Prensa. Especial.
Discurso de Orden pronunciado por el Dr. Ignacio
Sandia Saldivia con motivo del Día del Médico, 2017:
Cuando la Junta
Directiva del Colegio de Médicos del Estado Mérida me comunicó, con suficiente antelación, su deseo
de distinguirme como orador de orden en este día de Vargas, acepté con las
reservas que los tiempos que vivimos
imponen.
Recientemente el
Doctor Bishop, mi maestro de Fisiopatología, me contaba que había aprendido de
algún colega víctima de las dictaduras militares del cono sur que, cuando llega el Fascismo a arrasar con la
vida de un país, la salida más sabia es sumergirse y salir del radar de quienes
desde la violencia y la ignorancia imponen la vuelta irremediable al caos y la
barbarie primigenia. Sin embargo es imposible para nosotros evitar dar la cara
por nuestra Mérida y su hospital Universitario.
Muchas gracias
pues a la Junta Directiva por esta distinción que recibo no a título personal
sino como presidente -desde marzo del
2015- de la Sociedad Médica del IAHULA.
Para comenzar
permítanme Señoras y señores un breve recuento de las luchas recientes por
Nuestro Hospital.
El HULA en 1999
contaba con servicios de Resonancia Magnética Nuclear (primer Hospital con este
servicio en nuestro país y uno de los primeros hospitales públicos en
Latinoamérica en tenerlo) así como servicios de trasplante renal, cardiología
intervencionista, cirugía cardiovascular, Traumatología AO (centro de
entrenamiento internacional) Medicina Nuclear, etc. A lo largo de sus más de 40
años de historia y sus antecedentes históricos (nuestra facultad de Medicina de
la Universidad de Los Andes acaba de cumplir 165 años) se mantuvo entre los
mejores hospitales de Latinoamérica, prueba de ello es que egresados de sus
salas son hoy coordinadores académicos en Dptos. De muchas Universidades de
gran prestigio en todo el mundo y que en cualquier país un título de médico cirujano
de la Universidad de Los Andes es siempre bienvenido.
En Aquel
momento, que debió ser de consolidación y avance de los logros alcanzados hasta
ese momento, un grupo de médicos liderado por profesores con trayectoria
directiva dentro de la Facultad de
Medicina de Mérida y quienes habían hecho de la excelencia y la
anticorrupción bandera para ser miembros
del Consejo de dicha Facultad, en fin,
un grupo de gente formado en las propias entrañas de la Universidad de los
Andes, comenzó un desmontaje del aparato
de excelencia del Hospital Universitario que incluyó decisiones como jubilar
por oficio a todo jefe de Unidad que no fuera obsecuente con la nuevas
autoridades. Tan fue así que la Sociedad Médica del HULA desapareció por 10
años hasta que, en un arranque de desesperación y protesta ante el grave
deterioro en que se nos ha sumido se volvió a conformar en marzo de 2015 con
una alianza de todos los especialistas que aún sobrevivimos a la decadencia que
se nos ha impuesto.
Desde hace 9
años ya no hay Resonancia en el Hospital y muchas veces tampoco Tomografía y a
veces ni rayos X.
La corrupción y
la incapacidad gerencial, aunados al centralismo, el autoritarismo y sobre todo
a un sectarismo fútil y nefasto sin parangón en la vida del principal centro de
Salud de la región andina, nos obligaron a iniciar un conflicto que fue
escalando hasta llegar a la huelga de hambre iniciada por residentes de
nuestros servicios, acompañada por especialistas de nuestra sociedad y que tuvo
resonancia internacional. Esta estrategia obligó al gobierno a dialogar con
nosotros y acordamos un Consejo Consultivo que trató de solventar los graves
problemas que aun hoy persisten.
En lo personal
creo que el Consejo Consultivo del IAHULA fue un éxito malogrado por
compatriotas de cualquier bando que en medio de sus pasiones jugaron y juegan
para que todos perdamos. Son los mismos tontos que desde la comisiones de
académicas y políticas siempre recomiendan buscar y -sobre todo- comprar afuera
las soluciones y no cejan en sus esfuerzos por maldecir cualquier intento de
mantener una atención de medicina especializada de calidad y asequible a todos
los pacientes que lleguen a las puertas del HULA.
Hace dos años
una gran cantidad de médicos se equivocaba pidiendo el cierre de los postgrados.
El logro principal de esta Junta Directiva
de la Sociedad Médica ha sido canalizar la lucha para no perjudicar a
nuestros pacientes ni a nuestros estudiantes. A ambos grupos nos debemos los
especialistas del Hospital Universitario de Los Andes.
Otra de las
grandes decepciones es sentirnos blanco de las críticas y agresiones porque No
hemos permitido apetencias personales ni político-partidistas y mucho menos
gremiales dentro de las acciones de la Sociedad Médica. Ni las hemos permitido,
ni las hemos usurpado.
Hemos insistido
y así lo reafirmo en este día del Médico que la lucha gremial y político
partidista debe hacerse desde los colegios y los partidos y si la dirigencia no
sabe o no puede aglutinar a las fuerzas que por naturaleza los conforman atrapados
entre clientelismos y complicidades, pues tienen que cambiar porque,
casualmente, el asco que despierta el actual estado de cosas en todo el país,
pasa primero por el rechazo general a cúpulas henchidas de cálculo político y
egoísta, esa práctica ya corriente entre muchos de nuestros políticos que creen
que su único motivo es mantenerse porque si en el poder y cuyo narcisismo les
hace creer todopoderosos en una visión que desprecia a los otros de tal manera
que justifican la compra de conciencias a cambio de una bolsa de comida.
A lo largo de
las luchas compartidas recientemente en defensa de nuestro HULA, El doctor
Akbar Fuenmayor, con quien he tenido una excelente y productiva relación en el
seno de la Junta Directiva de la Sociedad Médica del IAHULA (hoy precisamente
culmínanos periodo y buscamos
relevo de nuestros colegas adjuntos del
IAHULA) me ha advertido de mi irremediable tendencia a criticarlo todo y sobre
todo a todos.
Permítanme
Justificarme: Cuando uno ha sido criado en Democracia y por la Democracia, ser
crítico en cada uno de los actos de la vida diaria es tal vez solo signo mayor
de una herencia recibida sin
condiciones: ser criado en democracia es crecer en la fe de que uno no
destruirá nada ni nadie con su pensamiento sino que más bien construye el futuro común con cada obra y con
cada palabra.
Sin embargo si
alguien de los presentes llegase a sentirse ofendido o irrespetado por mis
palabras, tengan la plena seguridad de que en ningún momento es mi intención.
Mis posiciones han sido, son y serán siempre profesionales. Criado en una casa
de servidores públicos he aprendido que lo personal, por muy trágico que pueda
ser el momento que se vive, nunca debe interferir en lo profesional.
Lo que quiero es
mostrar que el mejoramiento de las condiciones actuales de la Medicina
Venezolana, la superación de la crisis de salud que incluye la emergencia
sanitaria, la escasez de medicamentos y alimentos, la inseguridad y la epidemia
de accidentes motorizados pasa por nuestro gremio.
Y aunque, por razones
seguramente genéticas o tal vez producto del algún trauma de infancia, se me
hace imposible hablar desde otro sitio que no sea mi corazón, advierto que en
cada uno de los espacios públicos en que ha devenido mi vida, siempre hablo
primero como médico, como profesional y como psiquiatra.
Mi tío, el Dr.
Acacio Sandia Briceño, razón y tutor de mi vocación médica, ejemplo de lo que
un médico merideño debe ser, suele recriminarme cuando me extiendo demasiado en
mis peroratas “ya está Nacho pontificando” me ha dicho y no deja de tener
razón, como siempre.
Trataré entonces
de ir cerrando mi discurso y les ruego
me Permitan una reflexión, íntima y personal desde mi profesión, en este día
del médico.
Hace treinta
años, culminaba mi carrera de Médico. Entonces se ampliaba por primera vez la
emergencia de adultos de nuestro IAHULA y aseguro que oí comentarios
maledicentes que acusaban de pillería aquella construcción que 20 años después
ya era insuficiente. Mérida era entonces mecha encendida de los sucesos que
explotarían en febrero de 1989. En la
Universidad Venezolana las luchas políticas ya se habían teñido de un
clientelismo cínico y patético que imponía negociaciones por prebendas
cómplices que hoy se expresan en las formas gansteriles de estos días de facultades
sitiadas y salones abandonados al terror de las sinrazones.
Debo decir que
aquella emergencia donde hice mi bienio clínico refulgía al lado de la que
camino ahora entre pasillos atestados de pacientes –muchas veces sin ni
siquiera una silla donde sentarlos-
hedores y miasmas. La mitad de una revista clínica se me va hoy en
clamar contra el desorden, la estulticia, la falta de higiene y de aseo.
Esa emergencia
tan distinta solo revela el colapso de una red ambulatoria dirigida por médicos
merideños e incluso por profesores de la ULA.
Una red que muchas veces cuenta con los recursos para trabajar pero que,
y machaco esto nuevamente, prefiere la sinrazón politiquera a la lógica
gerencial para la que tantas y tantos venezolanos están perfectamente preparados
pero a quienes se les pone de lado porque “son técnicos y no políticos”
También debo
decir que Entre los bachilleres que recibo para compartir mis rondas de la
emergencia psiquiátrica muchas veces encuentro rasgos similares a los ciertos
médicos mediocres enquistados en servicios del HULA que conozco desde mi
tiempos de bachiller y que orondos cuentan que
hace más de 50 años ya protestaban porque habían aplazado Fisiología y
según ellos el Doctor Bryce era el
culpable de su debacle. No su pereza. No sus limitaciones. Desde entonces los
regidores del sistema se pusieron del lado No de los profesores, sino de los
estudiantes aplazados. Como hoy.
A quienes hoy
con sorna y abulia se entronizan en centros hospitalarios públicos amparados en
formas y tropeles de la izquierda borbónica latinoamericana, los recuerdo como
genuflexos que consiguieron sus primeros cargos de médicos no por concurso de
credenciales sino por ser adulantes de los factores de poder de entonces que
hoy son oposición y justo es reconocerlo, por lo menos aquellos jefes políticos
de entonces aún mantienen la frente en alto, nadie los acusa de corruptos y con
hidalguía se niegan a entregar la patria a la molicie criolla y a la insolencia corrupta y extranjerizante.
Aquellos miedos y
complicidades, aquellos polvos trajeron estos lodos.
Nuestras
escuelas de Medicina y nuestros Colegios médicos tienen que ser ejemplo de
cambio de la sociedad para que entonces la
Medicina Venezolana vuelva a tener el preclaro lugar que produjo grandes
logros en Salud Pública y en Ciencia y Tecnología médica que aún hoy nos
representan para el respeto y distinción de nuestro gentilicio allende nuestras
fronteras.
Cuando hoy nos
orgullecemos de compatriotas médicos que educan e investigan en las mejores universidades del mundo o que
sanan y confortan a pacientes en todo el orbe, nos preguntamos -a veces hasta
con envidia- si será suerte o pura valía personal la razón de su éxito:
olvidando que se han formado aquí, en una tradición que tiene ya más de 250
años. Una tradición que no puede ni debe ser traicionada por el conformismo y
las complicidades de partes del gremio que han olvidado en los últimos años su
espíritu de cuerpo y su compromiso con la salud del pueblo.
Necesitamos
cambiar y No es solo un cambio de gobierno nacional (que buena falta que hace)
y ni siquiera de ideología -si a ver vamos este es un país socialista desde
1945-
Necesitamos un
cambio moral que comprometa a la élite con su responsabilidad con el necesitado
y que, si eso quiere pues que sepa ser egoísta
de sus cosas, de su trabajo pero con honestidad y sin ocupar prebendas
ajenas y mucho menos públicas y compartidas.
Mí querido
colega y amigo psiquiatra Alirio Pérez Lopresti declaraba en estos días (según
nuestra propia pasionaria, la Dra. Susana Chuecos) que hay que bajar el tono
del discurso y los ataques contra los nuevos ricos que ha engendrado esta
economía desorbitada donde el gobierno pretende mantener trabajando en el país
a sus médicos denostándolos y maltratándolos con salarios miserables y sin
siquiera asegurarle su integridad física y su tranquilidad dentro del sitio de
trabajo, mientras aplaude, aúpa y respalda a gente animosa pero mediocre y sobre todo sin vergüenza, que vive una
vida de boato injustificable mientras grita consignas aprendidas en pintas de
paredes y cadenas de radio y televisión oficial.
En este día del
médico vengo a proponer tratamiento. La anamnesis está más que hecha pero si
todavía queremos cifras contra los
desmanes presupuestarios en la salud nacional baste recordar que bajo el
aplauso de médicos venezolanos, formados aquí, el gobierno nacional destina
53.000 barriles de petróleo diarios desde hace quince años a un programa de
salud cuyos resultados están a la vista. Baste decir que a los precios actuales
del petróleo venezolano esos barriles podrían hacer funcionar con presupuesto
anual justo y adecuado hasta 121
hospitales como el Universitario de los Andes.
El tratamiento
no es de psicoterapia de apoyo, ya suficiente catarsis nos hemos permitido. No.
Tenemos que desbridar nuestra anquilosada moral desde los cimientos de nuestra
praxis médica y lograr que los estudiantes
de medicina venezolanos dejen de pedir que se les pase fisiología y
lograr que sus profesores den clases no por el salario -que debe ser justo y
suficiente- sino por la obligación que
tenemos de mantener un cuerpo médico eficiente, eficaz y constantemente actualizado.-
Debemos ser
distintos para dejar de vivir en esta locura que nos repite y nos confirma como
sucios, desarrapados, corruptos y malvivientes sin futuro PORQUE NO LO SOMOS.
Esa NO es Venezuela.
Es una
tragedia que 3 de cada 5 médicos se han
ido o piensa irse del país empujados hasta el cansancio por la inseguridad y
los sueldos miserables. Triste también que muchos de los médicos venezolanos
que aplaudieron los desmanes de hace 15 años hoy se estén volando de la patria
que con su voto y con su acción torcieron de rumbo entonces. Pero más trágico
es que haya una cúpula de médicos venezolanos que entre envidias y burlas
llegue hasta la celebración de que esto suceda.
Tenemos que
renovarnos. Las Juntas directivas de los Colegios y de la Federación Médica
deben renunciar y permitir que entre sangre fresca en la dirigencia gremial
antes de que terminen de fenecer por cansancio y anomia.
Lo mismo vale
para nuestras escuelas, facultades y Universidades. No podemos seguir esperando
que un poder electoral parcializado y anticonstitucional nos diga cuando y como
reemprender el camino de la patria.
Los médicos, tal
vez la parte más gruesa de la élite de un país, debemos dar ejemplo. De
Honestidad, de lealtad a principios y valores democráticos, de igualdad, de legalidad y de humanidad.
No podemos
permitir aglomeraciones de gente junto al enfermo, no podemos permitir desaseo
en nuestros hospitales, no podemos faltar a normas de auditoría médica por la
simple razón de que nadie lo hace. No podemos menos que alzar nuestra voz ante
las patrañas de un grupúsculo de mediocres
que pretenden graduarse de médicos o dirigir la salud del estado por
medio de prácticas mafiosas.
Para terminar
quisiera citar al historiador y
economista italiano que enunció las
leyes de la estupidez. Carlo Maria Cipolla, tuvo fama por un corto trabajo
titulado Allegro ma non troppo de 1988. Allí plantea que, hay una fuerza humana
más enérgica que las grandes corporaciones, más poderosa que el imperialismo
mismo, más audaz que las redes criminales más sofisticadas. Esa fuerza es la de
la estupidez humana. Sin cinismo Cipolla divide a la humanidad en Incautos
(aquellos que juegan para ellos perder y que ganen los otros) Malvados (los que
juegan para ellos ganar y que pierdan los otros) Inteligentes (juegan para
ganar ellos y ganar los otros) y estúpidos: los que con sus acciones pierden
ellos y pierden los otros.
La teoría de
marras dice que “Un estúpido es una
persona cuyos actos tienen consecuencias negativas en la vida de otra persona o
grupo de personas sin que eso le traiga algún tipo de beneficio a él mismo,
pudiendo incluso dañarlo….” Y que es “muy difícil defenderse (del ataque de un
estúpido) porque carece de estructura racional…” por eso “…Los que no son
tontos siempre subestiman el potencial destructivo de los que sí lo son…•”
El país en general y la medicina venezolana en
particular, debe ya dejar la locura de “pretender resultados diferentes
haciendo siempre lo mismo” Einstein Dixit. La historia confirma que sin
importar el periodo, un país progresa siempre y cuando haya personas
suficientemente inteligentes en el poder que sepan mantener al mayor número de
estúpidos al margen, sin permitirles destruir lo que los inteligentes han
logrado.
Tenemos que
cambiar. Tenemos que ser distintos. Tenemos que pensar en ganar todos.