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Historias
de la Diáspora, le presentamos esa crónica vivida en primera persona por muchos
de nosotros en diferentes partes del mundo. Hoy nuestro colega y amigo Pavel
Rodríguez comparte su historia de lavaplatos al vivir en Estado Unidos, oficio
que a simple vista es fácil pero no, acompáñenos en está vivencia.
Muchos
de los que salen de sus países buscando algo mejor, han tenido que pasar por
alguna cocina y trabajar en una de las posiciones más conocidas y no tan bien
consideradas como la de lavaplatos o diswasher. A continuación, leerán como es
un día de trabajo de un lavaplatos en los Estados Unidos, bueno, al menos en
líneas generales...
Son
las dos de la tarde y ya pasó la hora del lunch (almuerzo). A esa hora me toca
trabajar y al entrar a la cocina, veo las dos estaciones (máquina lavaplatos y
fregadero de sartenes y ollas) hasta los "tequeteques" de peroles.
Pensé, bueno no puede ser tan "pelúo" esto...
Pregunté
por dónde empezaba y me dijeron que en la estación de la máquina lavaplatos. Me
explicaron cómo utilizarla y empecé mi faena laboral a eso de las 2:30 p.m. En
efecto no era tan "pelúa" la cosa, pero no les he dicho que además de
eso hay que cortar lechuga, cebolla, tomate y hacer cualquier otra cosa que se
le ocurra al jefe o chef ¿Recuerdan la estación de las ollas y sartenes? Aún no
he ido para allá pues son las 4:30 p.m. y no he terminado en la máquina
lavaplatos.
En
un restaurante, los platos no dejan de ensuciarse y las ollas y sartenes
tampoco. 6:00 p.m. y la segunda estación me recibe. Las manos ya arrugadas de
tanta agua, no sabían lo que venía. Agarré la esponja de alambre y dale pulmón
para quitar cuanta cosa me encontrara en ollas, ollitas, sartenes, sartencitos,
bandejas y bandejitas. Ya a las ocho debería bajar la producción de cosas
sucias, pero no, hay dos fiestas en el restaurante, cerca de 100 personas
gozando y yo fregando. Les digo algo, a esa hora muchas cosas pasaron por mi
mente, incluso salir corriendo, pero sólo tres motivos me hacen mantenerme ahí
con las manos dormidas de tanto fregar: mi esposa, mi beba y mi perro, por
ellos sigo aquí.
Son
casi las 10 y el chef me ofrece una cerveza y comida. Ni hambre me había dado,
eso en mí es una rareza pues como mucho. "Give me a Corona and one
hamburguer" alcancé a decir en mi inglés básico. Seguí en mi faena, yo
contra las ollas y ellas contra mí. A los minutos llegó la Coronay la
hamburguesa. Cinco minutos bastaron para que ambas fueran consumidas.
A
las 11 p.m. sólo yo y la cocina, la cocina y yo. El manager se acerca y me
pregunta si me faltaba mucho, yo estaba en lucha frontal con la última olla, la
del pegoste "co... e madre" que no sale. Le dije "ya casi término".
Me dice en su español básico, "barres y pasas el mapo (coleto greñúo que
hay que exprimir con un aparato bien incomodo) en toda la cocina".
Cuando
pensaba que iba a terminar, debía hacer algo más. Recuerdan que cuando entré a
las dos y vi todos los peroles, me dije "que tan pelúo podía ser",
bueno a las 11:30 ya no pensaba lo mismo. Barrí y pasé el mapo, subí me cambié,
bajé y marqué mi hora de salida, 11:52 p.m. Salí, fui al carro, me monté y al
cerrar la puerta vi mis manos dormidas luego de casi 10 horas de faena.
Arrugadas
y en algunas partes abiertas por tanta agua, mis manos, esas que editaban el
contenido informativo de un periódico, me mostraron que para ser lavaplatos
primero debí ser periodista.
Pável
Rodríguez / @espavelrod
Foto:
Referencial Google.