras de consuelo ¿Porque cómo se consuela la muerte
de una vida que proviene de dos vidas?
David,
allá vas por las sabanas del cielo en Caballo Bueno, con tus tuquitos de rejos,
con tu lazo de cuero seco, allá nos veremos cuando Dios disponga. Quise
rendirte este sencillo tributo post morten, sin utilizar recursos literarios ni
siguiendo rigores ensayistas, lo más sencillo posible, porque sencilla fue tu
vida, y sencillo y sincero mi afecto por ti.
Palabras
de Daniel (padre de David): Te amare siempre hijo bello, hijo mío, me llevaste
el alma, ténmela y me la entregas cuando nos veamos.
Descansa
en paz gran David (n 27-06-2013 +16-04-2018)
El
Niño de La Sabana.
ALJER
CHINO EREÚ