Prensa.
Infobae.
Es el epicentro exacto. Al norte, las regiones proveedoras
de la cocaína de máxima pureza. Al sur y al este los puertos para sacarla hacia
los mercados de consumo más rentables. La Triple Frontera es el paso obligado
de los grandes cargamentos. Vienen de Colombia y la sierra central de Perú
hacia las "cocinas" donde se depura la pasta base ubicadas alrededor
de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Desde allí pasan a Paraguay. Llegan
fácilmente a Ciudad del Este, cruzan el Puente de la Amistad hacia Foz do
Iguaçu con destino a San Pablo, en Brasil, y el puente Tancredo Neves hacia
Puerto Iguazú en Argentina. Desde la ciudad misionera, el Paraná hace el resto.
La cocaína baja en lanchones hasta los puertos de los alrededores de Rosario o
va directamente a Buenos Aires donde esperan los buques repletos de soja para
camuflar la carga que les dará las mayores ganancias. Un kilo de cocaína sube
al barco por unos 8.000 dólares. Al desembarcar en los puertos europeos, el
precio ya se infló al menos diez veces. Una vez que esté en las calles de
Berlín o Londres, tiene otro adicional del 100%. Después de las armas, el
negocio más rentable en la Tierra.
Una plaza tan lucrativa como la de la Triple
Frontera tiene muchos interesados. En este momento se la disputan los dos
grandes carteles brasileños el Primer Comando de la Capital (PCC) y el Comando
Vermelho (CV). Pero también hay otros actores que participan del negocio, desde
grupos bolivianos y paraguayos hasta agentes del Hezbollah libanés que envían
cargamentos a sus propias organizaciones en Europa, Medio Oriente y Asia. El
jefe de la Policía Federal de Foz, Fabiano Bordignon, admite que "hay una
gran preocupación por las organizaciones criminales que existen en Brasil y que
están creando bases muy firmes en toda la frontera y dentro de Paraguay y
Argentina". Y el ex jefe de la oficina que controla el lavado de dinero en
Argentina, Juan Félix Marteau cree que el narcotráfico penetra en varios
estamentos de la sociedad y el comercio de la zona: "está demostrado que
hay alianzas entre familias libanesas que manejan buena parte del comercio
ilícito y que obviamente han comenzado a participar del cuidado y del resguardo
del dinero que proviene del narcotráfico".
El periodista Galeb Moussa asegura que nada de todo
eso tiene que ver con las actividades del Hezbollah. "De solo pensar que
ellos pueden aceptar un dinero que viene de lo ilícito, como también los han
acusado con el tema del tráfico de drogas y todo ese tipo de cuestiones, yo me
doy cuenta al instante que es mentira, porque ellos cuidan al extremo lo que es
lo lícito en todo sentido, desde la comida lícita hasta el dinero lícito hasta
las acciones lícitas. Tienen una ética moral, tanto en lo militar como en lo
personal, impecable", dice Moussa mientras charlamos en su estudio del
barrio porteño de Flores desde donde emite sus informes para la cadena iraní
HispanTv.
Apenas se pisa este territorio de casi un millón de
habitantes de tres países atravesados por los ríos Paraná y Iguazú se siente el
peligro de una frontera caliente. Los diarios Gazeta de Foz y Vanguardia de
Ciudad del Este describen este clima en sus titulares. Las fotos que los
acompañan, invariablemente, están teñidas de rojo sangre. El caso más grave en
estos días es el protagonizado por Marcelo Pinheiro Veiga, más conocido como
Marcelo Piloto, capo del Comando Vermelho. En la madrugada del 19 de noviembre
fue extraditado a Brasil por orden directa del presidente paraguayo Mario Abdo
Benítez. También, destituyó a toda la cúpula de la policía. El día anterior,
Piloto había asesinado con un cuchillo de postre a una chica de 18 años que le
habían llevado a la cárcel. De esa manera, con un crimen en tierra paraguaya,
creía que ya no podría ser llevado a una prisión brasileña donde lo esperan los
enemigos del PCC para torturarlo hasta la muerte.
Estaba encarcelado en Asunción desde diciembre de
2017, tras una década prófugo. Piloto comandaba la distribución de drogas desde
la favela de Manguinhos en Río de Janeiro y después pasó a dirigir la expansión
de la organización criminal en Paraguay. Hombres de su entorno intentaron
rescatarlo de la prisión seis veces. La última fue con un coche bomba con 84
kilos de dinamita en gel que planeaban hacerlo explotar en la puerta del penal.
Los detectaron antes en la ciudad de Presidente Franco y mataron a tres de los
comandos narcos. Tenían armas poderosas como los fusiles AK-47 y los AR15.
Apenas cuatro días antes de la expulsión
intempestiva del narcotraficante, fue asesinada la abogada argentina Laura
Caruso, de 54 años, que representaba a Piloto y a otros dos poderosos capos,
Jarvis Chimenes Pavao y Elton Rumich. Le dispararon unos sicarios que la
hicieron salir de una reunión por una supuesta llamada importante. Ocurrió en
la ciudad paraguaya de Pedro Juan Caballero, en la frontera seca con Brasil.
Todos pasaron en los días previos por la Triple Frontera. El 6 de noviembre,
Piloto había dado una insólita conferencia de prensa dentro del penal. Algunos
canales paraguayos y brasileños transmitieron en vivo y sin ninguna censura sus
palabras. Se vanaglorió de ser un traficante de drogas y armas del CV y se
encargó de dejar muy en claro que él era un criminal común y no un terrorista.
Lo decía porque la fiscalía paraguaya estaba tratando de probar su vinculación
con el coche bomba y con miembros del Hezbollah de la Triple Frontera. Con esa
acusación lo podían extraditar directamente a Estados Unidos.
El Hezbollah estuvo desde siempre conectado con el
negocio de las drogas. Su feudo, el Valle de Bekaa, en Líbano, es una de las
mayores regiones productores de opio y hachis del mundo. Un negocio muy
lucrativo que tiene a su más acérrimo enemigo, Israel, como el mejor mercado.
También aprovechan las antiguas rutas de traficantes hacia Europa para obtener
buenas ganancias para la causa. La DEA, la agencia antidrogas estadounidense,
identificó en 2016 una estructura jerárquica dentro de Hezbollah que está a
cargo de sus operaciones ilícitas, al menos, desde el 2007. Se denomina Oficina
de Asuntos de Negocios de la Organización de Seguridad Externa (BAC), que fue
fundada por el entonces líder del Hezbollah, Imad Mughniyah, y actualmente
funciona bajo el control de Abdallah Safieddine y de Adham Tabaja. Los cárteles
como el colombiano de La Oficina de Envigado, el mexicano de Los Zetas y el
venezolano de Los Soles les proveen de cocaína.
En diciembre de 2017, Ali Issa Chamas, un paraguayo
de ascendencia libanesa vinculados a Hezbollah, fue sentenciado a tres años y
medio de prisión efectiva por una corte de Miami. Se lo acusó de ser uno de los
traficantes de drogas al servicio de la organización libanesa. Ante el juez,
admitió que trató de enviar una carga "de prueba" con tres kilos de
cocaína a un comerciante en Houston, apodado Kuku, y que planeaba expandir su
negocio de narcotráfico a Europa y Medio Oriente. La leve sentencia indica que
hubo algún tipo de arreglo con la fiscalía a cambio de información. No fue
apenas "un envío de prueba". Chamas había sido arrestado en Ciudad
del Este en agosto de 2016 cuando intentaba embarcar un cargamento de cocaína
de 39 kilos a Turquía. De acuerdo a la fiscal federal del caso Aimée Jiménez,
Chamas admitió en ese momento ante los agentes de la DEA estadounidense que era
un "facilitador global de los narcotraficantes libaneses" y que
"algunos de sus familiares eran de Hezbollah". También aclaró que
"el clan Chamas es muy poderoso y se alió con Hezbollah hace ya mucho
tiempo". La fiscal informó al juez que el acusado confesó que fue el
responsable de una entrega de 31 kilos de cocaína incautada en el aeropuerto de
Beirut en abril de 2016 y que debía entregar a un agente del Hezbollah.
El arresto de Chamas también llevó a la detención de
tres de sus asociados. El 4 de febrero de 2017, la policía paraguaya apresó a
dos ciudadanos turcos en un departamento de Ciudad del Este. Allí encontraron
varios kilos de cocaína que estaban preparando para transportar camuflada en
envases de plástico simulando que era shampoo. En sus celulares, los turcos
tenían fotos de varios cargamentos que ya habían enviado a su país a través de
barcos que partieron del puerto de Rosario, en Argentina. Un cuarto implicado,
otro libanés, fue detenido el 6 de abril de ese año, también en Ciudad del
Este. Se cree que estaban conectados con Rafaat Jorge Toumani, alias Saddam, un
brasileño de ascendencia siria que fue asesinado en la ciudad de Pedro Juan
Caballero en junio de 2016. Toumani, estaba construyendo un gran centro
comercial en Ciudad del Este junto a un grupo de financistas libaneses.
El negocio de entre 10 y 20 millones de dólares
servía como tapadera para el lavado de dinero. Toumani era considerado el
heredero de Fahd Jamil-Georges, un narcotraficante libanés brasileño que
controló por una década las rutas de la entrada de marihuana y cigarrillos en
toda la Triple Frontera y que compartía negocios con el Hezbollah en el Valle
de Bekaa.
Uno de los operadores más importantes de la red de
narcotráfico que beneficia al Hezbollah, de acuerdo al Departamento del Tesoro
estadounidense y los servicios de inteligencia europeos, fue hasta el año pasado
Kassem Tajideen, arrestado en marzo de 2017 en Marruecos y extraditado a
Estados Unidos, donde está siendo juzgado. Se lo acusa de haber transferido 27
millones de dólares -eso es apenas lo que está probado- al grupo terrorista
luego de comercializar la droga que Hezbollah le proporcionaba para distribuir
en Europa. Uno de sus asociados sería Ayman Junior Joumaa, un
colombiano-libanés que vivió muchos años en Medellín desde donde enviaba
cocaína al cartel mexicano de Los Zetas y triangulaba cargamentos a través de
la Triple Frontera. Joumma es actualmente, según Interpol, el dueño del hotel
Caesars Park de Beirut. Su conexión de negocios con el Hezbollah es Abu
Abdallah, quien se cree que es el encargado de las operaciones de narcotráfico
dentro de la organización y del mismo clan que el señalado como líder
espiritual y máximo contacto del Hezbollah en Ciudad del Este, Mohammad Yousef
Abdallah.
Las operaciones se esconden, de acuerdo a un informe
de la agencia de inteligencia Stratfor, detrás de un enorme negocio de venta de
autos usados comprados en Estados Unidos y vendidos en varios países africanos.
Otro de los involucrados en esta red es Chekri
Mahmoud Harb, más conocido en Medellín como El Talibán. Compraba grandes
cantidades de cocaína de primera calidad al cartel de La Oficina de Envigado y
la enviaba en containers al puerto jordano de Aqaba. De allí la pasaba a Siria
y Líbano. Harb se jactó ante un agente encubierto de la DEA de que podía hacer
llegar a las costas libanesas del Mediterráneo "la cantidad de cocaína que
quiera". Y agregó: "tenemos la protección total del Hezbollah".
El dinero de todas estas operaciones se lavaba a través del Lebanese Canadian
Bank, que había sido una subsidiaria del Royal Bank of Canada Middle East. Las
pruebas se encontraron cuando Societe Generale de Banque au Liban (SGBL)
ejecutó una opción que tenía para comprar las acciones del Canadian. Allí
comenzó una auditoría que intentó ser manipulada por funcionarios ligados al
Hezbollah pero que finalmente reveló la existencia de más de 200 cuentas
relacionadas de una u otra manera con la organización extremista.
En julio de 2016, la policía brasileña también
arrestó a Fadi Hassan Nabha, un ex miembro de las Fuerzas Especiales de Hezbollah.
Para entonces, ya tenía una larga historia de tráfico de drogas: había sido
atrapado por primera vez en 2003, en San Pablo, en una operación donde se
incautaron 42 kilos de cocaína. En ese momento ya movía entre 400 kilos y una
tonelada de cocaína por mes que compraba del lado paraguayo de la Triple
Frontera por 2.000 dólares el kilo y vendía una parte en Brasil a 4.500 dólares
y la otra en Líbano a 60.000 dólares.
El profesor Luciano Stremel Barros del centro de
estudios IDESF de Foz, cree que los libaneses de la zona conectados con el
Hezbollah "se valen del crimen organizado para hacer plata para sus las
causas. Por ejemplo, sabemos que hay un acercamiento entre los contrabandistas
de cigarrillos de Paraguay con grupos terroristas utilizando la misma logística
de dinero y también como fuente de financiamiento. Esto se extiende,
seguramente, a las drogas o las armas". El periodista de la comunidad
libanesa brasileña Alí Farhat está convencido de que las pruebas de
narcotráfico son todas inventadas. "Acá en la Triple Frontera dicen que
hay muchas actividades de contrabando y siempre ponen a los libaneses como los
responsables ¿Puede ser que solo los libaneses estemos envueltos en esto? No
hay ninguna relación como dicen entre el Hezbollah y el cartel brasileño del
PCC. No hay acá una relación entre Hezbollah y el crimen organizado. Nunca
presentaron una sola prueba de todo esto", asegura Farhat en una
entrevista en la terraza del hotel Wyndham de Foz.
Los noticieros de televisión y los sitios de Internet
de la Triple Frontera están infectados de información de narcotraficantes,
arrestos y conexiones. El protagonismo de esas noticias, en estos días, está a
cargo de los narcos brasileños. Pero la estadística oficial indica que por cada
diez casos de narcotráfico o lavado de dinero que salen a la luz, al menos en
dos está implicado algún inmigrante de origen libanés. Y durante la
investigación siempre aparece que tienen alguna relación con el Hezbollah.
Afirmar esto acá en la Triple Frontera es una afrenta contra la comunidad
libanesa. Pero cuando se apagan los micrófonos y seguimos charlando mientras
tomamos un tecito en la oficina de una de las mezquitas de la zona, uno de los
integrantes más prominentes de la colectividad admite que "hay manzanas
podridas" y que nadie se puede despegar del todo del Hezbollah porque sus
familias en el Líbano están ligadas de una u otra manera con esa organización.