Prensa. Diario
Las Américas.
Después
de, al menos, dos semanas continuas de incremento en el ingreso de venezolanos
hacia Brasil por la frontera entre ambos países, el flujo de viajeros descendió
a finales de esta segunda semana de febrero; en enero, el número de ingresos
llegó a ser de más de 1.000 por día y del viernes 09 de febrero, la única lista
de espera contenía 101 nombres.
Esa
caída en el flujo de migrantes coincidió con la exigencia de un par de
requisitos de parte de la Policía Federal (PF) de Brasil a los migrantes: un
mínimo de 50 reales para pagar su traslado, al menos, hacia Boa Vista, capital
del brasilero estado de Roraima, ubicada a 230 kilómetros del límite, y el
documento de identidad venezolano actualizado y en perfecto estado.
En
la lista inicial de ingresos del viernes 9 figuraban varios de los rechazados
de días anteriores. Entre ellos, Jefferson Pérez (31), procedente de San Félix,
ciudad ubicada a 603,4 kilómetros. Dijo que llegó el miércoles a la frontera,
pero dos días más tarde no había logrado continuar su viaje hacia Boa Vista.
“No he podido mostrar el billete de 50 reales, pero yo tengo un tío y un primo
allá y contaba con una cola. Ahora no tengo ni siquiera para regresarme. Vine
buscando una mejor economía”.
Cincuenta
reales es el valor de un pasaje en uno de los carros por puesto que conecta a
la localidad fronteriza de Pacaraima con Boa Vista. Un trayecto de 230
kilómetros que, desde hace semanas, decenas de venezolanos hacían a pie, porque
no tenían la posibilidad de pagar. Para el 9 de febrero, el valor de un real en
las calles de Santa Elena de Uairén, la población venezolana más cercana a la
frontera, rondaba los 30.000 bolívares.
Dos
chicas, que prefirieron no dar sus nombres, relataron que el funcionario de la
PF revisó sus cédulas de identidad y de inmediato les negó el ingreso. “Eso
está malo, eso no sirve, nos dijo que nos fuéramos a Venezuela y sacáramos
otra”, contó una de ellas.
Junto
a un grupo de mujeres jóvenes llegaron a las 10:00 de la mañana del jueves
desde Maturín, ciudad localizada a 783,9 kilómetros. En Maturín, relataron, la
situación es “terrible”, falta la comida, el transporte y sobra la inseguridad.
Otro joven de 29 años, que igualmente prefirió resguardar su identidad, fue
rechazado, porque su cédula de identidad tiene una “burbuja” sobre la
fotografía. En el documento, emitido en 2016, se puede ver (con esfuerzo) el
rostro del muchacho, con varios kilos adicionales, si bien la foto es oscura y,
sobre ella, hay un abultamiento.
A
las 7:41 am, la funcionaria que se encontraba en el acceso a las oficinas de
migración del Brasil, en su frontera declara a Venezuela, confirmó
extraoficialmente que los funcionarios a cargo del chequeo están devolviendo a
aquellos migrantes cuyos datos o rostro no pueda ser visualizado en su
documento de identidad y aquellos que no estén en capacidad de demostrar que
disponen de un mínimo para costear su pasaje hasta el sitio declarado como
destino.
Sin
embargo, la mujer descartó que se deba a estas exigencias el descenso en el
número de migrantes venezolanos. Lo atribuyó al hecho de que, en las semanas
anteriores, a esta segunda de febrero, “ya pasaron muchos”.
En
el terminal de pasajeros de Pacaraima, un joven venezolano que prefirió
reservarse su nombre contó que, efectivamente, el funcionario de la Federal
preguntó si tenía dinero suficiente para su estadía en Brasil, ante lo cual, él
respondió que sí y que el funcionario revisó sin inconvenientes su cédula de
identidad, “porque está perfecta”. Se le permitió un tiempo de permanencia de
30 días en Brasil. “Yo vengo a visitar a unos familiares y a ver qué oportunidades
se dan aquí, porque allá (en el estado Anzoátegui) no se consigue efectivo y la
comida aumenta todos los días a precios exagerados”, expresó.
Migración
masiva, hambre y elecciones para noviembre de 2017, alrededor de 270
venezolanos ingresaban diariamente a través del punto migratorio de la Policía
Federal en Pacaraima. Dos meses más tarde, en enero pasado, el número de
venezolanos que se presentaba a ese lugar cada día llegó a ser cuatro veces
mayor.
Durante
una rueda de prensa realiza a finales del mes de enero, el Consejo Nacional de
Derechos Humanos (Cndh) de Brasil divulgó, según reseña publicada en el sitio
web del diario Folha de Boa Vista, que entre agosto y noviembre de 2017 el
promedio de entradas y salidas rondaba las 360 personas y que, en diciembre,
ese número aumentó a 450 y en enero de 2018 llegó a 500 personas. Sin embargo,
revelaron que, en apenas un día, durante la penúltima semana de enero, la PF
atendió a 1.014 personas.
Entonces,
cientos de personas, familias enteras, parejas, viajeros solitarios, formados
en largas y desordenadas filas, rodeados de maletas, cajas y mochilas
aguardaban a la intemperie el momento de pasar al área techada prevista para la
espera frente a las oficinas migratorias.
Entre
ellos resaltaban símbolos inequívocos de su nacionalidad: el morral y la gorra
con las señas de los Leones del Caracas, la chaqueta de la vinotinto, la
camiseta del Magallanes y, especialmente, la mochila tricolor distribuida entre
los estudiantes de los niveles básicos, medio y diversificado por el Gobierno
de Venezuela. Como la espera llegó a ser muy larga, de al menos 24 horas, se
llenaban de 28 a 30 listas con 100 nombres cada una de ellas diariamente. Durante
cada jornada, lograban chequearse poco más de 1.000 personas. Mientras que el
resto, de acuerdo con los relatos recogidos en ese momento, debían esperar
hasta la jornada siguiente.
La
mayoría de los entrevistados, a finales de enero, aseguró migrar por hambre,
porque lo que ganaba en sus empleos o negocios no le alcanza ni para comer. Esa
salida masiva coincidió con el anuncio de las elecciones presidenciales para
abril venidero. Sin embargo, mientras que algunos de los viajeros abordados se
manifestaron dispuestos a regresar para votar, otros descartaron esa
posibilidad, porque el proceso electoral no les resulta confiable.
Frankling
Rivas, de 33 años, chofer de transporte pesado y su esposa viajaron desde El
Tigre, en el estado Anzoátegui, a 818 kilómetros de esta frontera con la
finalidad de llegar a Boa Vista, una ciudad a la que jamás habían ido, donde no
tenían ni amigos ni conocidos y para buscar trabajo allá “en lo que sea”. Según
dijeron, pasarían la primera noche en una plaza hasta que consiguieran un
empleo que les permitiera alquilar, pues el presupuesto no les da para hacerlo
sin tener un ingreso seguro. “Debe ser bueno, me imagino que es mejor que
Venezuela”, dijo Rivas.
En
su ciudad de origen ganaba 350.000 bolívares semanales y solo un pollo le
costaba 650.000. Por eso, tuvo que dejar a sus hijos al cuidado de otros
familiares y procurar salir del país.
Llegó
a Santa Elena de Uairén, la ciudad fronteriza venezolana, entre las 10:00 y
11:00 am del lunes 29 de enero. Él y su esposa lograron anotarse en la lista
número 28 con la expectativa de hacer el chequeo migratorio la mañana del
martes en la PF. Tomó la decisión de migrar cuando se dio cuenta de que tenía
20.000.000 de bolívares (aproximadamente 667 reales) como único respaldo económico
y cotejó ese presupuesto con los precios de la comida. Luego, se enteró de que
el presidente Nicolás Maduro volvería a disputarse la Presidencia de la
República. “Entonces le dije a ella, vamos a probar suerte” ¿Regresará para
votar? “No y para qué. Si igual Maduro va a ganar”.
Rosa
González, de 38 años, peluquera, viajó desde Puerto La Cruz, una ciudad ubicada
a 983.9 kilómetros, en compañía de su marido y una pareja de amigos. En casa,
al cuidado de su mamá de 75 años, dejó a sus tres hijos, dos ellos menores de
edad. “Nosotros estamos viviendo una crisis muy fuerte (…) Dejé a mis hijos con
mi mamá y no sabes el dolor tan grande que llevo en mi corazón”.
Llegó
a la frontera durante la penúltima semana de enero. Aguardó dos días para hacer
su chequeo en migración, ella selló su ingreso al país vecino sin problemas,
pero su esposo no fue admitido, porque su cédula de identidad se había vencido
pocos días antes. “Yo llamé ayer y me dijeron que todavía no hay material”. Por
lo pronto, González vendía medias, al tiempo que esperaba por el regreso de su
marido. Dijo que ni aún queriendo pudiera regresar a Puerto La Cruz, porque no
tenía dinero ni para el pasaje.
Ella
decidió emigrar porque sus hijas pequeñas se estaban yendo a la cama sin comer.
“Yo soy peluquera, pero allá en Puerto La Cruz la gente lo único que consigue
es para comer. Después agarré una contrata en la Refinería de Jose y me pagaban
180.000 bolívares semanales, pero un arroz me cuesta 260.000 bolívares y una
harina de maíz 180.000”.
“Por
culpa del Presidente de Venezuela es que nosotros estamos así. Los niños en los
hospitales se están muriendo desnutridos. Los niños no están estudiando (…) Yo no
quisiera ni regresar a votar, porque lo que hay es puro fraude. Ya estoy
decepcionada de las votaciones de Venezuela. La única esperanza que tenemos es
Dios”.
El
lunes 29, a las 2:00 pm, González apenas si había tomado café y se había comido
un par de mandarinas. El domingo comió gracias a un hombre, cristiano,
residente de Santa Elena de Uairén, que reparte, entre los migrantes, cuatro
ollas de sopa diariamente. Pero así como la caridad cristiana, González contó
haber experimentado actos de xenofobia de parte de algunos ciudadanos
brasileños. Dijo que le niegan el baño y el tomacorriente para cargar el
teléfono. “Yo tengo saldo, pero no puedo llamar a la familia para saber cómo
están por allá”.
Oswaldo
Estrada, comerciante, oriundo de Isnotú, estado Trujillo, ciudad ubicada a
1.744, 8 kilómetros de esta frontera, migró a finales de 2017 hacia Perú. Dijo
que regresó, porque extrañaba a sus hijos. Tiene uno de apenas 10 meses. Por
ese niño, los funcionarios de migración Brasil le permitieron entrar sin que
transcurriera mayor tiempo de espera. Llegó a las 5:00 am e ingresó para el
chequeo tan pronto como abrieron las oficinas de la PF, a las 8 am.
Estando
en Perú, sus hermanos, que están en Manaus, la capital del estado brasilero de
Amazonas, lo convencieron para que probara suerte en Brasil. “A mis hermanos
les está yendo bien allá y yo voy con la fe primeramente en Dios (…) En Isnotú
quebró mi negocio. Yo hacía 500 pares de sandalias en un mes y ahora no hay
material ni para 10 pares y tuve que vender mi carro”.
Contó
que la cantidad de gente que sale de Venezuela por la frontera con Colombia
triplica a quienes salen hacia el Brasil. “Venezuela es uno de los países más
ricos del mundo y cómo lo tiene el Gobierno (…) Yo sí pienso venir a votar. Yo
tengo primeramente fe en Dios, pero sí tengo esperanza, porque creo que 85 % de
los venezolanos está en contra de este Gobierno”.
FUENTE:
EL PITAZO