Prensa. Diario El Nacional.
Después
de unos 10 años regresamos a este hato, propiedad del gobierno desde el año
2008, con una participación privada del 10%. Está precioso, con más fauna que
nunca. Los mismos empleados resolvieron quedarse, los guías son expertos y con
un alto sentido de pertenencia, está pulcro y bien atendido
VALENTINA QUINTERO
Tenemos derecho a sospechar sobre
cualquier empresa que tome el Gobierno. En el caso del hato El Cedral, sus
dueños accedieron a vender en el año 2008, manteniendo 10% de las acciones de
la nueva empresa, bautizada con el rimbombante nombre de Empresa socialista
ganadera agroecológica Bravos de Apure.
Afortunadamente se mantiene “El
Cedral”, clásica denominación por la cual se le conoce en el mundo entero como
un extraordinario refugio de fauna en el llano apureño venezolano. Son 53.000
hectáreas en 17 fundaciones donde conviven 22 empleados para el campamento y
204 trabajadores en el hato. En ganado hay 14.600 reses y 8.600 búfalos. Un
centro de recría del caimán del Orinoco con 30 ejemplares grandes entre machos
y hembras, 114 crías y se han liberado 300. Corren y nadan libres y felices
10.600 chigüires y 120 especies de mamíferos. Se han avistado y clasificado 367
especies de aves.
En temporada alta su ocupación es
de 90% y en baja 30%; con 40% de turismo internacional y 60% nacional. La
tarifa es de 1.200 bolívares por persona por noche con hospedaje, las 3 comidas
y los paseos. Las habitaciones son cómodas, amplias, con aire acondicionado y
televisor.
En la comida, hace falta un poco
más de esmero, detalle, equilibrio y salud. Podrían aprovechar los recursos de
la zona. Servir pescados de río, carne en vara, quesos blancos llaneros, muchos
granos que las llaneras preparan magistralmente, las arepas asadas en lugar de
fritas, no ponerle tanta azúcar a los jugos y en el caso del jugo de naranja,
que le agregue azúcar quien así lo desee. Pero son detalles menores de muy
fácil corrección. Me encanta que suene la campana para llamar a comer. Eso sí,
vayan rapidito. Las papitas fritas son excelentes y los granos que me comí
estaban estupendos.
Merecen aplausos la escuela para
los hijos de los trabajadores, el internado porque hay quienes están a más de
un día de distancia, el comedor y el Infocentro. Son espacios diseñados para el
llano, con amplios ventanales, tela metálica, dejan pasar el viento y la luz y
los dormitorios tienen aire acondicionado.
La sala Ramón Arbuja es un
merecido, cálido y perdurable homenaje a este guía llanero. Enseñó y compartió
su amor por el llano a punta de ejemplo y dedicación. Todos rogábamos hacer el
recorrido con Ramón, para oírle los cuentos y observar lo que sólo él era capaz
de divisar metido entre tanto monte. Me causó muchísima emoción ver su foto y
leer su historia en esta sala tan bien diseñada, con una información muy didáctica
y explícita sobre el complejo ecosistema del llano venezolano.
Un paseo de asombro
Visitamos El Cedral en pleno mes
de julio. Es invierno en el llano, época en la cual no se ve tanta fauna. Sin
embargo aquí siempre es abundante, variada y amable. Como nadie los persigue ni
atormenta desde hace más de 50 años, los animales confían y se acercan, se
quedan quietecitos y hasta modelan para la foto.
Apenas salimos en el camión, un
venado sabanero cola blanca reposa bajo un árbol. Los chigüires forman parte de
la casa. Cada macho tiene 4 o 5 hembras y cada 3 meses nacen entre 2 y 11 crías
de cada madre. En la época de reproducción un chigüire puede montar a una
hembra hasta 33 veces en un día. Seguimos y se aparecen 3 venados más, estos
caramerudos.
Abordamos la lancha para navegar
por el río Matiyure, con agua todo el año. Apure nos regala una tarde luminosa,
de cielos limpios con nubes que se reflejan en el agua. Nos acompañan Víctor
Delgado, su hijo Víctor y su nieto Víctor. Tres generaciones de guías conocedores
y dichosos de compartir lo que saben. Están además Milagros Quiñones,
coordinadora de ecoturismo, egresada de idiomas de la ULA y del Hotel Escuela.
Me encantó su emoción por este trabajo y su pasión por el llano.
Hay muchos gallitos laguneros. Babas
grandes y pequeñas. Un adulto llega a medir 2,30 metros. Una garza enana cuello
gris, un tordo manicero, una garza morena y un cormorán. La sabana se está
lavando. Todas las compuertas están abiertas para que el agua corra desaforada
y abundante. Aún falta que el nivel suba un metro más. Un atrapamosca duende se
deja ver, un cristofué, el pitirre gris –cuando canta se le abre el plumaje en
la cabeza y es rojo– el alcaraván playero y el pato guire, también el guiriri
con el pico rosado y la garza blanca real. En una sabana aparece un rebaño de
toros padrotes. Nos observan fijamente y continúan su camino.
Nos acercamos a un nido de
curito. Es una especie de bagre. Para hacer su nido agarran bora seca, maticas
y paja, ahí ponen los huevos y permanecen bajo el agua cuidando sus crías. El
nido flota, la corriente se lo lleva y el curito ahí fajado cuidando a su
prole.
La pasión es ver anacondas. Sólo
es posible en verano. Ahorita tienen 3 en cautiverio porque en agosto reciben
la visita de 600 niños en planes vacacionales. Una anaconda pasa 9 meses para
parir. Mientras más grandes tienen menos crías. Las de 4 metros o menos paren
hasta 60 culebras. Las enormes sólo 5 o 6.
Junto al río, en el bosque de
galería, se ven las chenchenas, un ave prehistórica con 2 estómagos. Le dicen
la vaca de agua. Las crías tienen espolones en las alas para defenderse y para
sostenerse del tronco. Si caen el río se las comen las pirañas. Le lanzan un
trozo de carne a un babo. Imponente como estira las patas, ve con cierta sospecha,
pero se acerca rapidito y engulle el manjar ya listo.
Miguel Albarrán, de 18 años de
edad, se vino con nosotros al paseo. Estudia Turismo en el Hotel Escuela de
Mérida, hará sus pasantías aquí durante 4 meses. Es de La Azulita. Tiene que
pasar por todas las áreas del campamento.
Nos detenemos en la orilla para
esperar a Zamuro. Así bautizaron a un babo que brinca altísimo desde el agua
para agarrar la carne que le ponen en un palo. Víctor –el abuelo guía– espera a
“su mujer” junto a una compuerta en el caño. Así le dice a una caimana del
Orinoco que crió desde pequeña. Ahora mide 3 metros medio. Puede vivir
hasta los 70 años y lograr una extensión de 9 metros.
Cuando son las 6:00 pm el sol de
los venados se hunde. Es el momento escogido por las aves para acercarse a
todas las ramas del bosque alrededor del campamento. Es un escándalo natural
ininterrumpido. Nadie osa opacarlo con un reguetón. Toda la visita que se
acerca a El Cedral ama la naturaleza, quiere convivir con ella, la respeta y se
nutre de sus silencios y sus alborotos.
Felicito a los trabajadores de El
Cedral por mantener su pasión por el hato. A los gerentes y administradores por
entender la función de este valioso e irrepetible refugio de fauna. Al Gobierno
nacional por mantener y pulir la labor de todos sus dueños anteriores. Supe que
está muy adelantado el proceso de rescate del hato El Frío, ya recuperaron La
Trinidad-Arauca y el plan es hacer un circuito entre los tres, más otros
espacios estelares del llano apureño. Prometieron avisarme cuando estuviera
listo. Les contaré.
Datos vitales
Campamento Matiyure, hato El
Cedral
Empresa socialista ganadera
agroecológica Bravos de Apure S. A.
Trocal 4. Vía Elorza, estado
Apure
Web: www.hatoelcedral.com
Correo:
campamentomatiyure@gmail.com
Teléfonos: (0416) 502 2750/ 502
2757
Milagros Quiñones, coordinadora
Ecoturismo