A casi dos meses
de cumplirse el inicio de las protestas contra el Gobierno del presidente de
Nicaragua, Daniel Ortega, la convicción de los jóvenes nicaragüenses de seguir
en las calles sigue intacta y hacen de las barricadas de adoquines sus
trincheras.
Prensa. EFE. Rodrigo Sura.
La cotidianidad
en Managua no solo está condicionada por la crisis política. Desplazarse en
vehículo o a pie por algunas zonas conlleva buscar vías alternas o “negociar”
el paso en los denominados “tranques”, esas barricadas de adoquines ingeniosamente
pensadas para paralizar el tránsito y las balas de policías o paramilitares. “No
hay paso”, “Quiénes son ustedes” o “Qué buscan” son las preguntas o
advertencias de los encapuchados que no reparan en cubrirse con una máscara,
pañoleta o tapabocas de hospital.
Proteger
la identidad es primordial. Luego de romper el hielo con amabilidad y una
llamada por radio, el primer “tranque” es superado. “Esta zona está bajo
control nuestro, aquí no se acercan ni policías, ni esos tipos armados de
civil”, comentó este viernes a Efe uno de los jóvenes, quien no supera los 20
años de edad.
En
esta calle principal de un kilómetro de longitud se ubican casas y diversos
comercios, la mayoría cerrados por la inestable coyuntura. Y está dividida por
cuatro bloques de barricadas bautizadas cada una con los países de
Centroamérica. La logística es fundamental: se hacen turnos de vigilancia,
comunicación vía telefónica o mensaje de voz y un encargado de proveer la
alimentación.
Entre
la veintena de jóvenes, algunos con sus rostros descubiertos, sobresale “El
Fuerte”, un señor de 57 años que se ha sumado a luchar “contra la represión
hacia la juventud”. “Nunca pensé volver a vivir en crisis, aquí hay jóvenes de
18 a 25 años, ellos han despertado la llama para luchar”, dijo con mucha
emoción.
Los
manifestantes coinciden en que el diálogo debe dar paso a que se convoquen
elecciones presidenciales y tanto el mandatario Ortega como su esposa y
vicepresidenta, Rosario Murillo, dejen el poder lo antes posible.
Nicaragua
está sumida desde el pasado 18 de abril en una crisis sociopolítica, la más
sangrienta desde la década de 1980, que ha dejando unos 200 muertos según
cifras de organismos humanitarios. Las protestas comenzaron por unas fallidas
reformas a la seguridad social y se convirtieron en una exigencia de la
renuncia de Ortega, que tiene once años en el poder, con acusaciones de abuso y
corrupción.
Los
estudiantes han sido la cara más visible de las protestas civiles y son la gran
mayoría de las víctimas, que llegan a 200 según datos de organismos
humanitarios. Este viernes se reinició un diálogo nacional en un intento por
buscar una salida al conflicto, sin que se llegue en esa instancia aún a un
consenso sobre asuntos como la llegada al país de organismos internacionales de
derechos humanos para que investiguen la violencia.
La
mesa de diálogo se instaló a medidos de mayo, pero el día 23 de ese mes se
suspendió después de que los sectores civiles propusieron el adelanto de las
elecciones presidenciales, lo que el Ejecutivo tildó de “golpe de Estado”.