Prensa. Senderos
de Apure.net.
El
estado Apure, será sede del VIII Encuentro
Nacional de Jóvenes de Acción Católica de Venezuela del 14 al 17 de agosto del
año 2014, donde recibirá a más de 100 personas de este apostolado que se
encuentra en 7 diócesis venezolanas. Para ello, el apostolado anfitrión
conjuntamente con su organismo central han diseñado el material preparatorio
para este nuevo encuentro en la región llanera, del cual colocaremos a
continuación;
El
presente documento ha sido elaborado como un aporte a la formación y preparación para la celebración del VIII
ENJAC Venezuela, Apure 2014. Siendo también un medio para la reflexión e
interiorización en el camino de peregrinación, en el crecimiento y fortalecimiento
de la fe para aquellos jóvenes, que escuchando el llamado, se han puesto en
camino, para poder arraigar y edificar su vida en la roca que es Cristo desde
las filas de la Acción Católica.
Preparemos
nuestro corazón para vivir el VIII ENJAC (ya sea que vayamos o no) como un
verdadero encuentro de hermanos con Cristo.
El
ENJAC significa: salir al encuentro de Dios, que entró en la historia del
hombre mediante el misterio pascual de Jesucristo en los hermanos. Es un
peregrinaje. Es un camino siempre en movimiento. Como la vida. Como la juventud.
Los jóvenes de la Acción Católica de Venezuela, junto con sus dirigentes, son
invitados cada dos (2) años a encontrarse para:
• Compartir su caminar en la militancia
del apostolado.
• Renovar su compromiso apostólico.
• Celebrar y fortalecer la fe recibida.
Para
ello, nos acompañan nuestros símbolos distintivos de la celebración del ENJAC:
1. Inicia su peregrinación la Réplica de
la Cruz de San Clemente con su ritual propio.
2. Se introduce junto a la Cruz un Icono
de la Virgen María bajo la Advocación de Nuestra Señora de Coromoto, patrona de
Venezuela, ella como compañera de Jesús también nos acompaña a nosotros en
nuestra vida y en nuestro apostolado.
3. En esta ocasión, se revitaliza nuestra
formación con un Itinerario formativo con respecto al tema del ENJAC, de manera
que todos los y las JAC puedan hacerse partícipes del mismo, aunque no estén
físicamente en él. Este itinerario tiene como objetivo: Brindar a los y las JAC
un camino preparatorio en la participación al VIII ENJAC, a través de,
encuentros formativos y celebrativos, que favorezcan la experiencia de nuestras
consignas: contemplación, comunión y misión.
4. Para el VIII ENJAC reflexionaremos
sobre el tema: ¿dónde está tu hermano? Cuyo referente bíblico está tomado del
Libro del Génesis 4, 9-10: “Yahvé dijo a Caín: « ¿Dónde está tu hermano Abel?»
Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?» Replicó Yahvé:
«¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo.”
METODOLOGÍA
1er
Momento: LECTURA Y REFLEXIÓN BÍBLICA
2º
Momento: PROFUNDIZACIÓN Y DISCERNIMIENTO EN LA VOZ DEL SANTO PADRE EL PAPA
3º
Momento: MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO A LA ACI Y CON ELLA A TODA LA AC
4º
Momento: EVANGELIIGAUDIUM (este debe hacerlo todo participante del ENJAC, de
manera particular, ya que uno de los temas requiere que se haya leído y
meditado la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, se les enviará anexo en
pdf. También pueden descargarla en estos link:
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html
http://www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf
1er
Momento: LECTURA Y REFLEXIÓN BÍBLICA
"¿Dónde
está tu hermano?"
Autor:
Fray Ricardo Corleto OAR
Formador
agustino recoleto, profesor de la UCA y asesor del Consejo Nacional de ACA
El
relato de Génesis 4, 8-10 (Leer de la Biblia)
Ante
una hermandad del pueblo argentino que se ha pisoteado y que corre serio riesgo
de desaparecer, es necesario volvernos a la Palabra de Dios, para que ella nos
indique qué clase de fraternidad debemos reinstaurar y cuál no cumple con los
objetivos de una auténtica concordia. Nuevamente resuenan en nuestros oídos las
palabras del capítulo primero del génesis citado más arriba: ¿dónde está tu
hermano? Y ¿qué has hecho? “¿Dónde está tu hermano Abel?” Esta penetrante y
dura pregunta de Yahvé a Caín abre el relato del “juicio” del primer
fratricidio narrado en la historia bíblica. A esta primera pregunta se agrega
una segunda no menos punzante y terrible: “¿Qué has hecho?”. Bien sabe Caín
dónde está su hermano: su cuerpo exánime yace en la tierra y su sangre “grita”
hacia Dios desde el suelo; bien sabe también Caín qué ha hecho con Abel:
“Cuando estuvieron en el campo se abalanzó sobre su hermano y lo mató”; también
Dios sabe muy bien dónde está Abel y qué ha hecho Caín con su hermano.
Las
preguntas de Dios, pues, no tienen por finalidad enterarse de lo sucedido,
“porque Él conoce los secretos más profundos”. La pregunta de Yahvé tiene más
bien por finalidad “hacer conocer” y reconocer a Caín la profundidad y el
carácter sacrílego de su propio pecado; y, en todo caso, abrirle las puertas de
la misericordia ante una confesión voluntaria y arrepentida de su delito.
Ciertamente,
este relato bíblico no debe ser interpretado “como un hecho ‘histórico’ que
tiene por autores a los hijos del primero hombre, sino como un ‘ejemplo
arquetípico’ que pone de manifiesto los efectos de la desobediencia narrada en
el capítulo anterior [del Génesis]: después del pecado del hombre contra Dios,
se desencadena la lucha del hombre contra el hombre” . Es interesante fijar
nuestra atención sobre la frase que acabamos de transcribir: el pecar contra
Dios, el intentar declararse “autónomo” de Él, lleva necesariamente a pecar
contra el hermano. Digo que es interesante prestar atención a este hecho que,
de forma prototípica, nos narra la Escritura Santa, porque éste ha sido,
precisamente, uno de los pecados teóricos y prácticos que con mayor profusión
se ha perpetrado en la Modernidad, de la cual –querámoslo o no– somos
herederos. Para no incurrir en una digresión, intentaré abordar más adelante
este problema, aunque sólo sea brevemente.
Es
interesante notar a través de las mismas preguntas que Dios dirige al pecador
en esta especie de “juicio” genesiaco el profundo cambio de situación: Dios ya
no dirige a Caín la misma pregunta que había hecho a Adán: “¿Dónde estás?”,
sino más bien: “¿Dónde está tu hermano?”. El pecado de “personal” se convierte
en “social”; “La responsabilidad ante Dios es responsabilidad por el hermano:
La pregunta de Dios se enuncia ahora como pregunta social”. Algunos autores
creen ver detrás del relato de Caín y Abel la explicación del origen de una
tribu (los quenitas) o del origen del enfrentamiento entre tribus (sedentarios
y nómadas), sin embargo, “J [el yavista] da al relato un alcance más universal
y lo refiere a toda la humanidad, no a los antepasados epónimos de unas tribus
concretas”. Así, pues, en el crimen de Caín estamos incluidos todos los seres
humanos. Cada vez que “matamos” al hermano, materialmente o despreocupándonos
de él, estamos reiterando el crimen de Caín; o para decirlo mejor: el crimen de
Caín es la explicación revelada a cada asesinato u olvido nuestro con relación
a nuestro prójimo.
Caín
peca porque miente; al responder “no sé [dónde está mi hermano]” miente
desfachatadamente; pero hay una culpa aún más seria: “Más grave es la renuncia
formal a ser ‘custodio’ de su hermano. Por ser su hermano, lo ha de proteger;
por ser el mayor, está más obligado”. No obstante lo ha matado y el “cuerpo del
delito” es precisamente la sangre de su hermano que clama a Dios desde el
suelo; esta sangre es comparable a la vox opressorum (la voz de los oprimidos)
que clama a Dios pidiendo la protección del Derecho.
El
concepto de “fraternidad” en la Biblia –basta leer cualquier diccionario
bíblico– permitiría hacer una multiplicidad de consideraciones; pero aún las
pocas palabras del Génesis que venimos analizando, bien leídas y reflexionadas
¡cuánta luz puede lanzar sobre nuestra situación actual! Ciertamente creo que
el gran pecado social que estamos viviendo los argentinos consiste
fundamentalmente en una crisis inconmensurable de egoísmo, un “querer salvarse
solo y a sí mismo” que nos viene afectando desde hace años. El querer
desentendernos de nuestros conciudadanos nos convierte en nuevos “caínes”, es
decir, en homicidas.
Uno
podría preguntarse: ¿De dónde nos viene toda esta crisis de egoísmo e
individualismo que nos está haciendo olvidar el auténtico concepto de
fraternidad y que está diluyendo el cuerpo social de nuestra Nación? La
respuesta es seguramente difícil y encierra tantos aspectos que no me permite
abordarla ahora en toda su complejidad. Tanto en el Magisterio pontificio
cuanto en las enseñanzas de nuestros obispos –las citas podrían multiplicarse
por centenares– se suele señalar entre otras la ideología neo-liberal que hemos
adoptado a-críticamente y que parece ser la que impera en el mundo occidental
en el día de hoy. Considero que el individualismo egoísta que el
neo-liberalismo propone, tiene una conexión directa con la desaparición de un
concepto absolutamente débil de fraternidad. Me refiero al concepto de
fraternidad que ha gestado y propuesto el pensamiento moderno; consciente de mi
incompetencia para tocar un tema tan espinoso, intentaré, al menos, ofrecer una
pista de reflexión sobre el particular.
El
concepto de “fraternidad” en el pensamiento moderno
No
es éste el lugar para analizar pormenorizadamente el vastísimo campo de las
ideas filosóficas de la Modernidad, tampoco pretendo “demonizar” las ideas
filosóficas modernas, y mucho menos aún pretendo descalificarlas en bloque; no
obstante, creo que no es aventurado decir que el principio naturalista en el
que muchos de los filósofos modernos fundamentan la igualdad entre los hombres;
principio que excluye o ignora la común filiación divina y que se expresa por
ejemplo en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789,
ha fundado paralelamente un concepto de “fraternidad universal” que me parece
utópico. Bajo el lema “libertad, igualdad, fraternidad”, la Revolución Francesa
de 1789 “canonizó”, por así decirlo, ideas que podemos encontrar presentes en
los filósofos ilustrados que con su pensamiento precedieron a este movimiento político-social.
Ahora
bien, cabría hacer el siguiente razonamiento: El concepto de fraternidad
implica “de suyo” la noción de un padre común, ya que sólo hay fraternidad
entre quienes son hermanos (valga la redundancia), y sólo son hermanos quienes
tienen un padre común; cabe a continuación hacerse una pregunta ¿Dónde está el
“padre común” de la filosofía moderna?; creo que la respuesta bien podría ser:
“En ningún lado”. A lo sumo, y analógicamente, podrá hablarse de una “madre
común” a todos los hombres, y esta será “la naturaleza”. Este concepto me
parece tan débil y abstracto que, si cae el concepto de “naturaleza”, de
“natural”, etc. cae inmediatamente el sustento de la “fraternidad universal”.
Pues bien, en el pensamiento contemporáneo la noción de “natural” ha sido una
de las más cuestionadas y frecuentemente abandonadas. Caído en desuso el
concepto de “común naturaleza de todos los hombres” qué elementos podrían
fundamentar esa fantasmagórica noción de “hermandad universal” ¿qué queda de
aquella tan cacareada fraternidad? La respuesta es: nada, absolutamente nada.
Llamados
a la acción
Tal
vez el lector pueda sentirse “decepcionado” al observar lo parco que seré en
este apartado. Efectivamente, creo que no se pueden dar “líneas de acción”
universales para toda la Nación y para todas las circunstancias. Simplemente, y
a la luz de lo analizado hasta ahora, me atrevo a expresar algunas pistas de
reflexión para la acción.
En
primer lugar, creo que es necesario desde todo punto de vista, que tomemos
conciencia de que la crisis que estamos viviendo no es “una crisis más”, es una
crisis de magnitud y características tales que puede llevar a nuestro País a un
abismo de consecuencias impensables.
En
segundo lugar, creo que debemos tomar conciencia de que, quién con mayor y
quién con menor responsabilidad, todos los ciudadanos de la República somos
responsables, por comisión o por omisión, de lo que nos está sucediendo. Todos
pues tendremos que “poner el hombro” para salir adelante.
Se
impone llamar a las cosas por su nombre. Hoy en día, desentenderse del prójimo
no implica, no puede implicar –y menos para un cristiano– un simple “pecadito”.
En la situación actual, desentenderse del prójimo es condenarlo al exterminio
(real o moral) y esto nos constituye en homicidas.
Hay
que reconstruir la fraternidad entre los miembros de la Nación, y ésta no puede
sustentarse en fundamentos débiles que se han mostrado ineficaces. Para
alcanzar la añorada unanimidad de almas y corazones a la que me he referido ya
en otra oportunidad , es necesario redescubrir nuestra condición de “hijos de
Dios”, ver al conciudadano, al vecino, al compañero de trabajo, etc. como un
“hijo de Dios”, y por lo tanto dotado de una dignidad inalienable, y
consecuentemente también como un auténtico hermano.
No
podemos quedarnos en el marco de la mera reflexión; debemos trazar líneas de
acción que tiendan a reconstruir la fraternidad nacional que se ha quebrantado.
Pero a la hora de trazar esas líneas tendremos que tener meridianamente claro
que, tanto en la elección de los fines, como en los medios empleados para
alcanzarlos, tendremos que apelar siempre e irrenunciablemente a principios y
métodos de acción evangélicos.
Respuestas
de otra naturaleza han mostrado su absoluta ineficacia, y además han
constituido un capítulo más en nuestra historia de disgregación.
Quiera
Dios que ante la pregunta “¿Dónde está tu hermano?” no respondamos con el
descaro de Caín: “No sé”, mientras, conscientemente, lo dejamos yaciendo sobre
el polvo; quiera Dios que –como Jesús enseñó del buen samaritano– pueda también
decirse de nosotros: “al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se
acercó y vendó sus heridas... después lo puso sobre su propia montura, lo
condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo”. Sólo así seremos prójimos de
nuestro prójimo; sólo así podremos llamarnos hermanos de nuestros hermanos.
formacion@accioncatolica.org.ar
www.accioncatolica.org.ar
PARA
NUESTRA REFLEXIÓN
Una
vez leído y escuchado esta lectio divina llevada a la realidad de nuestros
hermanos argentinos cabría bueno realizarse varias preguntas, y extrapolar esta
reflexión:
1. ¿La realidad venezolana está lejos de
parecerse a esta que pudimos apreciar?
2. ¿Qué líneas de acción viables,
propondríamos cómo ACdeV para responder a esa inquietud que nos llama: dónde
está tu hermano?
3. A la luz de la iluminación Bíblica
¿Para y por qué realizamos acciones sociales?
Enviar
una sola respuesta, a manera de conclusión que abarque las preguntas, en un
correo electrónico, de manera simultánea a ramsesjacven@gmail.com y
accioncatolicaapure@gmail.com una vez realizado el encuentro formativo, antes
del 01 de agosto de 2014.
2º
Momento: PROFUNDIZACIÓN Y DISCERNIMIENTO EN LA VOZ DEL SANTO PADRE EL PAPA
¡¿Dónde
está tu hermano?!
La
globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar, el Papa
en Lampedusa.
La
cultura del bienestar nos vuelve insensibles a los gritos de los demás.
“¡¿Dónde está tu hermano?!” Papa Francisco repitió la pregunta de Dios a Caín,
en Lampedusa. Y preguntó: ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y
hermanas de la barca? La globalización de la indiferencia, nos ha quitado la
capacidad de llorar. Con ornamentos morados, en la misa penitencial, propia del
ruego de perdón por los pecados, Papa Francisco celebró a las 10,30 con
refugiados en la isla Lampedusa.
El
Evangelio proclamado fue la huída a Egipto de José y María de Nazaret con el
niño Jesús y el asesinato de los inocentes por parte de Herodes. En su homilía
Francisco dijo entre otras cosas: Inmigrantes muertos en el mar en esas barcas
que en vez de ser un camino de esperanza, han estado un camino de muerte. Son
titulares que se repiten- dijo- por eso he sentido que tenía que venir hoy aquí
a rezar, a cumplir un gesto de cercanía y también para despertar las
conciencias para que esto que ha sucedido no se repita. ¡Que no se repita por
favor!
Primero
agradeció y dio ánimo a los habitantes de Lampedusa, a las asociaciones,
voluntarios y fuerzas de seguridad que han mostrado atención a las personas en
su viaje hacia alguna cosa mejor. “Ustedes son una pequeña realidad pero
ofrecen un ejemplo de solidaridad. ¡Gracias!”
Después
de saludar a los migrantes musulmanes, les dijo que la iglesia les está cercana
en la búsqueda una vida más digna. Y Francisco insistió en el pedido a Dios de
perdón: Señor, en esta Liturgia, que es una Liturgia de penitencia, pedimos
perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos perdón
por quien se ha acomodado, se ha encerrado en su propio bienestar que lleva a
la anestesia del corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones
a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas.
Dijo
también: Pidamos al Señor que borre lo que queda de Herodes también en nuestro
corazón. Pidamos al Señor la gracia de llorar sobre nuestra indiferencia, sobre
la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el
anonimato toman decisiones socio-económicas que abren el camino a dramas como
este. Vivimos en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, son la
ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia hacia los
demás. El otro no es más el hermano para amar sino el que molesta mi vida, mi
bienestar.
A continuación, les acercamos el texto completo
de la homilía de Francisco en la Isla de Lampedusa: Inmigrantes muertos en el
mar, desde esas barcas que en lugar de ser una vía de esperanza han sido una
vía de muerte. Así es el título de los periódicos. Cuando hace algunas semanas
he conocido esta noticia, que lamentablemente tantas veces se ha repetido, mi
pensamiento ha vuelto a esto continuamente come una espina en el corazón que
causa sufrimiento.
Y
entonces he sentido que debía venir aquí hoy a rezar, a realizar un gesto de
cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha
sucedido no se repita, no se repita, por favor.
Pero
antes, quisiera decir una palabra de sincera gratitud y de aliciente a ustedes,
habitantes de Lampedusa y Linosa, a las asociaciones, a los voluntarios y a las
fuerzas de seguridad, que han mostrado y muestran atención a las personas en su
viaje hacia algo mejor. Ustedes son una pequeña realidad, ¡pero ofrecen un
ejemplo de solidaridad! Gracias también al Arzobispo Mons. Francesco
Montenegro, por su ayuda, su trabajo y su cercanía pastoral. Gracias también a
la señora Giusy Nicolini, alcaldesa, por lo que hace. Dirijo un pensamiento a
los queridos inmigrantes musulmanes que están comenzando el ayuno de Ramadán,
con el deseo de abundantes frutos espirituales. La Iglesia está cerca de
ustedes en la búsqueda de una vida más digna para ustedes y para sus familias.
¡A ustedes “O’ scia’!”
Esta
mañana, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, quisiera proponer
algunas palabras que, sobre todo, despierten la conciencia de todos, impulsen a
reflexionar y a cambiar concretamente ciertas actitudes.
“¿Adán,
dónde estás?”: es la primera pregunta que Dios dirige al hombre después del
pecado. “¿Dónde estás?”. Es un hombre desorientado que ha perdido su lugar en
la creación porque cree que puede volverse potente, que puede dominar todo, que
puede ser Dios. Y la armonía se rompe, el hombre se equivoca y esto se repite
también en la relación con el otro que ya no es el hermano al que hay que amar,
sino sencillamente el otro que disturba mi vida, mi bienestar. Y Dios hace la
segunda pregunta: “Caín, ¿dónde está tu hermano?”. El sueño de ser poderoso, de
ser grande como Dios, es más de ser Dios, lleva a una cadena de equivocaciones
que es cadena de muerte, ¡conduce a derramar la sangre del hermano!
¡Estas
dos preguntas de Dios resuenan también hoy, con toda su fuerza! Muchos de
nosotros, también yo me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos
al mundo en que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para
todos y ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos unos a otros. Y cuando
esta desorientación adquiere las dimensiones del mundo, se llega a las
tragedias como a la que hemos asistido.
“¿Dónde
está tu hermano?”, la voz de su sangre grita hasta mí, dice Dios. Esta no es
una pregunta dirigida a los demás, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada
uno de nosotros. Esos hermanos y hermanas nuestros trataban de salir de
situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un
lugar mejor para ellos y para sus familias, pero han encontrado la muerte.
¡Cuántas
veces aquellos que buscan esto no encuentran comprensión, acogida, solidaridad!
¡Y
sus voces suben hasta Dios!
Y
una vez más a ustedes, habitantes de Lampedusa les agradezco su solidaridad.
He
escuchado recientemente a uno de estos hermanos. Antes de llegar aquí han
pasado por las manos de los traficantes. Esos que explotan la pobreza de los
demás. Esa gente que hace de la pobreza de los demás su propia fuente de
ganancia. ¡Cuánto han sufrido... y algunos no han logrado llegar!
“¿Dónde
está tu hermano?”. ¿Quién es el responsable de esta sangre?
En
la literatura española hay una comedia de Lope de Vega que narra cómo los
habitantes de la ciudad de Fuente Ovejuna matan al Gobernador porque es un
tirano, y lo hacen de modo que no se sepa quién ha realizado la ejecución. Y
cuando el juez del rey pregunta: “¿Quién ha asesinado al Gobernador?”, todos
responden: “Fuente Ovejuna, Señor”. ¡Todos y nadie! También hoy esta pregunta
surge con fuerza: ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y
hermanas? ¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: no soy yo, yo no tengo nada
que ver, serán otros, ciertamente no yo. Pero Dios pregunta a cada uno de
nosotros: “¿Dónde está la sangre de tu hermano que grita hasta mí?”
Hoy
nadie se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la
responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y
del servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano:
miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá pensamos
“pobrecito”, y continuamos por nuestro camino, no es tarea nuestra; y con esto
nos tranquilizamos y nos sentimos bien. La cultura del bienestar, que nos lleva
a pensar en nosotros mismos, nos vuelve insensibles a los gritos de los demás,
nos hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, son la
ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia hacia los
demás, es más lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la
globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos
habituado al sufrimiento del otro, no nos concierne, no nos interesa, no es un
asunto nuestro!
Vuelve
la figura del Innominado de Manzoni. La globalización de la indiferencia nos
hace a todos “innominados”, responsables sin nombre y sin rostro. “¿Adán dónde
estás?”, “¿dónde está tu hermano?”, son las dos preguntas que Dios hace al
inicio de la historia de la humanidad y que dirige también a todos los hombres
de nuestro tiempo, también a nosotros.
Pero
yo querría que nos hiciéramos una tercera pregunta: “¿Quién de nosotros ha
llorado por este hecho y por hechos como éste?”. ¿Quién ha llorado por la
muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por estas personas que
estaban en la barca? ¿Por las jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por
estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias familias?
Somos
una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del “padecer con”: ¡la
globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar! En el
Evangelio hemos escuchado el grito, el llanto, el gran lamento: “Raquel llora a
sus hijos… porque ya no están”. Herodes ha sembrado muerte para defender su
propio bienestar, su propia pompa de jabón. Y esto sigue repitiéndose… Pidamos
al Señor que borre lo que queda de Herodes también en nuestro corazón; pidamos
al Señor la gracia de llorar sobre nuestra indiferencia, sobre la crueldad que
hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman
decisiones socio-económicas que abren el camino a dramas como este. ¿Quién ha
llorado? ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado hoy en el mundo?”
Señor,
en esta Liturgia, que es una Liturgia de penitencia, pedimos perdón por la
indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por
quien se ha acomodado, se ha encerrado en su propio bienestar que lleva a la
anestesia del corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a
nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas. ¡Perdón
Señor!
Señor,
que escuchemos también hoy tus preguntas: ¿“Adán, dónde estás?”, “¿dónde está
la sangre de tu hermano?”
Vatican.va:
Homilía en el Campo de deportes "Arena" (Lampedusa, 8 de julio de
2013)
PARA
NUESTRA REFLEXIÓN
1. ¿Y será que en Venezuela tendremos algo
parecido a Lampedusa?
2. ¿Qué estamos haciendo nosotros como
ACdeV para escuchar el llamado y la pregunta de Dios dónde está tu hermano?
3. ¿Cuál será la causa del llanto de
tantos venezolanos, dónde hemos dejado a Dios?
4. De todo esto que hemos escuchado del
Papa Francisco en Lampedusa que podemos hacer para enjugar las lágrimas de los
que lloran en especial de los y las jóvenes?
Enviar
una sola respuesta, a manera de conclusión que abarque las preguntas, en un
correo electrónico, de manera simultánea a ramsesjacven@gmail.com y
accioncatolicaapure@gmail.com una vez realizado el encuentro formativo, antes
del 01 de agosto de 2014.
3º
Momento: MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO A LA ACI Y CON ELLA A TODA LA AC
TENEMOS
QUE VIVIR EL EVANGELIO, NO SER ESTATUAS DE MUSEO: FRANCISCO A LA ACCIÓN
CATÓLICA ITALIANA
(RV).-
Quedarse con Jesús, ir a los confines y vivir la alegría de la pertenencia
cristiana. Con esta actitud se evita la tentación de la quietud, la tentación
de la cerrazón y del intimismo, se evita de llevar adelante una vida más
parecida a estatuas de museo que de personas llamadas por Jesús a vivir y a
difundir la alegría del Evangelio. Fueron estos los tres objetivos para el
apostolado cristiano indicados por el Papa Francisco en su discurso a la Acción
Católica Italiana, en la Audiencia tenida esta mañana en el Aula Pablo VI, ante
casi 7.000 miembros de la Asociación que han concluido su XV Asamblea nacional.
Texto
completo del discurso del Santo Padre a la Acción Católica Italiana
Queridos
amigos de la Acción Católica,
Doy
la bienvenida a todos ustedes, que representan esta bella realidad eclesial.
Saludo a los participantes de la Asamblea nacional, a los presidentes
parroquiales, a los sacerdotes asistentes y a los amigos de la Acción Católica
de otros países. Saludo al presidente Franco Miano, a quien agradezco la
presentación que ha realizado, y al nuevo asistente general, Mons. Mansueto
Bianchi al cual deseo todo bien para esta nueva misión, y a su predecesor Mons.
Domenico Sigalini, que ha trabajado tanto: le agradezco por la dedicación con
la cual ha servido por tantos años a la Acción Católica. Dirijo un saludo
especial al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal
Italiana, y al Secretario General Mons. Nuncio Galantino.
El
tema de su Asamblea “Personas nuevas en Cristo Jesús, corresponsables de la
alegría de vivir”, se inserta bien en el tiempo pascual, que es un tiempo de
alegría. Es la alegría de los discípulos en el encuentro con Cristo resucitado
y esta alegría, necesita ser interiorizada, dentro de un estilo evangelizador
capaz de incidir en la vida.
En
el actual contexto social y eclesial, ustedes, laicos de la Acción Católica son
llamados a renovar la elección misionera, abierta a los horizontes que el
Espíritu indica a la Iglesia y expresión de una nueva juventud del apostolado
laical. Ésta es una elección misionera: todo en clave misionera. Todo. Es el
paradigma de la Acción Católica: el paradigma misionero. Ésta es la elección
que hoy hace la Acción Católica. Sobre todo las parroquias, especialmente
aquellas marcadas por el cansancio y la cerrazón, y hay tantas. Parroquias
cansadas, parroquias cerradas… ¡hay! Cuando yo saludo a las secretarias
parroquiales, les pregunto: ¿pero usted es secretaria de aquellas que abren la
puerta o de aquellas que cierran la puerta? Estas parroquias necesitan de su
entusiasmo apostólico, de su plena disponibilidad y de su servicio creativo. Se
trata de asumir el dinamismo misionero para llegar a todos, privilegiando quien
se siente lejano y a los estratos más débiles y olvidados de la población. Se
trata de abrir las puertas y dejar que Jesús pueda salir. ¡Tantas veces tenemos
a Jesús encerrado en las parroquias con nosotros y nosotros no salimos y no
dejamos que Él salga! ¡Abrir las puertas para que Él salga, al menos Él! Se
trata de una Iglesia “en salida”: siempre una Iglesia en salida.
Este
estilo de evangelización, animado por una fuerte pasión por la vida de la
gente, está particularmente adaptado a la Acción Católica, formada por el
laicado diocesano que vive en estrecha corresponsabilidad con los Pastores. En
esto les es de ayuda la popularidad de su Asociación, que a los compromisos
infra eclesiales, sabe unir aquellos de contribuir a la transformación de la
sociedad para orientarla al bien.
He
pensado en entregarles tres verbos, tres verbos que pueden constituir, para
todos ustedes, un tramo de camino.
El
primero es: permanecer. Pero no permanecer cerrados, no. Permanecer, ¿en qué
sentido? Permanecer con Jesús, permanecer gozando de su compañía. Para ser
anunciadores y testigos de Cristo se necesita permanecer sobre todo cercanos a
Él. Es a partir del encuentro con Aquel, que es nuestra vida y nuestra alegría,
que nuestro testimonio adquiere, cada día, un nuevo significado y una fuerza
nueva. Permanecer en Jesús, permanecer con Jesús.
Segundo
verbo: ir. Por favor, jamás una Acción Católica inmóvil. No detenerse:
¡avanzar! Ir por las calles de sus ciudades y de sus países y anunciar que Dios
es Padre y que Jesucristo se los ha hecho conocer, y por esto su vida ha
cambiado: se puede vivir como hermanos, llevando dentro una esperanza que no
desilusiona. Que haya en ustedes el deseo de hacer llegar la Palabra de Dios
hasta los confines, renovando así su compromiso de encontrar al hombre en
cualquier lugar se encuentre, allí donde sufre, allí donde espera, allí donde
ama y cree, allí donde están sus sueños más profundos, las preguntas más verdaderas,
los deseos de su corazón. Allí, los espera Jesús. Esto significa: salir afuera.
Esto significa: salir.
Y
finalmente, alegrarse. Alegrarse y exultar siempre en el Señor. Ser personas
que cantan a la vida, que proclaman la fe. Esto es importante: no sólo recitar
el Credo, recitar la fe, conocer la fe: proclamar la fe. Decir la fe, vivir la
fe con alegría se llama "cantar la fe”, y esto no lo digo solo yo. Esto lo
dijo hace 1600 años San Agustín: cantar la fe. Personas capaces de reconocer
los propios talentos y los propios límites, que saben ver en las propias
jornadas, también en aquellas más oscuras, los signos de la presencia del
Señor. Alegrarse, porque el Señor los ha llamado a ser corresponsables de las
misiones de su Iglesia. Alegrarse, porque en este camino no están solos: está
el Señor que los acompaña, tienen tantos obispos y sacerdotes que los
sostienen, están sus comunidades parroquiales, sus comunidades diocesanas con
las cuales compartir el camino. No están solos.
Con
estos tres comportamientos, permanecer en Jesús, ir a los confines y vivir la
alegría de la pertenencia cristiana, podrán llevar adelante su vocación y
evitar la tentación de la “quietud”, que no tiene nada que ver con el
permanecer en Jesús, evitar la tentación de la cerrazón y aquella del
intimismo, tan edulcorada, desagradable por más dulce que sea, aquella del
intimismo… Y si ustedes “van adelante”, no caerán en esta tentación. Y también
evitar la tentación de la seriedad formal. Con este permanecer en Jesús, ir a
los confines, vivir la alegría evitando estas tentaciones, evitarán de llevar
adelante una vida más parecida a estatuas de museo que de personas llamadas por
Jesús a vivir y a difundir la alegría del Evangelio. Si ustedes quieren oír el
consejo de su asistente general, es tan manso, porque lleva un nombre manso, es
Mansueto. Si ustedes quieren seguir su consejo, sean como burritos, pero jamás
estatuas de museo, por favor, jamás.
Pidamos
al Señor para cada uno de nosotros, ojos que sepan ver más allá de la apariencia,
orejas que sepan oír los gritos, susurros y también los silencios, manos que
sepan sostener, abrazar, cuidar. Pidamos sobre todo un corazón grande y
misericordioso, que desea el bien y la salvación de todos. Los acompañe en el
camino María Inmaculada y también mi bendición. Les agradezco porque sé que
rezan por mí.
Ahora
los invito a rezarle a la Virgen, que es nuestra Madre, y que nos acompañará en
este camino. La Virgen siempre iba detrás de Jesús, hasta el final: lo
acompañaba. Recémosle que nos acompañe siempre en nuestro camino, este camino
de la alegría, este camino del salir, este camino del permanecer con Jesús. Ave
María…
PARA
NUESTRA REFLEXIÓN
El
Papa Francisco conoce y ha acompañado el carisma y el apostolado de la Acción
Católica desde su infancia, por eso sus palabras son de gran significado para
la Acción Católica Mundial, el aprovechó la ocasión de la celebración de la
Asamblea de la ACI para manifestarnos estas inquietudes, también como una
manera de preparación al Encuentro Mundial de Acción Católica, que se hará en
Roma en años venideros.
1. Según el Papa Francisco, ¿A qué somos
llamados cómo Acción Católica?
2. ¿Qué líneas de acción nos plantea eso
de “abrir las puertas” “Iglesia en Salida””misioneros”?
3. Escribe una tarea concreta para cada
uno de los verbos que el Papa nos mandó a vivir cómo Acción Católica.
Enviar
una sola respuesta, a manera de conclusión que abarque las preguntas, en un
correo electrónico, de manera simultánea a ramsesjacven@gmail.com y
accioncatolicaapure@gmail.com una vez realizado el encuentro formativo, antes
del 01 de agosto de 2014.