Prensa. Infobae.
En
apenas 20 años la pintoresca ciudad colombiana sufrió los embates del narco, de
la mano de Pablo Escobar, y de la presencia guerrillera. La consciencia social,
junto a las diferentes medidas de seguridad, logró cambiar esa triste y
dolorosa realidad.
Medellín.
Enviado especial.- Corría el año 1991. Más de 11.000 homicidios bañaron de
sangre a la ciudad colombiana de Medellín, donde el Estado estaba en una guerra
frontal contra el narcotráfico. Más específicamente contra el cártel de
Medellín, liderado por Pablo Escobar. Ese registro, el más alto que se tiene en
la historia moderna, la convirtió en la ciudad más violenta del mundo. En el
horizonte sólo había desconcierto y miedo. La sociedad vivía aterrada.
Pero
la historia comenzó a cambiar, paulatinamente, dos años después. El 2 de
diciembre de 1993 Escobar fue abatido en el barrio Los Olivos. Con la caída del
capo narco muchos pensaron que la violencia iba a cesar en Medellín. Si bien
los índices de homicidio bajaron, muchas cosas ocurrieron los años posteriores.
Grupos guerrilleros y paramilitares penetraron en la ciudad, mientras el narco
intentaba recobrar el poder que supo tener.
En
la actualidad, a casi 25 años de la muerte de Escobar, la realidad de Medellín
es otra. En estas dos décadas y media pasó de ser la ciudad más violenta del
mundo a un ejemplo en términos de seguridad en América Latina.
"Medellín
es un paraíso hoy, pero va a ser el cielo cuando no tengamos criminales",
anticipó Andrés Felipe Tobón Villada, secretario de seguridad de la ciudad,
quien recibió a Infobae en sus oficinas junto a otro grupo de periodistas en el
marco de un viaje organizado por la Agencia de Cooperación e Inversión (ACI) de Medellín.
Durante
la entrevista de casi 40 minutos, el joven funcionario, de 27 años, contó cómo
se vivieron esos años oscuros en la tierra paisa y cómo fue el proceso de
transformación de la ciudad en términos de seguridad para bajar los altos
índices de criminalidad.
Medellín es un paraíso hoy, pero va a ser el
cielo cuando no tengamos criminales
"Ninguna
ciudad supera lo que Medellín vivió en el 91. 381 homicidios por cada 100.000
habitantes. Estamos hablando de 11.000 homicidios en un año. Una locura. Casi
mil homicidios al mes", señaló.
Tobón
Villada aseguró que en ese contexto, mientras Escobar hacía detonar coches
bomba en plena ciudad, o utilizaba petardos y granadas en sus atentados,
"la capacidad de control se le había salido de las manos al Estado":
"La capacidad que tenía el Estado de proteger al ciudadano dejó de
existir; no tenía ninguna capacidad de protegerlo de los narcotraficantes, de
los criminales… Había un libre albedrío en carácter de inseguridad".
Recordó,
además, que más allá de las miles de vidas que se quitaron, la violencia
"destruyó la cultura y la realidad en materia de tejido social".
"El gran daño que hizo Escobar en Medellín no fue solamente la
participación en el mercado de las drogas, el gran daño que le hizo a la ciudad
fue la transformación de valores sociales y culturales: trabajo por dinero
fácil, le puso un precio a cada vida. Por cada policía asesinado, por ejemplo,
eran dos millones de pesos colombianos; a precio de hoy, unos 20 millones de
pesos (casi 7 mil dólares). Esa transformación de carácter discursivo terminó
calando muy fuertemente en muchas zonas de la ciudad (…) Sobretodo en los
sectores más desfavorecidos". Esas regiones, para el secretario de
seguridad, pasaron a ser "zonas de invasión" del narco.
Finalmente,
el quiebre llegó con la muerte del capo narco. La tasa de homicidios fue
bajando paulatinamente y comenzó un "proceso de transformación" en el
que la ciudad empezó a pensar de qué manera podía recomponer el tejido social
que se había roto.
En
ese contexto, ¿cómo fue el proceso de transición? "Primero, el Estado
colombiano, aún con varias dificultades, aún habiendo tenido la ciudad más
violenta del mundo, logró sobreponerse. Fue el que dio de baja a Pablo Escobar;
el que arrancó el proceso de desarticulación del cártel de Medellín; el que
terminó con el cártel de Cali; el que no permitió que el cártel del Norte del
Valle se acrecentara después de la caída de los Rodríguez Orejuela. Se vio
obligado a reactivar todas sus capacidades a nivel nacional, concentrarlas en
las ciudades que tenían esa problemática. Así se inicia la persecución del
Estado contra los criminales, una tarea que lideró la Policía Nacional y que
logró resultados gigantescos".
En
ese sentido, destacó el accionar de los diferentes gobernantes que tuvo la
ciudad antioqueña en estas dos décadas, pero aclaró que el gran motivo de la
transformación de Medellín se debió a la sociedad. "Una sociedad que no
quería más vidas perdidas". El Gobierno nacional también jugó un rol muy
importante. A través de la consejería nacional creada en el 91, se dedicó a
"empoderar a la sociedad de Medellín, para permitirles que realizaran
mejor su trabajo, que estuvieran más capaces en el territorio". "Ese
empoderamiento de carácter social fue un empoderamiento que le permitió a
Medellín empezar a considerar diferentes maneras de gobernar el territorio",
aseveró Tobón Villada.
Las
gestiones de Sergio Fajardo, Alonso Salazar, Aníbal Gaviria y Federico
Gutiérrez -actual alcalde- "han mantenido una línea muy clara en materia
de inversión social, urbanismo, transformación de los territorios, y en materia
de inversión donde están las comunidades con más dificultades".
No
obstante, el funcionario advirtió que "la realidad es muy cambiante"
y que "la fragilidad del comportamiento del homicidio en Medellín es muy
alta". En el 91, se registraron 381 homicidios por cada 100.000
habitantes; en el 2009, una tasa de 49; al año siguiente, en 2010, ese índice
se volvió a disparar y alcanzó los 100 homicidios por cada 100.000 habitantes.
"Es una fragilidad muy compleja porque la herencia maldita del narco, de
lo que fue el centro logístico de Pablo Escobar en Medellín, consolidó unos
grupos delincuenciales, consolidó el crimen organizado. Un crimen contra el que
actualmente estamos combatiendo", explicó.
"Todas
estas violencias por las que hemos pasado, no se extinguen, sino que muta en
otras formas y hay que estar atentos a cómo mutan esas formas. Por ejemplo, de
un enfrentamiento directo y militar con el Estado, hay otras formas de
penetración y cooptación del Estado. Entonces hay que estar atento a esas
mutaciones, porque los temas estructurales no han cambiado", agregó.
Tobón
Villada comentó que en estos dos años y diez meses de gestión de la alcaldía,
lo primero que se hizo fue "desorganizar a los criminales":
"Impedimos sus capacidades de organización en facciones". Asimismo,
ya fueron capturados 120 cabecillas y más de 2.700 integrantes de estructuras
criminales. "La apuesta ha sido muy fuerte. Hoy tenemos diez grupos
delincuenciales organizados en la ciudad. De esos grupos, 30 personas están
capturadas y condenadas por la justicia colombiana con todos los delitos que les
corresponde". Reconoció, en tanto, que las autoridades locales están
trabajando con el gobierno norteamericano, y con diferentes agencias,
"para hallar las evidencias que permitan la extradición de algunos de
ellos". Cabe destacar que gran parte de los cargamentos que son enviados
por estas estructuras tienen como destino Estados Unidos. "La de la
extradición también es una herramienta interesante para que desde las cárceles
colombianas no tomen decisiones".
Estos
avances en materia de seguridad llevaron a la ciudad a ser una suerte de modelo
en la región. El secretario reconoció que delegaciones de varios países llegan
permanentemente a Medellín a interiorizarse sobre el proceso de transformación.
En particular países donde la violencia continúa en plena escalada, como México
y El Salvador. Sin embargo, las autoridades no se conforman con lo hecho hasta
el momento. Saben que no pueden claudicar ante estas estructuras. "El tema
no está resuelto", aseveró Tobón Villada. "Medellín no puede depender
del ánimo de los criminales en materia de seguridad", concluyó.
Por Lucas Goyret
lgoyret@infobae.com