Voy a tratar de justificar la afirmación que da origen al título de este artículo. Razonaré tres aspectos fundamentales de la acción del régimen chavista: el político, el económico y el social. En el aspecto político se han cometido tres crímenes imperdonables: la ruptura de la unidad nacional al dividir la sociedad entre amigos y enemigos. Esta división ha ido cortejada de una permanente siembra de odio que explica la violencia indiscriminada en nuestra sociedad y su sorprendente vesania. La politización de todas las instituciones. Hay dos casos que exigen una particular reflexión: el Poder Judicial y la Fuerza Armada. El uso de los jueces como instrumento político ha destruido el sentido de la justicia; la politización de la Fuerza Armada ha comprometido su destino y la existencia del pluralismo político. El progresivo establecimiento de un régimen totalitario a través de un liderazgo mesiánico, creado y fortalecido por la reelección indefinida.
La crisis económica que estamos viviendo no tiene fácil justificación. Venezuela ha recibido en estos años el mayor ingreso de toda nuestra historia. La causa de esta crisis tiene su origen en el absurdo de querer aplicar la ideología marxista, sin tomar en cuenta el fracaso histórico del Socialismo Real. Uno de los más graves deslices ha sido el permanente atentado contra la propiedad privada. Su consecuencia: la total pérdida de confianza. Al lado de estos desafueros se han destruido dos instituciones fundamentales: Petróleos de Venezuela y el Banco Central. La caída de la producción petrolera es una realidad. No ha habido ni la capacidad técnica suficiente ni la inversión necesaria. El caso del Banco Central es emblemático. De una institución de control monetario se ha transformado en la caja chica del gobierno. De allí la inflación, la devaluación y el endeudamiento.
Hugo Chávez, en su deseo de conducir a Venezuela hacia un régimen similar al cubano, ha tenido que enfrentar una dificultad que, hasta este momento, no ha podido superar: la resistencia de un amplio sector de nuestra sociedad. Esta dificultad se amplía por una contradicción: la obligación de convocar a elecciones cada cierto tiempo. Esa ha sido la razón por la cual no ha logrado establecer un verdadero régimen totalitario. Buenos ejemplos de este fracaso han sido las distintas intentonas de establecer un sistema educativo que limite nuestros valores tradicionales, la dificultad que ha tenido para controlar los medios de comunicación y la resistencia efectiva de las distintas Iglesias de ceder ante la presión del oficialismo.