Prensa.
Diario La Nación.
La
necesidad tiene cara de perro y de oportunidad, dice Gerardo Palomino, padre de
cuatro hijos, residente en la primera casa que encuentran los inmigrantes
venezolanos que ingresan a Colombia por la trocha La Playita, en La Parada. A la
par del intempestivo cierre de la frontera, el 22 de febrero, los vecinos de
este caserío de Villa del Rosario despertaron su talento para ganarse unos
pesos extra para sus debilitadas economías familiares.
Además
de la doble extorsión que se cobra en las dos riberas del río Táchira, en esa calle
de doscientos metros que empalma con la trocha La Playita, paso obligado de
centenares de venezolanos que vienen a diario a Colombia, el portafolio de
servicio que se ofrece a los inmigrantes es de otro mundo, dice Palomino.
Lavado
y secado de pies
Esto
es como la canción de Peter Manjarrés ‘El vivo vive del bobo’, aunque aquí no
sería del bobo sino de la crisis humanitaria que nos azota, dice Palomino,
quien es el protagonista del servicio más solicitado del momento: lavado y secados
rápidos de pies.
‘A
500 pesos el lavado y secado de pies’, grita Palomino a la multitud que va
saliendo de la trocha embarrados hasta la rodilla. Quienes
más llegan hasta su casa por el servicio son las mujeres, no por vanidad, sino
porque atraviesan el río y la trocha descalzas para no ensuciar las sandalias,
dice.
Pero
Palomino también aprovecha su casa para ofrecer otros dos servicios extras: de
inodoro y de ducha. Muchos salen de las trochas embarrados y sudados, y
prefieren darse un baño antes de seguir su camino hacia Cúcuta. Por el primero,
Palomino cobra 500 pesos, y por el segundo 1.000.
Lomotaxi
Un
ejército de 30 jóvenes espera a lo largo de la trocha y a orilla del río en
busca del que quiera cruzar la corriente en hombros o cargado a sus espaldas.
El precio por ello son 2.000 pesos, y hay quienes pagan por no pisar la trocha
hasta llegar a La Parada.
Lomocarga
Hay
quienes transportan la carga pesada en ambas direcciones (desde o hacia
Venezuela). La tarifa la impone el peso de la carga. “Pasar
una nevera de Colombia a Venezuela por la trocha cuesta 15.000 pesos, porque
hay que dejar 3.000 mil en el peaje (extorsión) que hay del lado de San
Antonio”, asegura Fernando Huertas, padre de dos hijos que a diario gana 35 mil
pesos en este oficio. Un bulto de papas o de plátanos cuesta pasarlo 5.000
pesos hacia Venezuela.
Puente
tabla puente piedra
En
cualquiera de las opciones está al servicio de los inmigrantes que no quieran
mojarse en su paso por el río Táchira. Hay puentes en tablas, por cuyo paso
cobran 2.000 pesos, y en piedra, por el que hay que pagar 1.000. Si el río está
crecido, el valor se incrementa, ya que, además de los puentes, hay que hacer
cadenas con lazos para llevar amarrados a los clientes, dice Juan Pinzón, quien
administra el paso por uno de los cruces de piedra.
Arrastradores
Este
servicio lo prestan en su mayoría jóvenes que permanecen en La Parada a la
espera de todo aquel que necesita viajar. Estos arrastradores conocen a la
perfección todos los servicios que se prestan en materia de transporte local,
intermunicipal o internacional. Sirven de orientadores y por ello cobran entre
1.000 y 2.000 pesos.
Pero
además de estos servicios, también hay venta de tiempo en celular, alquiler de
botas, ventas de ungüentos tumba callos, ibuprofeno, amoxicilina, acetaminofén,
jeringas, desayunos, almuerzos cenas, empanadas, donas, limonada y otros
refrescos, cambio de moneda (incluso dólares), pañales y hasta óvulos para
planificar la familia. “Hay de todo, como en botica”, dice Ana Francisca
Toloza, una venezolana que pasa todos los días por el almuerzo que le ofrecen
gratis en el hogar de paso Divina Providencia.
(Cortesía
Diario La Opinión)