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El
hambre está creciendo paulatinamente y se han perdido años de avance a nivel
mundial, mientras que la amenaza de no tener un plato de comida asegurado
alcanza ya al 26,4% de la población mundial. El debilitamiento de la economía
se encuentra entre las principales causas de estas tendencias. En América del
Sur, el empeoramiento de los índices se debe principalmente a Venezuela.
En
los últimos tres años, el número de personas que padecen hambre se ha
incrementado lentamente, con más de 820 millones de personas, una de cada nueve
en el mundo, que siguen padeciendo hambre en la actualidad. Este número supone
un retroceso a los niveles de 2010, según el último informe sobre El estado de
la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo publicado este lunes.
El
hambre está aumentando en casi todas las subregiones africanas, lo que hace a
África la región con la prevalencia de la subalimentación más elevada, situada
en casi el 20% de la población, mientras en Asia alcanza al 11%.
La
progresión de este flagelo también afecta a América Latina, aunque su
prevalencia todavía se sitúa por debajo del 7%.
En
países donde ha habido crecimiento económico, ese crecimiento no le llega a los
más pobres.
El
ritmo desigual de la recuperación económica socava los esfuerzos por terminar
con el hambre y la malnutrición, con un aumento del hambre en muchos países
donde la economía se ha ralentizado o contraído, sobre todo en países de
ingresos medianos, destaca el informe de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
“Los
nuevos datos confirman que el hambre ha ido en aumento en muchos de los países
cuya economía ha entrado en una fase de desaceleración o de contracción. La
mayoría de los países (65 de 77) que experimentó un aumento de la
subalimentación entre 2011 y 2017 padeció de forma simultánea episodios de
desaceleración o de debilitamiento de la economía. Sorprendentemente, en la
mayoría de los casos, no se trataba de países de ingresos bajos, sino de
naciones de ingresos medios”, se lee en el documento.
La
desaceleración y las desigualades, motores del aumento
“La
desaceleración de la economía tiene efectos bastante nocivos, porque se ve
reflejada en problemas de desempleo, en problemas de salarios, etc. Y eso llega
a aminorar el poder adquisitivo de los hogares. Son los más pobres y los más
vulnerables los que se ven menos preparados ante la eventualidad de los eventos
económicos adversos”, asegura Marco Sánchez Castillo, experto de la FAO.
Sánchez
destaca, además, otro aspecto del sistema económico actual que está causando el
hambre, son las desigualdades: “las desigualdades en el ingreso y las
desigualdades en el acceso a los activos productivos, como la tierra, el
capital, los créditos, etc…y el acceso a los servicios básicos, como la salud.
En países donde ha habido crecimiento económico, ese crecimiento no le llega a
los más pobres para que puedan disminuir sus problemas de hambre e inseguridad
alimentaria”.
Además,
los conflictos y la violencia en muchas partes del mundo, la variabilidad del
clima y la exposición a eventos climáticos extremos más complejos, frecuentes e
intensos están mermando los logros alcanzados en la eliminación del hambre y la
malnutrición
No
tener asegurada la comida
Este
año, el informe va un paso más allá de la observación de las personas que pasan
hambre e informa, por primera vez, acerca de otro de los indicadores insertados
en el seguimiento mundial de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: la
prevalencia de la inseguridad alimentaria.
Alrededor
del 17,2% de la población mundial, unos 1300 millones de personas han
experimentado niveles moderados de inseguridad alimentaria. Esto significa que
no tienen acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes: aun
cuando no necesariamente padezcan hambre, se encuentran en mayor riesgo de
padecer varias formas de malnutrición y mala salud.
“Si
se combinan los niveles moderado y grave de inseguridad alimentaria, la
estimación asciende al 26,4% de la población mundial o a un total de alrededor
de 2000 millones de personas”, señalan los expertos de la Organización.
Obesidad
y anemia al alza
La
inseguridad alimentaria que vemos hoy, además de contribuir a la desnutrición,
también contribuye al sobrepeso y la obesidad, lo que explica en parte la
coexistencia de estas formas de malnutrición en muchos países. En
2017, el sobrepeso afectaba a más de 38 millones de niños menores de cinco
años; África y Asia representaban el 25% y el 46% del total mundial, respectivamente.
La
anemia en las mujeres y la obesidad en adultos también están aumentando a nivel
mundial: una de cada tres mujeres en edad reproductiva padece anemia y más de
uno de cada ocho adultos, o más de 672 millones, son obesos.
El
problema de la obesidad es más significativo en América Septentrional, pero
resulta preocupante que incluso África y Asia, que siguen presentando las tasas
de obesidad más bajas, también estén mostrando una tendencia ascendente.
Además, el sobrepeso y la obesidad están aumentando el riesgo de enfermedades
no transmisibles, tales como diabetes de tipo 2, hipertensión, ataques
cardíacos y algunas formas de cáncer.
La
situación en América Latina agravada por Venezuela
Alrededor
de 42,5 millones de personas están subalimentadas en la región, lo que
representa un 6,5% de la población, aunque en el Caribe se dispara a un 16,5%.
Las
tasas de subalimentación han aumentado en los últimos años, en gran parte como
consecuencia de la situación en América del Sur, donde el porcentaje de personas
con hambre aumentó del 4,6% en 2013 al 5,5% en 2018.
El
aumento significativo del hambre en Venezuela en los últimos años coincide con
el período de recesión del país.
América
del Sur alberga la mayoría (55%) de las personas subalimentadas de la región, y
el aumento observado en los últimos años se debe sobre todo al deterioro de la
seguridad alimentaria en la República Bolivariana de Venezuela, donde la
prevalencia de la subalimentación aumentó casi cuatro veces, del 6,4% en
2012-2014 al 21,2% en 2016-2018.
"El
aumento significativo del hambre en Venezuela en los últimos años coincide con
el período de recesión del país, cuando la inflación alcanzó aproximadamente un
10.000.000% y el crecimiento del PIB real empeoró, pasando de –3,9% en 2014 a
un estimado de –25% en 2018", se lee en el informe.
En
contraste, el porcentaje de subalimentación en América Central, que es del
6,1%, y del Caribe, de un 18,4%, han estado disminuyendo desde 2013, a pesar de
ser más alto que en América del Sur, del ya mencionado 5,5%.
“Durante
los primeros 15 años de este siglo, América Latina y el Caribe redujo la
subalimentación a la mitad. Pero desde 2014 el hambre ha ido aumentando”, dijo
el Representante Regional de la FAO, Julio Berdegué.
"Tenemos
que rescatar, en promedio, a más de 3,5 millones de personas del hambre cada
año desde ahora hasta 2030 si queremos alcanzar la meta de hambre cero"
recogida en el Objetivo número 2 de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible,
agregó.
La amenaza del hambre, la inseguridad alimentaria grave, ha visto un notable
aumento desde 2014, cuando se situaba en el 7,6%, hasta 2017, cuando alcanzó un
9,8%, una de las subidas más importantes a nivel mundial.