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jueves, 11 de agosto de 2016

Las redes sociales se convierten en el mejor aliado de los pacientes crónicos.

Ante la escasez de medicinas que padece Venezuela, se han formado grupos de apoyo y donación en las redes sociales (Facebook o Twitter, por ejemplo) y a través de WhatsApp, donde las personas que padecen de enfermedades crónicas como hipertensión o cáncer pueden respirar un poco a la hora de conseguir sus tratamientos.
Prensa. Estimulo.com.
Yesenia Hernández, como todos los días, se despierta a las cinco de la mañana. Ayuda a su hija con sus dos nietos para que vayan al colegio y mantiene una lista mental de las cosas que debe hacer en la casa. Vive en el kilómetro ocho de la carretera vieja hacia El Junquito, al lado de una de las entradas del barrio Santa Ana. Todos los niños -y no tan niños- de la comunidad, la conocen porque vende helados caseros desde una de sus ventanas. Lo que también saben, es la lucha que mantiene desde hace dos años para conseguir medicamentos que mantengan a raya su hipertensión.

“Conseguir Losartán o Valsartán es como ganarse la lotería. Todos los días, sin falta, me dedico a buscar a través de contactos en las redes sociales o por celular todas las cajas posibles. Tanto, que muchas veces me olvido de cocinar o de hacer otra diligencia” comenta esta ama de casa jubilada por la alcaldía del municipio Libertador de 52 años. Una condición que no le ofrece ningún tipo de ventaja, “he ido hasta la dirección de salud municipal para que me guíen en el proceso de solicitar mis medicinas por  la línea 800-Salud o las Farmapatrias, pero ellos están tan perdidos como yo. Lo único que me dicen es que si no se consigue, no hay mucho que ellos puedan hacer”.

Yesenia tuvo que pedirle ayuda a sus nietos -uno de 15 y otro de 9 años- para que la guiaran en el mundo de grupos de Facebook o de los tuits.

A nivel nacional hay casi 100 establecimientos de Farmapatria. Una cifra que varía a diario entre los que cierran porque no tienen inventario -en especial los del interior del país- y los que trabajan a horarios irregulares dependiendo de lo que les llegue. Por ejemplo, en el Farmapatria de Chacaíto a diario imprimen y colocan en las rejas del local un listado de medicinas disponibles. Así, los pacientes con enfermedades crónicas y demás usuarios, pueden ver qué hay antes de hacer la cola. “Una cola que puede llevar hasta tres o cuatro horas dependiendo de la diligencia de los que atienden. Si corres con suerte, ese día te puedes llevar entre tres o cinco cajas. Sino, toca recorrer otras” comenta Yesenia, quien remata con el dato que desde hace siete meses no consigue sus antihipertensivos en estos lugares.

También está al caso de las farmacias privadas que tienen algo del medicamento pero con diferente fórmula o peso. En el caso de los hipertensos, las variaciones en sus dosis son vitales y delicadas. Como en la mayoría de los pacientes con males crónicos como la escoliosis, Cáncer o VIH. Por lo que un antihipertensivo con diuréticos o con índices bajos de melatonina -regulador de la presión arterial- debe ser aprobado por un médico.

“Para mí es un embudo, una manera de retrasar la entrega. Porque cuando lo consigues, si no es lo mismo que dice tu récipe, entonces te mandan de vuelta al médico por uno nuevo. Y eso significa más días de espera” relata Yesenia. Una medida que para los pacientes representa un obstáculo al mantener su salud, pero que está regulada y exigida por el Ministerio de Salud y la Federación Médica Venezolana.

El apoyo humanitario
Ante la escasez de medicinas e insumos médicos, son innumerables las iniciativas que surgieron en a Internet para palear esta situación. De las más reconocidas está Donamed, una página Web fundada por Ana Karina Fuentes que funciona como una gran base de datos para que todos los interesados puedan donar medicamentos. “Surgió luego de la enfermedad de mi mamá. Ella murió de cáncer, y yo tenía unos medicamentos disponibles. No lo pensé y los doné a través de Twitter. Junto con mi novio montamos el portal y ahora somos uno de los buscadores de medicinas más activos en el país”.

También está Rescate Venezuela. Un programa protagonizado por venezolanos que viven en el exterior y donan insumos médicos. Su cara visible es Lilian Tintori, quien informó que 830 cajas fueron entregadas a diferentes fundaciones sin fines de lucro. Una de ellas: Fundana. Pero con las medicinas no han corrido con la misma suerte. El gobierno venezolano aún no permite el ingreso de otras 5 mil cajas que podrían ayudar ante la sostenida escasez de medicinas.

Luego, si vas al buscador de Facebook o Twitter y colocas: medicinas, encontrarás centenares de grupos y cuentas que se dedican al intercambio y donación de medicinas. En casi todos estos sitios consigues reglas de uso que van desde verificar la fecha de vencimiento de los productos hasta encontrarse en puntos seguros para la transacción. Pero el que nunca falta es: “¡no queremos a bachaqueros!”. Misma situación pasa en la app móvil de WhatsApp, donde hay grupos similares.

“Mi doctor me ha cambiado de medicamento tres veces para ver si lo consigo. Los dos primeros -Pritor Plus y Micardis Plus- no los veo desde octubre del año pasado, mientras que el Losartán Potásico desde hace dos meses. Y así, la ministra Luisana Melo dice que no hay problemas con la distribución de medicinas” relata Jhonatan Rodríguez, presidente de la Fundación StopVIH, residente de Nueva Esparta y otro de los miles de ciudadanos que en Venezuela luchan a diario para conseguir antihipertensivos.

Jonathan fue a las Farmapatrias de su estado y en todas le indicaron que no tenían su tratamiento. “No quería hacer pública mi condición pero llegue al punto del desespero. Gracias a Dios, luego de publicar un mensaje en mi Facebook, muchos amigos me ayudaron y pude conseguir algunas cajas”. Él fue hasta el hospital Luis Ortega de Porlamar y ahí lo mandaron a solicitar un informe de su médico reafirmando su condición, “no les importó el récipe que traía, pareciera que no saben la gravedad que representa a un hipertenso no tomar sus pastillas”.

Una gravedad que puede traer un ACV -accidente cerebrovascular- o un infarto.

Jonathan y Yesenia, como muchos más, son víctimas de una escasez que no descarta a nadie. Una escasez que se ve en las colas afuera de las farmacias y los padecimientos en los hospitales. Una escasez que ha encontrado opositores en las redes sociales para crear una red humanitaria de ayuda y donación.

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