Opinión. Jorge Montenegro.
La anti política es la
fórmula más fácil de acceder al poder, monopolizar el gobierno y destruir la
democracia. No solo se ejerce en Latinoamérica, el mismo alcalde Diamante de
Springfield, el pueblo de los Simpsons, es descrito por el humor de
estereotipos como un corrupto.
Pero el problema más grave
ocurre cuando no estás en democracia, sino en una dictadura, y quienes ejercen
el poder utilizan la mala imagen del político, para retrasar los procesos de
transición.
El caso de Venezuela es
muy evidente: El chavismo, que monopoliza los medios de comunicación en el
país, recurre a la desinformación (ruido en términos de comunicación) para
manchar los progresos de la oposición.
Un buen ejemplo es el caso
de la ayuda humanitaria que llegó a Cúcuta hace un año. USAID, organización que
planificó la actividad, ha emitido varios comunicados indicando que no entregó
recursos económicos a políticos, sino a ONGs. Aún así, el común de la gente
cree que hubo corrupción en la distribución de esa ayuda.
No importa si tu diputado
adeco es tu vecino y ganó sus bienes ejerciendo honestamente la medicina, al
ser político, es corrupto. El humor de estereotipos, tan común en las series
norteamericanas, se basan en la generalización, y la generalización es en el
fondo una profunda ignorancia: estigmas y dogmas al servicio de la manipulación.
Es importante que los
políticos de Venezuela entiendan que para ser un estadista, no solo se debe ser
simpático y repetir sin chistar lo que “sienten” las “mayorías”. Ejemplo, todos
los presidentes venezolanos han sido caraquistas y magallaneros, menos Juan
Guaidó, quien es de La Guaira.
Lo políticos deben sembrar
ideas en la sociedad, comunicadas de una manera simple y clara. Pero también
deben ser percibidos como personas honestas, que no están dentro de la política
para hacerse millonarios, asignando contratos de obras a los panas, que tal vez
no son necesarias. Es el deseo de una sociedad mejor lo que anhela escuchar el
elector. El idealismo es el combustible de la política.
Mi papá es psicólogo.
Luego de escuchar el primer discurso de Hugo Chávez, apenas ganó las elecciones
en 1998, dijo sobre sus palabras en el Ateneo de Caracas “Es un loco de
librito”. Pero si le costó tiempo entender que teníamos al frente al corrupto
más grande de la historia del mundo moderno: El presidente de un país petrolero
en plena bonanza y con el control absoluto de la contraloría, los tribunales...
del Estado en su totalidad para gobernar sin controles.
Simplemente porque
“parecía” un tipo sincero y cercano. La mujer del César no solo debe ser fiel,
tiene que aparentarlo. El político es necesario para la reconstrucción del
tejido social de la nación que va a salir de una dictadura. Pero son la ética y
el deseo de un país mejor las primeras virtudes que debe tener un político
¿Nuestro liderazgo ha entendido esto?