Opinión.
Dr.
Héctor Márquez
Psicólogo
Clínico-Forense y Teólogo
Una Cámara de eco ocurre cuando ideas o creencias
son transmitidas repetidamente por alguien con posición de poder, al tiempo que
censura o prohíbe la idea de otros, usando un sistema cerrado, como, por
ejemplo, cuarteles, brigadas o comandos militares.
Ahora bien, los espacios militares son naturalmente
para el autoritarismo, pues prevalece la subordinación a las jerarquías, no
hacerlo es considerado un delito de rebelión.
El carácter autoritario de las Fuerzas Armadas la
hace susceptible de ser o no garante de la democracia (aunque sufraguen, o se
digan respetuosos de la Constitución). Esta susceptibilidad es la razón por la
que encuentro superlativamente peligroso politizarlas.
En Venezuela estamos viviendo las consecuencias de
este error. Tenemos sujetos administrando armas de guerra que están capturados
por un ideario político y no por el respeto a la ley y a la voluntad de las
mayorías.
Pero el fenómeno del alto mando militar en Venezuela
no se quedó en conceptos y arengas comunista-socialistas sino que trascendió a
la práctica propia de los más insignes políticos de la corrupción. El alto
mando se convirtió abiertamente en parte de esa camada.
El generalato venezolano es sinónimo de abusos,
represión, acaparamiento, expropiación, privilegios groseros y corrupción. No
sólo comandan centros de defensa nacional, lo cual es su rol natural, sino que
además administran las riquezas nacionales que también ellos, y no sólo los
funcionarios civiles del diosdado-madurismo,
han saqueado sin saciare.
Lo que antes he mencionado no es más que la razón
por la que los jefes de las Fuerzas Armadas le han dado la espalda a la
sociedad civil y mantienen en el poder al dictador, entendiendo que al proteger
al autócrata usurpador también se protegen a sí mismos.
¿Cómo combatir la cámara de eco de los generales
diosdado-maduristas? La respuesta es a través de la reverberación. Es decir,
convirtiendo sus discursos trillados sobre el imperialismo, la soberanía, la
invasión extranjera, la guerra económica y otros disparates, en discursos
lógicos de reflexión que modifiquen el sentido original de sus ecos (sus
excusas para darle permanencia al déspota).
Por ello la importancia de hacer llegar al gremio
militar y a sus familiares, no sólo la Ley de Amnistía, sino documentación con
razones por las que hoy la República está sumida en la más grave miseria moral
y material de su historia.
Hay que llevar a los cuarteles las luces
intelectuales que abran paso al sentido común y al amor por Venezuela.