Prensa. Diario Las Américas.
Quizás el principio más
contagioso de la política exterior de América Latina en la última década ha
sido rendirse, con pocas excepciones, a los brazos de la República Popular
China y alejarse de Taiwán. A pesar de que la región se benefició del evidente
legado de la tecnología y la generosidad taiwanesas, tan solo en los últimos
años, Costa Rica, Panamá, El Salvador y la República Dominicana han abrazado
por completo a China comunista y rompieron dramáticamente con Taiwán. En este
momento, solo Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay, en América Latina,
mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán.
Como comentó el Secretario
de Estado Mike Pompeo, durante su visita el año pasado a diferentes países
latinoamericanos, que comprendió desde las Antillas hasta América del Sur,
China ha comprado el apoyo de regímenes y fuerzas totalitarios y corruptos. Y
China, dijo Pompeo el 12 de abril de 2019, en Chile, "... a menudo inyecta
capital corrosivo en el flujo económico, incitando a la corrupción y
erosionando las prácticas del buen gobierno".
Ahora, como la crisis del
coronavirus ha hecho evidente la manipulación y la falta de transparencia por
parte de China, que empeoró, en lugar de mejorar la crisis, y resaltó el
liderazgo de Taiwán para enfrentar el virus, muchos en la región están
comenzando a hacer preguntas. Como señala un artículo de
Hilton Yip publicado en la revista Foreign Policy del 16 de marzo de 2020:
"La estrategia de
Taiwán contra el coronavirus consiste en una combinación de vigilancia
temprana, medidas proactivas e intercambio de información con el público, así
como la aplicación de tecnología en forma de análisis de big data y plataformas
en línea. Todo esto hecho con un nivel impresionante de transparencia pública y
compromiso, en marcado contraste con el uso de medidas draconianas y coercitivas,
así como la censura para manejar el brote de coronavirus por parte de
China".
Estas realidades han
llevado a cuestionamientos por parte de muchos latinoamericanos. El congresista
costarricense Dragos Dolanescu, quien encabeza el Partido Republicano
Socialcristiano, expresó en declaraciones recientes en la capital de su país:
"Es extraño que Costa
Rica tenga una relación tan estrecha con China y ninguna relación con Taiwán.
Taiwán ha mostrado liderazgo no solo para enfrentar con éxito el coronavirus,
sino también económicamente, tanto en desarrollo como en infraestructura. Costa
Rica debería volver su vista a Taiwán y buscar una relación normal con ese
país".
En una carta al Ministerio
de Relaciones Exteriores de Costa Rica y con un franco desplante de arrogancia
imperial, el embajador de la República Popular China en Costa Rica, Tang Heng,
respondió con enojo a las declaraciones de Dolanescu.
“Las declaraciones del
congresista Dragos Dolanescu tocan la línea roja de la política de “Una China”
y van en contra de las de las buenas relaciones entre China y Costa Rica. La
cuestión de Taiwán concierne a los intereses fundamentales de China y a los
sentimientos nacionales de su pueblo", escribió Tang.
En una declaración
pública, Dolanescu respondió al embajador Heng:
“Negar la existencia de
Taiwán, un país que comparte la tradición democrática de Costa Rica y que tiene
una fuerte presencia cultural en nuestro país, es cegarse ante la realidad del
mundo porque Taiwán es reconocido por otros países de nuestro hemisferio. El
uso de canales diplomáticos para intentar evitar que un congresista ejerza su
derecho a la opinión política (Artículo 121 de nuestra constitución) es tocar
la "línea roja", para tomar prestada la frase utilizada por (el
embajador de la RPC) Teng, de intervención extranjera en los asuntos internos
de Costa Rica”.
En una entrevista personal
con este autor, Dolanescu agregó:
“Costa Rica es un país soberano
y tiene derecho a tener relaciones diplomáticas con quien creamos conveniente.
Si durante la Guerra Fría, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética no
nos instruyeron con quién podríamos tener relaciones, no entiendo por qué la
República Popular de China quiere imponernos que no tengamos relaciones con
Taiwán, que es un país democrático como Costa Rica, que tiene elecciones libres
cada cuatro años como Costa Rica y que, como Costa Rica, ama la libertad”.
Por otro lado, en
República Dominicana, Pelegrín Castillo, un formador de opinión y líder del
Think tank ProNacion, escribió recientemente: “La experiencia nos muestra que
las sociedades abiertas son más aptas que las sociedades cerradas para
enfrentar estas crisis, ya que estas apelan a estrategias autocráticas y
totalitarias. Taiwán e Israel son dos de esas naciones que han mostrado el
camino”.
Durante su usual rueda de
prensa, el 19 de marzo, en una aparente reprimenda a Castillo y a aquellos que
comparten su pensamiento en la República Dominicana, el portavoz del Ministerio
de Relaciones Exteriores de la República Popular China, Geng Shuang, dijo que
la República Dominicana y otros países latinoamericanos se habían beneficiado
de las relaciones con China, y advirtió severamente que las autoridades
taiwanesas "no tenían salida" si buscaban aplicar la política de
"dos Chinas" o "una China, una Taiwán".
China insiste en que
Taiwán es su provincia bajo la política de "Una China". Cualquier
nación que elija establecer relaciones formales con Beijing debe pretender que
Taiwán no existe. Muchos países de América
Latina han elegido la política de "Una China", moviéndose hacia la
órbita económica china a pesar del costo moral de tener que romper con la
democracia taiwanesa, la cual es un modelo al que aspiran los latinoamericanos.
En Uruguay, el gobierno
conservador recientemente electo, encabezado por Luis Lacalle Pou puso fin al
control de 20 años del Frente Amplio, una coalición de organizaciones
izquierdistas y comunistas. Durante el período en que el Frente gobernó
Uruguay, China se convirtió en el principal socio económico del país. No todos los uruguayos
están de acuerdo con el destino que esto podría tomar. Un estudio reciente del
Think Tank CESCOS, perteneciente a la Universidad ORT de Montevideo, Uruguay,
declaró que:
“Las actuales experiencias
comparativas de China y Taiwán son útiles para resaltar estos puntos clave: No
es verdad que el costo del alto crecimiento económico sea la limitación de las
libertades y la violación de los derechos humanos. No es cierto que los
occidentales deban aceptar que "hay otras culturas" donde "los
derechos se valoran de manera diferente" y donde existe un sentido
colectivo que oprime al individuo y, por lo tanto, es legítimo impulsar el
crecimiento económico a cualquier costo. Al mismo tiempo, en el actual contexto
sanitario global, no es cierto que sea tolerable buscar soluciones al problema
para limitar la propagación del virus a toda costa, especialmente porque
implica el uso brutal de la fuerza policial y la violación de los más
elementales derechos humanos. Taiwán comparte la misma cultura, tradición,
historia y costumbres que quienes han provocado el supuesto "milagro
económico" en China continental y, sin embargo, en la isla, no han tenido
que violar los derechos humanos para llevar a cabo otro milagro económico. En
este caso, es un verdadero milagro porque la prosperidad es real cuando una
persona puede elegir cómo vivir su vida y no cuando, como con la falsa
prosperidad de China continental, el crecimiento tiene un costo para la
persona, incluso a costa de la vida de esta persona”.
En Chile, que hasta hace
poco ha sido un modelo de libertad política, inclusión y crecimiento económico,
hay un movimiento ciudadano que impulsa demandas sociales, que ha sido
secuestrado por una violenta insurgencia de tipo antifa. Las fuerzas
prodemocráticas han tomado las calles para defender al país, para evitar
dirigirse hacia donde los supuestos líderes de la izquierda radical chilena
quieren que vaya: Los modelos cubano y venezolano.
Muchos en este movimiento
sienten que las políticas exteriores del establishment de centroizquierda,
vigente incluso bajo administraciones conservadoras, han socavado el orden
republicano de Chile. René Barba, director del
prestigioso Bertait College en Santiago de Chile, quien es concejal de la comuna
de clase media de Lo Barnechea, y líder del movimiento cívico - patriótico de
base que se ha organizado para evitar la toma del poder por los comunistas en
el país, resumió, en conversación con este autor, un sentimiento compartido por
muchos en la región:
“Chile debería fortalecer
sus relaciones con Taiwán, con quien compartimos un modelo económico y
político, y buscar un comercio abierto y un libre intercambio de ideas. ¿Qué ha
hecho Cuba por nosotros? Durante los últimos 60 años ha exportado el comunismo
a toda nuestra sociedad civil e incluso ha entrenado y armado guerrilleros
armados y entrenados que han llevado a cabo asesinatos como el del senador
Jaime Guzmán. Deberíamos cortar los lazos con Cuba y avanzar en nuestra
relación con Taiwán”.
Incluso antes de la crisis
del coronavirus, era evidente que el mundo se estaba alejando de una
globalización sin restricciones de los años 90 y hacia un nuevo alineamiento
mundial. Parecería que, en una comunidad de democracias regionales, un
acercamiento entre las democracias latinoamericanas y un Taiwán económicamente
poderoso con el que comparte valores fundamentales no deberían descartarse
fácilmente. Del mismo modo, las autoridades chinas tendrían que evaluar si su
intento de monopolizar las políticas exteriores de los estados soberanos es
aceptable para la región en un mundo de crisis posterior al coronavirus.
El Dr. Orlando
Gutiérrez-Boronat es escritor, educador, cofundador y portavoz del Directorio
Democrático Cubano (Directorio).