Columna. Marlani Sánchez. @marlanisanchez
Así
como escribir del gimnasio...mi otra galaxia. Esa en la que me la paso no solo
menos de lo que debería, sino menos de lo que anhelo, sí, lo anhelo. Digo
gimnasio, digo ejercicios, digo deporte. Pero esta vez no voy a hablar de las
bondades de hacer ejercicios, o sea no voy a escribir sobre aquella plegaria
del poeta Juvenal a los dioses: "Mens sana in corpore sano", por allá
por el siglo I, ni del origen de los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia, y
más hacia estos tiempos; ni de los estudios esos que afirman que sin ejercicio
se reduce hasta 10 años la expectativa de vida, ni de que es uno de los más
eficaces soportes del equilibrio emocional, ni de los efectos terapeúticos de
ansiolítico y antidepresivo, ni de la llamada hormona de felicidad; la
serotonina, que segregamos cuando los hacemos, ni de su morocha la endorfina,
no, nada de eso, ni de lo sabrosos que son, ni de que se respira mejor, ni que
te pone a funcionar mejor en todos los aspectos, sí en aquel también, por
supuesto. ¿Ah? ¿Van a seguir? de los
abdorgasmos y coreorgasmos ¡ya hablé!
No,
esta vez se me antoja hablar de esa parte loca que también hay en los
gimnasios, de esas otras cosas que ahí tiene uno que oír, ver, y oler...
Ve,
nunca falta los "temporadistas", esos que nuuuuunca han hecho
ejercicios salvo en Educación Física por los lados de bachillerato, pero como
viene un asueto o "puente" van con la firme convicción de que lo que
no han hecho en años lo van a hacer en una semana, y bueno, al final, nada, ¡A
meter la barriga en la playa! ¡Pareo parejo! ¡El salvador pareo!
También
están, Dios mío nunca lo he podido entender, bendito sea Dios, las que van a
entrenar maquilladas, ya va; es que se maquillan para ir al gimnasio, ¡no se
equivoquen! no es que vienen de la calle así, no, ¡de sus casas! Sombra y
blush, llámese colorete, incluidos. Otras más osadas se lanzan con rimel sin
siquiera tener la cortesía para con el resto de los mortales que asistimos, de
escogerlo a prueba de agua, y entonces sudan, se les chorrea, ¡y espantan!
Los
"tapa espejos", ve, hay como cinco metros de espejo, pero él
(generalmente es él) se antoja de pararse, sin hacer nada, pararse justico en
el espacio en que tú te estás mirando (se mira uno, además de por narcisismo,
los que nos podemos dar ese lujo claro, para verificar que el movimiento sea el
correcto), provoca lanzarles una mancuerna, de paso generalmente son los más
esperolaos esos que "te tapan", ni siquiera pá echarnos un colirio
pues...hablando de eso, eso sí te tiene un gimnasio, bueno chico (y chica ¿así
no es que se dice ahora?), aunque la prioridad (creo que tan solo para mí) es
la salud, pues sí, se trabaja el cuerpo y los hay, cuerpos hermosos ¡te los
hay! y como aquello otro, de todos tamaños y colores.
Y entonces,
cada personaje, ahora mismo recuerdo a esa reina, en serio, es una reina de
belleza (ellas siempre entrenan) haciendo ejercicios con su Chronosport esfera
dorada, a ella se le perdona la joya, y también el maquillaje, está indultada.
¿Y
la morenita gordita, que casi siempre va de negro e también maquillada? Esa que
hace los ejercicios como obligada, solo por bajar de peso, de mala gana, sin
disposición, sin entender todos los beneficios que está soslayando solo
pendiente de "ponerse flaca", y mirando feo, empujando y dándole
codazos a todas las esbeltas que se le atraviesen.
Y,
un paréntesis, no sé en qué consiste, pero siempre al lado, abajo, en la
esquinita, cerquitica del gimnasio, te hay una venta de tequeños de esos de 1,5
bolívares, una venta de las sabrosas papas colombianas rellenas, o una venta de
fresas con crema, vale es que saben que hacer ejercicios da hambre, ¡Apología a
la fuerza de voluntad!
El
problema con las "esta máquina es mía"; esas (este error es cometido
generalmente por mujeres) que están trabajando en una máquina y pretender no
soltarla hasta que terminen sus cuatro series de veinte repeticiones y con una
cola de gente esperando (hasta que llega una sensata y se las quita, casi
siempre me dejan a mí esa tarea) es que no tienen ni idea de lo que es ir a un
gimnasio, pobrecitas. Idem con las mencionadas anteriormente, están los que pretenden
sacarte conversación o, peor, ¡echarte los perros! justo cuando tú estás ese
momento del ejercicio a punto de llegar al fallo muscular ¿díganme quién puede
llegar a salir con alguien que hace eso?.
Ajá,
de esos que dejan la máquina sudada
(mándelos a limpiarla) y los que huelen a gorila no voy a decir más. También
están las que entrenan y gimen, sí gimen, le llevan una morena a los decibeles
de Sharapova, créanme, son otros personajes, eso tiene su contexto; pues si se
trata de una deportista de alto nivel (eso de nota a leguas) pasa, si no, no le
luce para nada, digo yo, aunque eso en ocasiones es incontrolable.
Están
también los que hacen el ejercicio hablando por teléfono, y en su peor versión;
los que no se bajan de la máquina -que estás esperando para utilizar- hasta que
terminan de hablar por teléfono. ¿Quieren una solución?: ¡Un Ipod a todo
volumen!
¿Y
los que entrenan en chancleta?
Juro
que escribir de ejercicios no es nada fácil, ¡exacto! la gente pensaría que uno
está explotado, en mi caso, lo siento, no es así, yo si acaso tengo unos
abdominales marcados que lucir, sí, eso nomás...pero igual quiero terminar con
par de consejos y/o recomendaciones de esta mortal que pesa 48 kilos: Mente
sobre materia. No pain no gain. Llega al fallo muscular. El instante ese en que
ya no puedes más y te atreves a hacer unas tres repeticiones más, esa, ¡esa es
la diferencia entre los demás y tú!, todos llegan hasta ahí, hasta el "ya
no puedo más", las otras tres repeticiones son tu verdadera ganancia, y la
diferencia entre con pareo, o sin pareo...y ve, si no he hablado de las
candidaturas de los esbeltos cuerpos de Winston y El Potro, menos voy a hacerlo
de la de nuestra diva Diosa Canales ni de las marchas desnuda que ha anunciado
públicamente...