Prensa. MDI.
La
jaladera en Venezuela pica y se extiende, hay gobernantes más que sensibles a
la jaladera de bolas, manejar poder no es fácil, allí sabemos de qué fibra está
echa el alma humana. Hay personas que les acompañaba mucha humildad, cuando los
arropó el poder, se llenaron de vanagloria, no son ni la sombra de lo que eran
cuando andaban “pelando y no eran cambures”.
Hay
ciertos líderes políticos enfermos de mucho ego, oportunidad que no pierden los
cortesanos de la inmoralidad, quienes aprovechan ese lado flaco del jefe para
jalar y jalar hasta que llega el momento que aquel que se cree todopoderoso
grita ¡basta!, “jale pero no se guinde”.
Todopoderoso
que le gusta que sus subalternos le “jalen bolas”, en el fondo es una persona
con mucho vacío espiritual, lleno de envidia, irritabilidad, prepotente,
soberbio, con mucha necesidad de afecto, de ser valorado, se cree la última
coca cola en el desierto de Sahara.
En
tiempos de crisis, los jalabolas se multiplican, así como crece la basura y la
inseguridad, la respuesta es sencilla: Al jalador le gusta la vida fácil, le
jala al gobernante para tener acceso a cargos burocráticos o meterle mano a uno
que otro guiso con los dineros públicos o llevar a la familia a trabajar en el
sector oficial.
Para
algunos estudiosos del tema, el jalabolas, es prolongación del pícaro. El
adulante no tiene corazón en el pecho, actúa con la mayor frialdad. Es un
sujeto peligroso, a la hora de la jaladera no se detiene ante nada, puede
inventar el peor de los chismes, con tal de ganarse la aprobación del adulado
La
jaladera en Venezuela pica y se extiende, hay gobernantes más que sensibles a
la jaladera de bolas, manejar poder no es fácil, allí sabemos de qué fibra está
echa el alma humana. Hay personas que les acompañaba mucha humildad, cuando los
arropó el poder, se llenaron de vanagloria, no son ni la sombra de lo que eran
cuando andaban “pelando y no eran cambures”.
El
jalabolismo o jalamecatismo es una disciplina practicada por el ser humano a nivel
mundial, que consiste en el acto de adular a alguien que tiene cierto o mucho
poder, ya sea político, económico, social o de cualquier tipo, a fin de
conseguir ciertas dádivas o beneficios personales o grupales.
Es
común que el ser humano sea aleccionado, tanto física como mentalmente, en el
arte del jalabolismo desde su más tierna infancia. A los niños pequeños, se les
coloca una serie de objetos colgantes en las cunas, llamados móviles, para que
estos desarrollen los músculos que les servirán en el posterior acto de jalar y
guindarse durísimo. También se les aplica la técnica pavloviana del reflejo
condicionado, por lo que al momento en que ven a la persona que puede
satisfacer sus necesidades fisiológicas, principalmente el hambre, el niño
llora hasta que alguien sacia cualquiera que sea la necesidad de la que es
objeto en ese momento.
Posteriormente,
también se le enseña al niño a abrazar y pedir la bendición a cuanto familiar
le pasa por al lado, así sea el tío que se ve una vez al año o la abuela que
por supuesto siempre huele a cabuyita de morcilla.
Obligándolo
a pedir la bendición y a sonreír frente a ellos aunque le hayan quitado el
canal de cable de las comiquitas, el niño va desarrollando una coraza que le
permitirá mostrar una buena cara cuando tenga al frente a alguien virtualmente
poderoso aunque realmente detestable. Esto le garantizará a este individuo la
consecución de grandes puestos de trabajo, buenas notas en el colegio, los
mejores puestos en los diferentes actos que atenderá durante su vida, así como
codearse con personas que de una u otra forma serán influyentes durante su
existencia en este mundo. En esta etapa, ningún conocimiento desarrollado por
el ser humano es tan útil y pragmático como el jalabolismo, para lograr las
metas que se haya establecido en su vida.
Es
de esta forma como el/la jalabolista logra tener el/la novio/a que está más
buena en el liceo, un empleo fijo a pesar de que la corriente de los
no-jalabolistas llevan años contratados sin beneficios laborales, puestos en
las esferas más altas del poder (especialmente en los entes públicos) y que les
presten el carro que da más prestigio para que lo observen sus congéneres y
piensen que tiene un alto status de social, etcétera, etcétera.
El
jalabolismo es la práctica más común entre personas de diferentes niveles
socio-económicos. Personas que detentan en la actualidad grandes cargos por los
cuales son adulados, fueron en su tiempo grandes jaladores de bola lo cual les
permitió llegar al cargo que actualmente poseen. Esto nos lleva a nuestra
primera gran ley del jalabolismo científico que se relaciona a que no se le
puede jalar bolas a cualquiera, sino a las personas de la cual se está seguro
que se va a recibir un beneficio determinado: Hay que aprender a jalar bola con
futuro. Esto es, adular sólo a las personas que realmente puedan influir en
nuestra vida económica, política o social.
La
segunda ley del jalabolismo pragmático está basada en el hecho de que es más
fácil jalar bolas a personas influyentes, que eventualmente permitirán el
beneficio del ocio y de más y mejor tiempo libre, en vez de todo lo contrario,
emplear gran parte de nuestro tiempo y esfuerzo físico en conseguir estos
mismos objetivos por medio del trabajo, el cual no garantiza realmente que
alcancemos nuestras metas. De esta manera enunciamos nuestra segunda ley la
cual establece que: Es preferible jalar bola en la sombra, que echar pala bajo
el sol.
Para
que el jalabolismo sea realmente efectivo, es importante tomar en cuenta que no
tiene ninguna importancia que la persona influyente no se dedique a lo mismo a
lo que se dedica el jalabolista. El jalabolismo debe ser desarrollado en su
sentido más amplio posible. Aunque Ud. sea graduado de una carrera científica,
debe jalar durísimo hasta a los humanistas que se le cruzan por el camino.
Nunca como hasta ese momento será tan útil el sentido multidisciplinario del
jalabolismo científico, por lo cual enunciamos la tercera ley: Jálale bolas a
cualquier persona con un perfil más o menos alto, no sabes cuándo vas a
necesitar de ella.
Es
importante tener en mente que, el acto de jalar bolas, nunca debe ser detenido
por cuestiones morales o éticas. Muchas personas se cohíben de jalar bolas
porque creen que van a caer en un plano en el cual pueden ser considerados
menos que insectos. Todo lo contrario, el jalabolismo debe ser visto como una
conducta ejemplar que permite alcanzar rápidamente altos niveles de vida.
Basados en esta reflexión, enunciamos la ley fundamental de esta disciplina:
Jalar bola puede que denigre tu integridad física y moral, pero piensa en todo
lo que obtendrás a cambio de tu dignidad.
Asimismo,
se cree que el jalabola no nace, sino que se hace. Usted mismo que lee este
tratado sociológico tiene una gran capacidad para jalar y llegar lo más arriba
posible por medio del arte de la adulación. Sólo se necesita descubrir el
caballo que todos llevamos por dentro y desarrollar las facultades para jalar
bolas que proporcionarán, tarde o temprano, grandes beneficios laborales y
vitales. Así, enunciamos nuestra última ley que reza: Saca el jalabola que hay
en ti. Todos sabemos hacerlo, lo que pasa es que no lo sabemos.
De
esta manera, para cerrar y concluyendo que ni el descubrimiento del fuego, ni
la invención de la rueda, ni la escritura, el tornillo o el clavo han sido tan
trascendentales para la historia de la humanidad como la invención de la
práctica humana de jalar bolas, la cual ha contribuido profundamente al
desarrollo de los grupos humanos, una persona a la vez, sin importar la
características particulares propias de cada individuo, o lo que es lo mismo,
del jalabola, en sociedad.
Por
Vito Vinceslao.