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lunes, 9 de abril de 2018

CRÓNICA: Relato dedicado a la generación del 60 del Guasdualito en Alto Apure por ALJER “Chino” Ereú.


(ICHABOD CRANE Y LUIS ARCHILA EN APUROS)
(Relato dedicado a la generación del 60 del Guasdualito bueno, incluyendo a mi padrino Luis Archila)
Crónica. Por: Aljer “Chino” Ereú
Aljer tendría como siete años
cuando escuchó este relato,
de un catire bien jipato
de esos muchachos de antaño.
Que una noche con engaño
lo dejaron sus amigos,
Archila se pondría afligido
pues le acobardaba un espanto:
un jinete en penco alto
sin cabeza y muy fornido.

BREVE SINOPSIS.-
En la literatura cosmopolita destaca Washington Irving, importante dramaturgo norteamericano nacido en Nueva York (1783) y fallecido en Sunnyside (1859). Ensayista representativo del costumbrismo diacrónico literario. Irving lograría renombre con la obra breve: El Jinete sin Cabeza, reláfica adaptada a un vetusto collado llamado Sleepy Hollow, valle conocido por historias aterradoras, enriquecidas por la entelequia magmática e inmutable de sus particulares. Como personaje principal presenta a Ichabod Crane, descarnado e instruido maestro recién llegado, quien procuraría sin éxito alguno ganar el amor de la joven Katrina, hija única de un granjero rico llamado Baltus Van Tassel. Debido a su belleza y la fortuna de su padre, Ichabod comienza a cortejar a Katrina. Esto atrae la atención de Abraham "Brom Bones" Van Brunt, local pretendiente que quiere casarse con Katrina. A pesar de los esfuerzos de Brom por baldonear al maestro, este permanece firme en su propósito, de esto nacería una rivalidad tórrida en las que un Jinete sin Cabeza enfrentaría luego de una animoso baile anual a Ichabod, causándole un desmedido pánico que lo haría desaparecer del poblado. Ya no se volvería a ver al maestro Ichabod en Sleepy Hollow de nuevo, se presumió que fue alejado por el jinete sin cabeza, a la postre Van Brunt el otro enamorado de Katrina.

ADAPTACION:
-El Loco Luís Archila como Ichabod Crane
-Don Francisco Padilla como El Jinete sin Cabeza
-Guasdualito años 60: un Seelpy Hollow.

Sin duda alguna que la sexta década del siglo pasado es placenteramente recordada por la condicispulada generación de guasdualitenses del excelso paraninfo Liceo Libertador. Tiempos aquellos el de un Guasdualito prolijo, ajeno todavía a los prosperes tecnológicos y a lo impredecible. Mencionar solo algunos de aquel conjunto de muchachos y muchachas seria ser extremadamente egoísta, debido a la considerable y virtuosa cantidad de férvidos educandos que vivieron su Carpe Diem en el excelso recinto, siendo hoy día fructíferos hombres y mujeres esparcidos por la geografía nacional e internacional. Y entre esos númidas uno: Luis “El Loco” Pérez Archila (más conocido por su segundo apellido) un Ichabod en apuros, un multi anecdotario y escíolo ser humano, cuyas ocurrencias y chocarrerrias quedaron perpetuadas en la cognición y cacumen de sus contemporáneos y en las montesalias guasdualiteñas.

De contextura delgada, con verbo encendido y permanente mamador de gallo, el prosopopeyico Luis Archila residenciado en el barrio Los Corrales, pasaría buena parte de su tiempo barbilampiño creando cuentos y personajes de aparecidos y aparatos, a los que pocos o ningunos daban credibilidad por ser en extremo desatinados y exagerados. En cierta ocasión afirmaria a sus amigos más cercanos que en el puente Corocito, en las adyacencias de la quinta La Estación (propiedad de la familia Padilla-Hurtado) había enfrentado a un jinete sin cabeza, y que debido a su agilidad y condición física lo había vencido a las manos, el singular aparecido llegaría a implorar magnanimidad ante el estipendio de golpes dado por Archila, con la correspondiente propina incluida.

La historia del chocarrero Archila empezó a correr y a zumbar en los oídos de quienes por obligación tenían que transitar en altas horas de la noche por la terrorífica calle. Pero, al inventor de la embrollada historia le aguardaba en pago una experiencia propia algo análoga a la del maestro Ichabod Crane.

Se enamoraría el Loco Archila de una joven de apellido Briceño, hermosa trigueña venida de las sabanas de Mata Larga (Trinidad de Orichuna) hija de un memorable ganadero, la que le ocasionaría suspiros y ansias juveniles. Una noche el grupo de corraleños integrados por Marcos y Julio Cesar Padrón, Ismael Zapata, Vicente Jiménez, Erasmo García, Cheo Ortega, los Aquinos, los Nieves, Reyes Maldonado, y junto a ellos Archila, dispondrían asistir al cine. Luego de la función de una película azteca protagonizada por Pedro Infante, el protagonista principal de este relato decide visitar a su enamorada, pidiendo a sus amigos que lo esperaran mientras Romeo y Julieta alimentaban el recién establecido shakespeareano y trivial romance. Sus amigos acordaron esperarlo, el problema fue: que no le advirtieron dónde.

Al regresar y al no ver a sus compañeros comienza la preocupación de Archila, recordando a cada segundo el detalle de que tendría que devolverse solo por la espectral Barra Vieja. El pánico fue haciéndolo preso, obnubilándole su razonar; los apamates de la plaza serían testigo de las lágrimas vertidas por el galán, en mea culpa por haberse demorado más de lo establecido. El dilema que se le presentaba ahora era el de transitar o no la conexión vial, si lo hacía correría el riesgo de ser acompañado del muerto sin cabeza, del jinete con látigo en un caballo negro, de la Sayona, el Silbón o la Bola de Fuego, siendo estos asiduos pernoctadores en la vereda.

Podemos imaginar el estupor y preocupación del Ichabod local, valientemente optaría por cruzar el viejo terraplén de Victorino (Pica Pica). Decía el mismo Archila que en el andar recitaría cientos de oraciones y rezos como escudo contra los espectros y lémures, su caminar era en extremo presuroso, sin embargo, parecía no avanzar. Llegando al puentecito de concreto, oiría una voz quejumbrosa vociferar lo siguiente:
-Archila, Archila, amiguito soy el Jinete sin Cabeza, soy Candelario Rubio ¿Quieres que te remonte hijito mío?

El terror casi fue el causante de la defunción del Loco Archila, como pudo logro impulsarse para pasar el puente.Ya en las primeras casas del aún incipiente barrio sus gritos despertarían a dormitantes vecinos. Me persigue, a, a, a, ayúdenme, yo lo vi, era lo que atinaba a entendérsele en su desgonzado y embrollado tartamudeo. A la mañana siguiente, la muchachada empieza a preguntarse por Luís Archila, pues no había aparecido en la esquina como normalmente lo hacía, la interrogante era: ¿Que le habrá sucedido al galan corraleño? Mientras, don Francisco Padilla (jodio pero contento) con una apéndice sonrisa de oreja a oreja, sentado en el porche de su casa, en su cómoda mecedora oía los pormenores de lo acontecido la noche anterior. Don Pancho muy bien conocía la historia de ese fantasma, el del coronel Candelario Rubio, muerto por un franco tirador en la primera refriega de Guasdualito en 1913, siendo él mismo quien muchas veces fungía como el fantasma galopante. Varios serían los meses para la recuperación emocional del loco Archila, ya mas nunca se le oirían cuentos de difuntos y espectros.

ALJER
Email: chinoereu@yahoo.es

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