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sábado, 15 de junio de 2013

Columna:…La experiencia de encaramarse en una mototaxi por Marlani Sánchez.

Columna. Marlani Sánchez. @marlanisanchez
Los mototaxistas. Altos panas. Ve, a los mototaxistas hay que verlos -necesariamente- desde distintas dimensiones, como todo en esta vida. Cuando uno está manejando, no la moto, sino su carro, el de uno, casi que les agarra animadversión, sí, ellos se la han buscado (no todos, ya les cuento).

Impresiona que tienen la certeza que son especie de híbrido entre Iroman (III) y el chico este de Tres Metros Sobre el Cielo (ay sí, Mario Casas, ese, el del cuerpo definido y los abdominales marcados), casi nos resulta increíble ver, dícese, no es que nos lo han contado, ¡es que lo vemos! ¡Lo padecemos!, lo temerarios que son. Yo, por ejemplo, veo uno y tengo reales síntomas de taquicardia y disnea, me encomiendo al Nazareno de Achaguas y a San Miguel Arcángel y me convierto en la conductora más amable de estas pampas: -"Pasa, pasa, dale, amiguito, tranquilo flaquito", les digo.

Las piruetas que hacen son dignas de solicitud de consejos de parte de Johnny Cecotto. Tienen otra cosa, (atención señores autoridades), ose usted tocarle siquiera el caucho a uno de sus bólidos, se reproducen como el patas blancas, no te das cuenta y ya tienes hombro a hombro, codo a codo, a unos 50 intimidándote, o pretendiendo hacerlo, con esas actitudes (no caras, dije actitudes), casi siempre lo logran. Y nadie hace nada, (señores autoridades), muchos testimonios hay de este tipo. Quizás más adelante les cuente algunos propios, nahhh, eso ya está planificado, sí voy a contárselos. Ok.

La otra dimensión desde la que hay que verlos es desde el lado bueno, claro que lo tienen, y también me consta. Pero para que puedas adentrarte en esa otra extraña dimensión debes montarte con ellos, o sea, debes tener la experiencia del deporte extremo de montarte en un (o más) mototaxi. Sí, yo lo hice, como periodista seria que soy lo hice para escribir con propiedad estas líneas y afirmar con certeza lo que a continuación describiré. Naaaaa ¡mentira! ¿Van a creer ustedes? Lo hice solo porque por razones ajenas a mi voluntad no disponía en ese momento del carro y no tuve ninguna otra alternativa.

…les juro que vi, en San Fernando de Apure, a un joven mototaxista con un rostro y cabello digno de portada de People en Español, una sola vez, más nunca, pero si alguien lo veía, já, ¡tenía que ser yo! (¿ninguna de ustedes lo vio?, le pregunto a ustedes porque cuanto les cuesta a ellos reconocer la belleza en otro), supongo que se trataba de un muchacho ocioso que quería demostrarle algo a sus desesperados padres, o, estaba ahorrando para su próxima ipad. Está el otro, el que me explicó cómo se debe andar en moto, o sea, de "parrillera" de moto, sí, este se las traía; hizo que le apretara sus caderas con la cara interior de mis rodillas para no decirles que con los aductores: -"Así, así es que te agarras, con las piernas, y si yo me echo con la moto para un lado, tú tienes que echarte también porque si no, nos podemos colear". -Ah ok, le dije con ganas de ir al baño.

No, al motorizado que atracó a mi amiga no voy a mencionarlo, ese no era mototaxista, o al menos no cargaba el chaleco. Hubo otro mototaxista, este menos obvio y menos galán también, que me preguntó si estaba acostumbrada a andar en moto. Solo le dije que "algo". Pero Roberto Mejías (quien era mi compañero fotógrafo en los tiempos reporteriles aquellos) y yo, bien que sabemos cuanto tubo de escape tuvimos que echar para encontrar esas primeras planas. Por cierto, está también el mototaxista que hizo que mi colega Jessica Pereira se quemara el tacón, claro, solo a ella se le puede ocurrir encaramarse en una mototaxi con unos Luis XV, en realidad, no sé qué pudo serle más engorroso, si montarse en esa moto o en esos tacones, y la única manera que tamaño tacón no pegara en ese tubo de escape es que se hubiera venido con las piernas suspendidas hacia adelante, y conociéndola, fue que no se le ocurrió.

Vean, más que el papel toalé, la crema dental o la harina, por estos tiempos tenemos una grave escasez de detalles, eso sí que es alarmante, ¿y se sorprenderían si les digo que uno de los que recuerdo me lo procuró precisamente un mototaxista de San Fernando de Apure?, bueno, al menos, es de los que tengo más frescos en este cerebro mío, en honor a la verdad, dudo que olvide aquello. Encontrábame yo bajo el rapio sol, serían cercanas a las doce del mediodía, y el don divino que me fue otorgado estaba en sus niveles más bajos. ¿El escenario? cerca de "chucha sola", no requiero decir más nada.

Me acerco a uno de esos tarantines que por ahí hay, puse en la balanza: El calor de ese zinc o el abrasivo sol, me quedé con lo primero. Había una moto. Normal pues. Pero relativamente cerca de ella un señor de unos 48 años con su anaranjado y distintivo chaleco, lo abordé: -"Buenas, cuánto me cobra por llevarme hasta..." (jamás digo ni dónde estoy ni para dónde voy). 20 bolívares como que eran, no me interesaba, solo quería salir de ahí. Cuando tengo ya la pierna derecha levantada para montarme en ese caballo de acero, el señor me detuvo: -"Ya va mi reina". (Ni modo, "mi reina" me quedé).

No entendí, pero algo quería él. Observé. Tomó una totuma y de un cuñete lleno de agua que había en el piso dentro del tarantín cargó la totumita, la vació con delicadeza inusitada en el asiento de la moto e iba midiendo con la palma de su mano la rapidez de la merma de lo caliente del asiento, como cuando alguien chequea si un niño tiene fiebre. Repitió la operación unas dos veces, agarró un trapo previamente escogido entre al menos tres, el menos sucio, y secó el asiento, cuando terminó me dijo: -"Ahora sí, móntese". No pude evitarlo, puse mi palma en el asiento de la moto. Listo. El hervor había desaparecido. Era un señor mayor, la madurez, quizás tenía hijas, quizás le recordé a una de ellas (me pasa con frecuencia), era un caballero, era un mototaxista.

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